Multifacética, ha incursionado con suceso en la poesía y el canto, al mismo tiempo que se desempeña profesionalmente como psicóloga psicoterapeuta y escribe libros para niños. A pesar de su juventud, reflexiona con madurez y profundidad sobre varios temas que aborda con compromiso, pero sin fanatismo. En entrevista con La Mañana, Martina Gadea Tornaría conversó sobre salud mental en tiempos de pandemia y de auge de la sociedad del consumo.
Nació en un hogar donde la cultura seguramente ocupaba un lugar muy importante. Sus padres se destacaron cada uno en distintos ámbitos, Raúl Gadea como periodista y crítico de cine, y Carmen Tornaría como docente e historiadora. ¿Qué perfil haría de ellos?
Son bastante opuestos entre sí en su personalidad y bastante unidos en cuanto al contenido de sus ideas, a pesar de que votaban diferente. Ambos aman la pluralidad de ideas y eso es algo que a mí me resulta natural y necesario. Mi padre decía que él veía las telarañas del techo y ella la mugre del piso. Él es bien un intelectual de la vieja época, escribió en Marcha muchos años a pesar de que era de los más jóvenes, pero tenía contacto directo y cercano con Carlos Quijano y con Wilson Ferreira Aldunate. Ocupó algunos cargos de confianza en el Sodre. Fue una época muy linda, yo lo acompañaba al teatro y me dormía, pero eran grandes sueños, preciosos, viendo zarzuela, ópera. O iba a canal 5 y él elegía esas novelas que eran Los inmigrantes, Los de arriba y los de abajo, Nido de serpientes.
Mi madre era una mujer de acción, trabajó hasta una semana antes de morir. Creo que heredé eso de ella. Adicta al trabajo y al cigarrillo. Siempre le importó la educación y no era una mujer que hablara de lo que no supiera. Profesora de Historia del IPA, militó en el gremio de docentes, después fue profesora de Didáctica. En la dictadura fue destituida, trabajó en colegios privados y también la sacaron. Se puso a vender productos de Avon, aunque irónicamente ella no se maquillaba, y terminó siendo gerenta en poco tiempo.
Su madre, junto a Germán Rama, formó parte del Codicen que impulsó la reforma educativa.
Sí, Rama la invitó a conformar el gobierno del Codicen para hacer la reforma y ella le dijo que sí. Germán había sido profesor de ella. Además, había asesorado a Tabaré Vázquez, aunque supongo que hubiera asesorado a cualquiera que se lo pidiera, y le propuso hacer la misma reforma que Sanguinetti finalmente llevó a cabo. Era una reforma que estaba en la Cepal, o sea, no tenía nada muy raro. Hubo algunos contras porque mi madre estaba asociada con la izquierda, a pesar de que nunca militó en un partido político y a nosotros mismos nos decía que el voto era secreto.
Siendo universitaria en la Facultad de Psicología, tuvo una militancia gremial. ¿Cómo fue esa experiencia en medio del proceso de la reforma?
Fue un año candente, el año 1995. Entro en la facultad en ese año cuando mi madre en el Codicen empieza a hacer la reforma con Rama. Fue un momento bastante polémico y delicado en Uruguay. Miles de chiquilines liceales ocuparon liceos en distintas partes del país. Un montón de sindicatos los “ayudaban” rodeando y sitiando los liceos. Lo viví con un nivel de angustia tremendo. A fin de año había que ocupar la facultad porque yo estaba en el gremio. Nos decían que si no nos daban más plata al año siguiente no iba a poder abrir la facultad para los nuevos. Fui a mi casa y dije que iba a ocupar la facultad. Mi madre me ayudó a hacer la mochila y todo.
En la facultad había carteles contra Tornaría y Rama, con muchas cosas mezcladas, por ejemplo, por querer enseñar computación éramos empleados de Estados Unidos. Esa era la consigna.Pero mi madre era una persona querida también. En el Miranda, por ejemplo, cuando lo ocuparon, los chiquilines arreglaron el liceo, que es lo que estaría bueno que hicieran ahora cuando hacen paros, y dedicaron un salón a Atahualpa Yupanqui y otro era a Carmen Tornaría.
¿Encontró su vocación en la psicología?
