El mundo después de la larga y lenta salida de la pandemia y la distancia social, augura cambios importantes y definitivos en la manera de trabajar, vivir y divertirse.
Durante las primeras semanas del confinamiento, mucha gente se levantaba, se conectaba a las noticias y esperaba que una voz autorizada les anunciara que el covid-19 era una simple gripe de un virus mutado, o que era un invento escapado de un laboratorio, alentando la certeza de que en un corto plazo se habría encontrado un medicamento para combatirlo. El confinamiento de los primeros días de encierro fue tan inesperado que entramos en una especie de impasse, pensando que iba a ser un paréntesis en nuestras vidas. Pronto nos dimos cuenta de que tendríamos que convivir con este nuevo problema y que lo normal sería tener que reorganizar todas las facetas vitales, y lo excepcional había sido la libertad para reunirse y moverse en los años previos a la pandemia.
Al final hemos tenido que transigir con situaciones que desconocemos e imaginar lo que vendrá, a través del análisis de situaciones precedentes a lo largo de la historia.
Cambio arrollador y nuevos recursos
Muchos economistas trazan una similitud entre los efectos de la pandemia y los de una gran guerra. Podríamos decir que la pandemia es una guerra sanitaria. Estamos ante una sociedad detenida en su ritmo habitual, que apenas ha tenido tiempo de olvidar sus pautas de comportamiento, pero lo que sí es seguro es que se está reinventando y que está reconstruyendo nuevas redes de comunicación.
En el mundo de antes de la pandemia las grandes ciudades equivalían al éxito; el éxodo a la ciudad era sinónimo de alcanzar ese éxito. Ahora ha llegado la hora de alejarse de los grandes núcleos urbanos, sumergirse en una soledad compartida a través de las redes y trabajar a distancia. La creatividad prospera cuando el sosiego y la libertad de movimiento existe, y la ciudad nos ha convertido en seres acelerados que soportan demasiados decibelios. El impacto es tan fuerte que mucha gente revisará sus prioridades, creencias, sensibilidades e ideologías, lo mismo que ocurre cuando una persona supera una difícil enfermedad. Pero, de momento, la única certeza es que el Estado gana presencia y capacidad de actuación en la sanidad, en la calle y en la economía, y que la unificación del criterio a seguir en el contexto de la lucha contra la pandemia es una pauta decisiva en esta contienda.
En lo económico, el mundo virtual es el ganador. En el mundo laboral, el teletrabajo fue durante años una opción con una presencia irregular. Esta crisis lo ha potenciado para quedarse. El comercio físico sufre una situación extrema, en cambio el comercio electrónico ha experimentado un nivel altísimo de actuación. No hay más que pensar en la variedad de empresas que han crecido exponencialmente por el giro de las ventas, Amazon, Mercado Libre…etc. En el sector servicios surgen nuevos empleos como producto de nuevas formas de actuación. Restringimos frecuentar los restaurantes, por tal de cumplir con las normas de aislamiento recomendadas, pero nos envían los menús para que les hagamos la comanda, por lo que hay más demanda de repartidores para satisfacer nuestras necesidades. El teletrabajo puede proteger muchos empleos, también entre los profesionales, pero poco puede hacer por los trabajadores cuya presencia es indispensable en la manufactura, o los profesionales del sector sanitario…y así seguiríamos enumerando sectores en proceso de reestructuración.
La cultura se adapta
El ocio se reinventa, se nutre de la industria digital. Las plataformas Netflix y Spotify se han convertido en un sector en alza indiscutible. El confinamiento ha acelerado la tendencia de por sí ya exitosa porque permite ver o escuchar contenidos dónde, cuándo y cómo el consumidor quiera, y sin salir a la calle. Entre los perdedores, el turismo será por un buen tiempo un sector laboralmente comprometido, junto con las productoras de cine y las cadenas de televisión que dependen de la publicidad para financiarse. No así las grandes editoriales que tras el desplome en el pico de contagios han recuperado terreno. Lo interesante en su caso es el dinamismo demostrado por el consumo del audiolibro y el libro electrónico, sin olvidar la persistencia del libro físico que aporta una cercanía al texto mediante el tacto de sus hojas. En general las editoriales se buscan un pretexto para reeditar. Una efeméride, un aniversario, los aniversarios y los nacimientos de los autores, un tema que cobra actualidad y que está relacionado con algún libro del catálogo de la editorial… y la necesidad del lector empedernido de releer un libro que ha disfrutado. La industria editorial aguanta.
¿Cuánto hay de especulación y cuánto de reflejo de cambios en el consumo cultural?
Pero el gran cambio de fondo será el consumo. La distancia social y el contexto obligarán a revisar gastos que nos parecerán superfluos. Trabajaremos más, pero consumiremos menos. Y esto sí que será un cambio de grandes proporciones. ¿Cuál será el motor de la economía?
El mundo del arte y del coleccionismo consume, sigue, pero a través de canales de adquisición diferentes. Se ha perfeccionado. El mundo de las subastas online se ha convertido en el eje de la comercialización por su extraordinaria difusión y por la extensa facilidad de su realización. Desde Asia, Europa y América se materializan en resultados sorprendentes. También los artistas y las galerías de arte han optado por colgar sus obras a comercializar en la web para ampliar los canales de difusión y mostrar sus propuestas novedosas a través de disciplinas y tecnológicas más innovadoras, como el videoarte y las proyecciones audiovisuales.
Se ha creado una plataforma en España para la venta de obras de arte de artistas independientes, a un precio asequible y en una amplia variedad de soportes y formatos. Su modelo de producción es “print on demand”, mediante el encargo de producir una obra original, y si existe en stock se aporta. Otra faceta muy a considerar es el encargo de copia de grandes artistas, al óleo sobre tela o acrílico. ¿Por qué no disfrutar de un Magritte o un Rauschenberg en casa, o en el lugar de trabajo, ahora que pasamos tantas horas encerrados? Con ello el comprador expone el tipo de obra que quiere encontrar y la empresa se ocupa. Por su parte, el artista se olvida de todo el trabajo de impresión –si es obra gráfica– y de intermediación, centrando su actividad en la creación, y se inhiben ambos –el comprador y el artista– de la gestión de intermediación y trámites.
¡La mente humana se reinventa cada día!
(*) Catedrática de Sociología – UB, Dra. Historia del Arte, Crítica de Arte, Miembro de AICA y ACCA.
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