La pandemia tuvo un profundo impacto en los puestos de trabajo que exigen mucha proximidad física y contacto cara a cara (meseros, vendedores minoristas, recepcionistas, personal de estadios, estilistas y otras tareas de baja remuneración). En estas ocupaciones de primera línea también hay una importante sobrerrepresentación de mujeres, minorías y personas con menos formación. Un estudio realizado en Estados Unidos en abril del año pasado determinó que más o menos el 60% de los puestos de trabajo mejor remunerados podrían desempeñarse de forma remota, mientras que para los menos remunerados el porcentaje es 34%. No es extraño que la pérdida de empleo en Estados Unidos haya sido mucho menor en la parte superior de la escala salarial.
Un estudio de McKinsey sobre el futuro del trabajo predice que en Estados Unidos en 2030 puede haber 4,3 millones de empleos menos en gastronomía y atención al cliente y casi un millón de empleos menos en soporte empresarial que los que existirían si no fuera por la pandemia. Los ocho países incluidos en el estudio (Alemania, China, España, Estados Unidos, Francia, India, Japón y Reino Unido) muestran la misma pauta de reducción de la demanda de ocupaciones y empleos de baja remuneración. Se calcula que en estos países habrá alrededor de un 12% más de trabajadores obligados a cambiar de ocupación que lo que indicaban las proyecciones antes de la pandemia.
La posible divergencia futura entre las demandas de habilidades y los empleos disponibles ofrece una ocasión para la transformación del trabajo, el mercado laboral y la organización de las tareas en empresas de todos los tamaños. Pero también refuerza la urgencia de financiar e implementar programas eficaces de capacitación y complementación de ingresos para quienes tengan que cambiar de ocupación, industria o ubicación geográfica.
Laura Tyson (University of California Berkeley) y Susan Lund (Mc Kinsey Global Institute), en Project Syndicate
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