El preparatorio de Medicina me encantaba, pero me di cuenta que lo que yo quería era llegar más rápido a la salud mental de la gente. Para ser psiquiatra y después hacer psicoterapia iba a tener que estudiar como 15 años y no… Hice psicología y no me arrepiento, pero tengo en el debe lo de medicina.
En su currículum figura que hace algunos años abordó el tema de la ética de la reciprocidad entre derechos y responsabilidades humanas. ¿A qué apuntaba?
Hay dos cosas que quiero subrayar sobre esto. Una es que cuando hablamos de los derechos humanos me suena medio teórico, como el derecho humano a la vivienda o al trabajo, cuando millones de personas no tienen. Creo que se podrían volver más reales si pudiéramos cumplir con esa reciprocidad entre derechos y responsabilidades humanas. En cuanto a la ciudadanía es claro que tenemos derecho a vivir en sociedad, pero también tenemos responsabilidades por ello.
Ahora se habla mucho de los derechos de los consumidores o de los colectivos, la perspectiva de derechos… pero la verdad es que no llueven hechas las cosas. Trabajo hace casi treinta años en la comunidad y con población en contextos vulnerables. Estoy acostumbrada a que falten recursos. Los derechos y las responsabilidades están enlazadas de un modo casi ontológico, esencial, en donde si uno no se cumple, el otro también va a caer. Si cada uno solo se preocupa de sí mismo somos un montón de unidades anónimas que no conforman grupalidad ni sociedad.
¿El otro punto que iba a mencionar?
Lo segundo es que la sociedad se basa en un frágil equilibrio, invisible, que damos por sentado de que cada persona se controle a sí misma. Eso es necesario, básico e irremplazable. No hay control externo que pueda reemplazar el control interno de la persona, aunque sacaras a todos los militares a la calle. Ejemplo: en un ómnibus vos te subís y el que está atrás te podría clavar un cuchillo en la yugular y matarte. Uno parte de la base que no va a suceder y se sube al ómnibus. No se puede pensar todo el tiempo que el que está atrás te va a agredir o si no viviríamos tensos, ansiosos a nivel mental. Aunque pusieras un detector de metales en la entrada del ómnibus siempre va a existir una posibilidad de daño. Si la gente se descontrola no vamos a poder tener espacios comunes, salvo con la gente que conozcamos, pero una sociedad es interactuar con gente anónima.
¿Cómo ve este debate sobre la libertad responsable y las restricciones que puede imponer el Estado en la lucha contra la propagación del coronavirus?
Esto, sin lugar a dudas, tiene que ver con el tema de la libertad responsable, en este caso por el covid, donde hay muchas muertes y hay que prevenir. Pero muertes evitables siempre hubo. No niego el covid en lo más mínimo, me vacuné y estamos en un momento delicado. Pero es más importante actuar con responsabilidad en el cuerpo social que pedir los derechos. Sin embargo, el respeto por las disidencias también es importante. En una democracia siempre vas a tener sectores que no creen, que no se quieren vacunar y creo que hay que respetarlos.
Con respecto a las muertes, ahora solo se mencionan las muertes diarias por covid y después de un año siento que es una falta de respeto a nuestros muertos. Al que se le murió alguien por otra causa le debe doler. Además, se pierde perspectiva porque, supongamos, si se diera el caso, por ejemplo, de 80 muertes en un día y son 40 por covid y 40 por suicidios, ¿no tendrá que ver con que encerré a todo el mundo también? Yo conozco gente internada en CTI por intento de autoeliminación. No es tan fácil como bajar la movilidad y que florezca la salud. Bajás la movilidad y se joroban otras áreas de la salud, lo mismo con el trabajo. Entonces, calma, lo importante es que cada uno tiene que cumplir con su papel.
¿Hay una pérdida del respeto a la autoridad, a los padres, a las maestras, a la policía en los últimos años?
Este tema de que no hay control externo que pueda reemplazar el control interno lo empecé a pensar hace algunos años y no fue porque sí. Creo que el ser humano cierra en baja en la bolsa desde hace algunas décadas. Eso me preocupa como psicóloga y por la sociedad cuya unidad básica es el ser humano. La riqueza de un país debe medirse también por la salud de sus seres humanos. El control interno de cada ser humano está fallando y esto inmediatamente trae dificultades con la autoridad, con la maestra y viceversa con los niños, etcétera, porque está fallando a todo nivel.
