Los “bonos verdes” han invadido los mercados financieros con un marketing que permite invertir con la conciencia tranquila. Pero detrás de las frases bonitas quedan dudas acerca del grado en que los recursos atraídos mediante esta modalidad realmente impacten en el desarrollo sostenible.
Los fondos temáticos
El cuestionamiento del destino final de las inversiones en los mercados de capitales (bonos y acciones) comenzó en las universidades en épocas del apartheid cuando se comprobó que muchas poseían en su cartera de activos financieros títulos emitidos por empresas mineras activas en la región sudafricana, lo cual llevó a presiones en los medios para deshacerse de dichos papeles.
Con el tiempo aparecieron nuevas causas de preocupación como las prácticas laborales de explotación de menores, la producción de armas de fuego, las tabacaleras y la discriminación por género en políticas salariales y de promoción. Nunca lentos para reconocer una oportunidad de negocios, los intermediarios lanzaron al mercado fondos de inversión temáticos que apelaban a la conciencia social del inversor, excluyendo de la cartera de activos a empresas o actividades polémicas.
Actualmente esta modalidad ha recibido un fuerte espaldarazo con el auge de la preocupación por el tema del medio ambiente ante la creciente evidencia de la degradación del planeta. Ante la presión de la sociedad civil se ha logrado que gobiernos, empresas y organismos avancen lentamente en proponer y adoptar medidas tendientes a penalizar el uso intensivo de energía fósil, el principal contribuyente al efecto invernadero del recalentamiento global.
Inversión sostenible
De todo este proceso ha surgido como estrella la inversión sostenible. ¿Qué es la inversión sostenible? Bueno, allí está el problema: nadie sabe precisamente, pero todo suena muy lindo. El CFA Institute (Analistas Financieros Certificados) lo define como: “un equilibrio entre la inversión tradicional y ciertos conceptos clave de las áreas ambiental, social y de gobernanza corporativa con el objetivo de mejorar los resultados de largo plazo”.
El exclusivo fondo de inversión Blackrock que gestiona una cartera de USD9 trillones (doce ceros y equivalente al 10% del PBI global), aclara: “la inversión sostenible se trata de invertir en progreso, reconociendo que las empresas que hoy están resolviendo los mayores desafíos del mundo pueden ser las que están mejor posicionadas para crecer”. Tampoco elucida mucho el tema.
Yo comenzaría por definir prosaicamente la inversión sostenible como el financiamiento de proyectos de desarrollo sostenible, lo cual nos lleva a preguntar ¿qué es el desarrollo sostenible? Me quedo con la definición del Informe Bruntland de la ONU (1987) del desarrollo sostenible como “un proceso de desarrollo que apunta a satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de generaciones futuras de satisfacer las suyas”. Al menos sugiere que existe un conflicto intertemporal entre los excesos de hoy y las necesidades de mañana, y enfatiza la inversión en su aceptación como proyecto económico con impacto físico además de su naturaleza de colocación financiera.
El Informe Bruntland de la ONU sobre el desarrollo sostenible plantea que existe un conflicto intertemporal entre los excesos de hoy y las necesidades de generaciones futuras
El marketing verde
Muchas empresas han canjeado su anterior bandera de responsabilidad corporativa social (SCR) por un nuevo y más amplio sello (ESG por sus siglas en inglés) que incorpora medio ambiente y gobernanza corporativa. Sin duda muchas de ellas están legítimamente preocupadas por el recalentamiento global y la presión sobre los recursos naturales, y hay constancias de que están haciendo algo al respecto.
Pero no existía una autoridad pública que expidiera el sello que avale si existen esfuerzos genuinos o si se trata de un maquillaje de imagen basado en el oportunismo. Es la propia empresa que se auto otorga la calidad de comprometida con el medio ambiente, o el fondo de inversión que constata que así sea.
Estas ambigüedades han fomentado el boom de la inversión sustentable sin realmente saber de qué se trata. El desafío de los fondos de inversión y emisores de bonos verdes está en probar que existe una relación plausible entre la aplicación de los recursos obtenidos y alguna acción o proyecto destinado a revertir el proceso de degradación del hábitat planetario.
Ante esta situación la Unión Europea ha aprobado una legislación que entró en vigencia en marzo obligando a participantes en los mercados financieros (empresas emisoras y fondos) a suministrar información relevante según formato estandarizado acerca del contenido ESG de los servicios y productos ofrecidos.
Esta regulación sobre divulgación de financiamiento sostenible (SFDR) permitirá clasificar productos como sostenibles y evitará el uso del término como estrategia de promoción de ventas sin un real contenido.
La forma de detener y revertir el proceso es adoptando mecanismos que obliguen a reconocer y afrontar los verdaderos costos de producir, distribuir, consumir y descartar a este ritmo
Cuidando al planeta
En su afán de producir cada vez más para una población creciente (y en el proceso generar utilidades astronómicas), la humanidad ha sometido al planeta a una degradación progresiva cuyos síntomas ya son abiertamente visibles.
La forma de detener y revertir el proceso es adoptando mecanismos que obliguen a reconocer y afrontar (internalizar) los verdaderos costos de producir, distribuir, consumir y descartar a este ritmo. El impuesto al carbono es un ejemplo. Todo lo cual requiere una toma de conciencia colectiva y decisiones firmes por parte de los gobiernos.
Muchas empresas han adoptado una actitud proactiva de apoyo a estos esfuerzos, y muchos fondos de inversión han creado y vendido productos financieros con la etiqueta de inversión sostenible. Otros han utilizado el término para verdecer sus productos y así promover su venta.
En un artículo reciente del periódico The Globe and Mail de Canadá el exjefe de inversiones sostenibles de Blackrock, Tariq Fancy, sostuvo que la búsqueda de utilidades seguía prevaleciendo sobre otras consideraciones a la hora de integrar carteras. El veía poco valor social en la inversión sostenible, que podía ser hasta contraproducente en la medida que creara la ilusión de que el problema ambiental estaba en vías de solucionarse y le quitara presión a los gobiernos – verdaderos protagonistas – para actuar.
(*) Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Ex Director Ejecutivo del Banco Mundial.
The Globe and Mail de Canadá[1]
[1] https://www.theglobeandmail.com/business/commentary/article-sustainable-investing-is-a-deadly-distraction-from-actually-averting/
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