El presidente de la Sociedad Uruguaya de Gerontología y Geriatría, Dardo Roldán, conversó con La Mañana sobre los desafíos que enfrentan los centros residenciales ante la pandemia de covid-19. El especialista aseguró que los trabajadores de los residenciales “se han profesionalizado mucho” durante el último tiempo.
En los últimos días, un brote de coronavirus en un residencial de Fray Bentos, aparecido antes de la jornada de vacunación, causó el fallecimiento de 26 adultos mayores que vivían allí. Pero Río Negro no es el único departamento en donde este tipo de establecimientos se vieron afectados con covid-19. En el interior del país, Tacuarembó, Dolores y Durazno también registraron recientemente fallecimientos de ancianos a causa de contagios por coronavirus.
La población mayor, junto con aquellos que tienen patologías, conforman el grupo más frágil ante la pandemia. Sin embargo, los aumentos de contagio en los residenciales han ido de la mano con los incrementos de casos generales que ha registrado Uruguay. Así lo observó el Dr. Dardo Roldán, presidente de la Sociedad Uruguaya de Gerontología y Geriatría, en diálogo con La Mañana.
El especialista señaló que actualmente los residenciales se enfrentan a una situación compleja y complicada, porque hay una visión desde el exterior de que los residenciales no son buenos. “Hay una opinión de que a las personas que viven en estos centros no se los trata bien ni se le dan los cuidados necesarios frente a la situación de pandemia, pero no es así. Hay mucha gente que trabaja todos los días para la seguridad sanitaria y hoy los trabajadores de estos establecimientos están mucho más profesionalizados que antes”, aseguró.
Roldán agregó que si bien existen sitios que se ofrecen mayores comodidades y seguridad, “la mayor parte de los residenciales están bien y trabajan bien”. Roldán dijo que son muchas las dificultades que viven los centros residenciales -como la necesidad de recursos materiales y humanos, estos últimos mayormente debidos a las ausencias por aislamientos provocados por contacto con un caso positivo- pero que han sido subsanadas de a poco.
Por otro lado, el especialista expresó que, si bien la mayor alarma social se genera cuando ocurre un problema o un brote en un residencial, los efectos de la pandemia también se ven en las personas que viven fuera de ellos. “La preocupación de los geriatras y los médicos que atienden a personas mayores también están para las personas que viven en sus casas”, indicó.
Controles adecuados del MSP
A la vez, comentó que desde el inicio de la pandemia se realizó un “fuerte trabajo” con las autoridades sanitarias. En este sentido, recordó que, desde el Ministerio de Salud Pública, en conjunto con prestadores privados y públicos de salud, se buscaron estrategias en los establecimientos con el fin de que fueran supervisados. “A cada prestador se le asignó un número de residenciales para que estuvieran bajo su supervisión, incluyendo las supervisiones de las condiciones edilicias y de seguridad para prevenir contagios”, agregó Roldán. De esta forma, se realizaron capacitaciones y se dieron estímulos para que los funcionarios pudieran capacitarse en cómo utilizar sus equipos de protección, así como también conocer cuáles son los riesgos de contagio, tanto dentro como fuera de los centros.
Consultado sobre si se monitorea el cumplimiento de estos requisitos, Roldán señaló que desde el Ministerio de Salud Pública se controlan los aspectos sanitarios y la disponibilidad de los medios de protección de forma tal que el personal utilice adecuadamente estas medidas de protección.
En otra línea, Roldán aseguró que se ha visto la intención de algunas personas de retirar a sus familiares de los residenciales, pero dijo también no tener la información de si el número de quienes realmente lo han hecho, haya sido significativo. Además, mencionó que, por el contexto en el que se está, el riesgo de contagio es elevado, sin distinción de lugar. “Dentro de los residenciales se manejan protocolos y la posibilidad de tener equipos de protección que, a veces, viviendo con la familia o solos no se tienen, por lo tanto, me parece que no es lo más aconsejable sacar a las personas de los residenciales”, señaló. Igualmente, explicó que la mayor parte de los adultos mayores que viven en centros residenciales tienen un alto grado de dependencia, por lo que necesitan atención compleja. “A veces queremos darles los cuidados que necesitan, pero no tenemos la capacidad de hacerlo”, enfatizó al respecto.
Roldán indicó que los residentes viven “con mucha expectativa” la actual campaña de vacunación contra el covid-19, y agregó que la gran mayoría de ellos han aceptado que se trata de una medida de protección que los afecta directamente a ellos. Además, comentó que se tiene la logística necesaria para ejecutar este proceso. “Cuando llega la delegación a vacunar se dispone de todo lo necesario para que puedan trabajar con tranquilidad”, afirmó. Respecto a las inscripciones, que se realizan a través de internet, el entrevistado declaró que hay consciencia de las personas mayores a inscribirse y de la ciudadanía a apoyarlos.
Desafíos emocionales
Dentro de los protocolos para evitar el contagio en los residenciales de adultos mayores se encuentra la disposición del evitar el contacto físico entre familiares y residentes, una disposición que a nivel emocional puede conllevar dificultades. Respecto a ello, el presidente de la Sociedad Uruguaya de Gerontología y Geriatría manifestó que se trata de una situación muy difícil de afrontar, pero que ha sido contemplada por parte del personal para poder ayudar a los residentes a sobrellevarla de la mejor manera posible.
No obstante, aseveró: “ese distanciamiento social también lo han sufrido mucho las personas que están fuera de los residenciales, porque su vida cambió mucho más. Estaban acostumbradas a una rutina que de un momento al otro cambió. Para las personas que viven dentro de los residenciales, su vida no cambió tanto”.
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