Hace exactamente una semana informábamos que el gobierno disponía nuevas restricciones sin apartarse de ese principio rector de la libertad responsable que orientó las acciones desde el primer día de la emergencia sanitaria. El aumento de los contagios y la aparición de una nueva cepa en pocos días impulsó ahora prudentemente al Presidente y al Consejo de Ministros a reforzar esas medidas.
Discutir si pudo hacerse antes o después, echar las culpas a los free shop o los gimnasios es perder de vista el panorama amplio de la región. Hay una realidad y es que desde el 20 de febrero aproximadamente tanto en Uruguay como en Brasil, Chile, Paraguay y en menor medida Argentina se está dando un aumento de casos de covid-19.
Sobre el progreso de la vacunación hay que destacar que un informe del diario The New York Times pronostica que tan solo 43 países, ubicados en su mayor parte en la franja de altos ingresos, completarán la inmunización contra el virus este año 2021 y solo dos son de Sudamérica: Chile y Uruguay.
La libertad responsable es una filosofía que celebramos y promovemos desde estas páginas, cuando los resultados colocaban al país como una ejemplar excepción a la difícil situación sanitaria que se atravesaba en buena parte del resto del mundo y también en este momento de crecimiento exponencial de los contagios.
Ahora repentinamente la izquierda se acordó que además de derechos los ciudadanos tienen obligaciones. La prédica demagógica que durante años nos acostumbramos a escuchar, ese garantismo progre que incitó el atropello de la autoridad de los padres, de los maestros, de la policía, ahora parece desvanecerse mágicamente frente a la pandemia del coronavirus.
¿No fue suficiente durante quince años la pandemia del crimen y de la violencia en los centros de enseñanza para promover entonces una cultura basada en el respeto a la autoridad y el cumplimiento de las obligaciones como ciudadanos? Porque cualquier señalamiento que se hacía en este sentido era enseguida tachado de fascista, patriarcal, etc., etc.
El problema es que esta izquierda uruguaya tiene una desorientación total, por momentos se mimetiza con la izquierda venezolana castrense y por otros presume de ser una izquierda libertina al estilo nórdico. Menudo síndrome de bipolaridad.
Esas contradicciones llevan a que el Frente Amplio pide por un lado las mayores restricciones, pero al mismo tiempo no vota el proyecto de ley que limita las reuniones y las aglomeraciones.
En febrero algunos sectores del Frente Amplio elevaron algunas propuestas para la reactivación de la empresa nacional, en línea con lo que venía reclamando primero Cabildo Abierto y luego el Partido Colorado y el Partido Independiente. Hasta ahí bien, pero si a eso le sumamos que los frentistas exigen una renta básica universal, más todo el gasto que hubiera significado contemplar todas sus peticiones en el Presupuesto Nacional, la cuenta se hace astronómica.
Sin contar que si el gobierno hubiera seguido el camino de la cuarentena obligatoria desde marzo de 2020, como reclamaba el ex presidente Tabaré Vázquez, entre otros, el agujero en la economía nacional hoy sería gigantesco y se precisaría todavía más dinero para cubrirlo.
El gobierno hace bien en escuchar y atender todos los planteos que busquen soluciones sensatas. Ajustar la marcha o ir para atrás si es necesario. Pero a la libertad responsable no se renuncia.
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