Entre los mensajes que recibimos con motivo de la Semana Santa y la Pascua, llegó uno con un hermoso poema de Gabriela Mistral, titulado El imaginero. En él se narra la conmovedora historia de una persona que va buscando una imagen de Jesucristo, lo más perfecta y auténtica posible, a quien el “imaginero” -fabricante de imágenes piadosas- le responde que una imagen así, solo se puede encontrar entre los enfermos, los olvidados, los maltratados, los desempleados… En una palabra, entre los pobres de carne y hueso.
Ahora bien, ¿quiénes son los pobres? La respuesta “económica”, es obvia: son aquellos que están por debajo de la línea de pobreza. Pero, ¿es posible superar la pobreza material, si el Estado, el gobierno de turno, y la sociedad en su conjunto, carecen de una visión clara y certera de qué cosa es el hombre? ¿No hay acaso una pobreza intelectual, una pobreza moral, y una pobreza espiritual que de algún modo impiden superar de una vez la pobreza material? ¿No será necesario invertir los términos del problema -tal como está planteado- y procurar resolver esas otras “pobrezas” que se verifican en todas las clases sociales, para finalmente poder solucionar los problemas económicos?
Pobreza intelectual
La pobreza intelectual no necesariamente la padecen aquellos que no están alfabetizados. Nos atrevemos a afirmar que, con frecuencia, son intelectualmente más ricos muchos pobres, que algunos millonarios. ¿Por qué? Porque el pobre -y sobre todo el pobre rural- es habitual que no esté ideologizado, y por eso es más proclive a vivir según la ley natural, a descubrir con mayor facilidad donde está el bien y a hacerlo, y donde está el mal, y a evitarlo: ser sabio no implica ser ilustrado.
Ya lo decía Cervantes en el Quijote: “los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos”. Y es que la sabiduría natural del hombre común, a menudo supera con creces la de quienes, teniendo muchos títulos, viven obnubilados por los falsos dogmas de las ideologías dominantes. A nuestro juicio, es muy difícil encontrar soluciones para la pobreza material, de espaldas a la filosofía realista. Como dijo San Juan Pablo II: “el fracaso de la antropología se debe al rechazo de la metafísica”.
Pobreza moral
Entre todas las ideologías falsas que pululan en el mundo actual, una de las más peligrosas y dañinas, a nuestro juicio, es el buenismo. ¿Por qué? Porque si bien parece humanitaria, solidaria e inclusiva, en nombre del buenismo, algunos gobiernos han llegado a penalizar a quienes hablan con la verdad, solo para evitar que algunos se sientan ofendidos. Es posible que él tenga las mejores intenciones. Pero olvida que el amor, para ser auténtico, debe ir unido a la verdad. Olvida que la verdad es la adecuación del intelecto a la realidad, y no lo que uno cree que es la verdad. Olvida que justicia es dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde, y no dar a todos por igual. Y olvida que no hay justicia -ni caridad- sin verdad. Esto solía afirmarlo la izquierda en otro tiempo…
Si se rechaza la verdad sobre el hombre, si se dejan de lado los fundamentos antropológicos y la cosmovisión greco-romano-cristiana sobre la que se construyó la civilización, es imposible, a nuestro juicio, establecer políticas justas que ayuden a superar la pobreza material.
Pobreza espiritual
El olvido de Dios, con frecuencia está asociado a la pérdida del sentido de la propia vida: de ahí la indiferencia ante la vida de los demás. Los pobres de espíritu a los que Jesús llama bienaventurados, son humildes, pero quienes padecen pobreza espiritual, son soberbios: creen que, con sus solas fuerzas, pueden solucionar todos los problemas. Incluso creen que pueden decidir qué cosas están bien y qué cosas están mal, como si a la naturaleza humana le diera lo mismo beber agua pura que ácido clorhídrico.
Olvidar la dimensión espiritual del hombre impide superar la pobreza material, porque las soluciones que se le podrán dar nunca podrán ir más allá de una mera -aunque necesaria- limosna. Son las soluciones que habitualmente proponen aquellas personas tan, pero tan pobres, que solo tienen plata.
En síntesis: si se quiere superar la pobreza material, urge considerar que el hombre es mucho más que un cuerpo material, y que difícilmente podrán encontrar soluciones a este problema, quienes padecen pobrezas quizá peores que la material.
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