En la época victoriana de Freud la gente enfermaba por represión, era una moral muy estricta donde la mirada del otro ponía límites. Las enfermedades psíquicas tenían que ver con un exceso de represión de los impulsos, una dictadura interna del deber ser. Y uno renunciaba a su presente por un futuro. Pero hoy en día hay una moral del consumo donde los roles subjetivantes y constructores de individuos que antes eran la familia o la Iglesia de cualquier religión, generando valores, hoy en día es la televisión e internet. Y también la familia, que ha sufrido sus golpes. Hay un 33% de los hogares uruguayos que son monoparentales, con jefatura femenina, a cargo en muchos casos de varios niños.
¿El consumismo está afectando ese control interno?
En la sociedad actual la economía necesita consumidores para poder funcionar, generar sujetos impulsivos. Las nuevas patologías tienen que ver con la falta de control de impulsos, personas que actúan antes de pensar y después se arrepienten, o no. Porque para consumir es preferible que no pienses mucho. También hay una falta de control del impulso agresivo. Lo que pasó en Columbine en Estados Unidos donde un joven entra a lugar y mata azarosamente una cantidad de gente, que es difícil de prevenir, acá va a llegar cuarenta años después. No falta mucho, salvo que aprendiéramos de la experiencia, que sería algo bueno.
La sociedad consumista genera sujetos consumistas que quieren todo ya. La reciprocidad entre derechos y obligaciones tiene que ver con relaciones de equidad y no de dominación. Y estas relaciones de equidad pueden ser intra-psíquicas, sujetos sanos que equilibran entre la represión y la impulsividad. Y también relaciones democráticas entre personas o con la naturaleza.
¿Cómo ha sido su experiencia en relación al feminismo?
Nací en un hogar feminista. Mi madre fundó en el año 1983 un grupo de mujeres que honorariamente ayudaban a las más vulnerables. Ella siempre decía que nos volvimos feministas en la práctica y otras feministas nos miraban mal. Yo trabajé 15 años en una institución feminista a la que ya no pertenezco. Creo que el cambio empieza a partir de una misma y el único camino de empoderar a las mujeres y lograr un poco más de equidad entre los géneros y sexos, para lograr justicia social que es el objetivo principal, no el feminismo per se, es capacitar, conseguir trabajos dignos, emancipación económica, relaciones sociales, sindicales. Además, se puede pedir ayuda y atender situaciones de violencia doméstica, hay que hacerlo.
Otros feminismos buscan simplemente invertir los roles en esta relación de dominación, pasar de dominadas a dominadoras. A ello yo lo llamo también patriarcado, por más que lo diga una mujer. El cambio es lento. Es cultural y no se puede hacer a prepo. En este país los linchamientos generan muchas más víctimas por defender a una. No estoy de acuerdo con los linchamientos por más que haga frenar a algunos loquitos. Hay una feminista que se llama Rita Segato, que es una crack, que advierte que la victimización y los escraches le van a hacer mal al feminismo.
Por otro lado, todo el mundo habla del “techo de cristal”, una denominación que viene de ONU Mujeres y si quisiéramos usar esa denominación, que no está mal, hay que usar el paquete completo que es “techo de cristal, escalera rota y piso pegajoso”. El techo de cristal es la punta de la pirámide, son 500 mujeres y andan bárbaro. Pero invisibilizan a las otras. El piso pegajoso son la mayoría de las mujeres.
Otra de sus facetas tiene que ver con el ambientalismo…
No soy muy ambientalista, sé poco de eso. Pero sí sé que me gustaría tomar agua pura. La ciencia y la industria en general están muy atadas, entonces las investigaciones de qué es lo que nos hace bien y lo que nos hace mal están muy sesgadas. Hay que aplicar un poco de la intuición metodológica de la que hablaba Henry Bergson.
Forma parte de un movimiento contrario a la segunda planta de UPM…
Sí, estoy en el movimiento ciudadano UPM2 No. Comparto su propuesta de reforma constitucional llamada Uruguay soberano. Busca darle al Parlamento y al pueblo un poco más de poder, para que cuando haya contratos con empresas extranjeras se extienda la mención que hay en la Constitución sobre las naciones también a las empresas. Hoy hay empresas más grandes que las naciones y lo que implique más de un periodo de gobierno debería pasar por el Parlamento y tener mayorías especiales. Cosa obvia, que ya debería ser así. Hay un vacío y se aprovechan, firmando cosas por 50 años, sin que nos enteremos todos los demás. Sea UPM o sea otra cosa.
Con respecto a UPM me da un poco de pena tener un país con corazón de celulosa, pudiendo dedicarnos por ejemplo a la pesca, hermanarnos con los países vecinos y hacer cosas un poco más orgánicas. La actitud vaga capaz es traer proyectos armados que ponerse a armar proyectos propios. Pienso que a la gente que vive en asentamientos en el cinturón de Montevideo le podrías dar una casa digna ahí mismo. ¿Pero qué pasa si después no les podés dar trabajo? ¿No será mejor pensar proyectos, humildes, a escala posible, que pudieran repoblar el interior? Yo me iría. En el interior ya tenemos una red de escuelas, de salud pública, luz, agua potable. Falta generar el proyecto y tener una vida digna en contacto con la naturaleza. No veo eso la verdad. Y los bosques traerán sus novelas nórdicas de terror y esos otros cambios culturales.
¿Cómo es su relación con la política?
Jamás estuve en un partido político, pero tengo muy claro el artículo 1 de la Constitución que dice que integro la asociación política de la República Oriental del Uruguay y lo siento con gran responsabilidad, en todas las áreas en las que me desarrolle.
Considero que brindar trabajo a la gente es la manera de encontrar la salud en el cuerpo social, de disminuir la violencia, de mejorar la equidad de género. Si hay una cosa que los políticos tendrían que hacer, una, fundamental, es generar fuentes de empleo para la gente. El trabajo es lo que te dicta el orden en tu vida cotidiana, no hay otra manera de organizar la vida.
Es más fácil y más barato darle un poco de plata a la gente y dejarla excluida, que volverlos a incluir a la sociedad que significa ocuparse de sus dientes, sus ojos, su salud mental, dar esperanzas a las personas para que puedan sentirse productivos. Aclaro que estoy en desacuerdo con esa renta básica que ahora está tan de moda, pero creo que hay que dar toda la plata necesaria para ayudar y salvar a la gente que está sufriendo la caída de la actividad en esta circunstancia especial. Una cosa no quita la otra.
La cantautora que fue soporte de Roxette, Rosana y Julieta Venegas
Muchos uruguayos conocen a Martina, fundamentalmente por su faceta artística, sobre todo como cantautora. Empezó a escribir poesía y luego le puso música y canto. Compartió escenario con artistas como Albert Plá, Martín Buscaglia, Alberto “Mandrake” Wolf, Rubén Rada y Richard Serraría. Además, cuenta que Julieta Venegas fue muy elogiosa con uno de sus discos. El primero lo sacó recién a los 35 años, empujada por el estímulo de sus más allegados. Aunque confiesa que no es lo suyo vivir profesionalmente de la música, logró importantes reconocimientos, como el premio Graffiti a artista revelación en el año 2009.
Un hogar donde conviven la literatura y el fútbol
El gusto por la literatura también la une especialmente a su compañero, el exfutbolista y escritor Daniel Baldi, con quien tiene dos hijas. “Lo conocí en una nota que nos hizo Omar Gutiérrez, en la cancha de bochas del Parque Rodó a las 10 de la mañana”, recuerda. Ella fue a presentar un disco mientras que él uno de sus libros. “Daniel tiene un don especial que es que sabe contar historias muy buenas, las sabe poner en papel. Usa el fútbol como hilo conductor, pero toca temas de todo tipo, siempre temas sensibles”. Hoy Baldi es, además, gerente de la Fundación Celeste y trabaja estrechamente con Diego Godín y su amigo Diego Lugano, entre otros. Martina, por otra parte, próximamente está por editar un libro titulado Dichos populares para niños. Introducción a la tradición oral de la cultura.
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