El intento de creación de una nueva competición por algunos de los clubes más importantes del mundo amenazó desatar una guerra contra la FIFA por el control del orden mundial del fútbol. El rápido naufragio de la iniciativa entierra –al menos provisoriamente- un negocio multimillonario que promueven grandes fortunas provenientes de países como EE.UU., China y Emiratos Árabes.
El deporte más popular del mundo trasciende la competencia, la pasión de los hinchas y el mercado. Dentro de las relaciones internacionales, el fútbol se incorpora dentro de lo que según Joseph Nye se llama “Poder Blando”, es decir la capacidad que tiene un Estado u otro actor para incidir mediante valores, personas influyentes, cultura, políticas o instituciones.
Un ejemplo se vio con la selección de Costa de Marfil que, junto a su capitán Didier Drogba, pudo lograr una tregua en su país al alcanzar la clasificación al mundial de fútbol de Alemania 2006 y convencer a ambos bandos de retomar las conversaciones de paz y evitar otra escalada en la primera guerra civil del país. Otro caso de influencia fueron los disturbios en el partido clásico entre el Estrella Roja de Belgrado y el Dinamo Zagreb, el 13 de mayo de 1990 en Yugoslavia, donde el choque entre ambas hinchadas y la famosa patada del futbolista croata Zvonimir Boban a un policía cuando intentó defender a un hincha croata, se toman simbólicamente como antesala a las guerras yugoslavas, las cuales estaban marcadas en un contexto de creciente etnonacionalismo debido a una crisis política y económica local e internacional.
La Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) tiene un lugar destacado a nivel geopolítico que obtuvo al pasar los años y actualmente posee más miembros que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como por ejemplo Taiwán, Kosovo y Gibraltar. Dos de ellos, países de reconocimiento limitado (Taiwán y Kosovo) o un territorio de ultramar (Gibraltar). El fútbol permite una gran visibilidad para los países o distintas reivindicaciones de distinto tipo, además de contribuir al proceso de legitimación de su posición a nivel global.
Super-negocio impopular
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, anunció el pasado domingo 18 la creación de la Superliga europea compuesta por 12 clubes, amenazando la conducción que mantiene la FIFA sobre el deporte más popular del mundo. La competición estaría compuesta por seis cuadros de la Premier League inglesa: Arsenal, Chelsea, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Tottenham Hotspur. Tres de la Liga española: Atlético de Madrid, Barcelona y Real Madrid. Y tres de Italia: AC Milán, Inter de Milán y Juventus, además de un número de clubes invitados y otros que podrían ingresar por un sistema de clasificación.
Según la revista alemana Der Spiegel, Pérez y los otros clubes se prometieron una ganancia de millones de euros mediante la venta de los derechos de televisación, los que serían usados para pagar un anticipo facilitado de 3.525 millones de euros por el JP Morgan Chase a modo de financiación inicial a cambio de que los clubes participaran durante 23 años en la Superliga. Además, por año cada club debería pagar 264 millones de euros a la empresa de servicios financieros, teniendo un ingreso de base de más de 3100 millones de euros anuales.
También podrían pagar menos impuestos ya que se había propuesto que los pagos se realizaran por una empresa localizada en un paraíso fiscal como Luxemburgo, que a la vez dicha empresa sea propiedad de otra holandesa y que también esta sería propiedad de otra. Además, los derechos de televisación serían trasladados al pequeño país para evitar pagar mayores impuestos.
Pero esta caída de la Superliga se dio por la presión de hinchas, gobiernos y las asociaciones de fútbol. Las hinchadas de cuadros como el Chelsea o Liverpool se manifestaron con gran fuerza, mientras que líderes como el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, afirmaron que usarían todas las herramientas necesarias para parar esta liga. Mientras que la FIFA amenazó en prohibir a los jugadores de participar en sus selecciones nacionales si eran parte de este proyecto.
Tanta presión resultó positiva y en menos de un día los seis equipos ingleses retiraron su apoyo, lo mismo pasó con el Atlético de Madrid y los equipos italianos, quedando el Real Madrid y Barcelona actualmente en el proyecto.
A nivel geopolítico, el fracaso del proyecto también se explica por no tener el respaldo de Francia ni de Alemania, que a nivel regional son el cimiento de la Unión Europea y sin la presencia de ningún equipo de la liga francesa, ni siquiera el Paris Saint-Germain (de capitales cataríes) o del equipo bávaro y actual campeón de la Champions, Bayern Múnich, poco pueden lograr. En Alemania se tienen una férrea política en que los hinchas de los clubes tienen un rol importante y además el sistema de propiedad de los clubes evita que los fondos de inversión tengan la mayoría de las acciones de estos.
Las fortunas (y naciones) detrás de los principales clubes europeos
De estos 12 equipos, varios están en manos de empresas o inversores extranjeros, los cuales tienen importantes lazos en el mundo de la política. Por ejemplo, el multimillonario estadounidense Stan Kroenke, dueño del Arsenal Football Club de Inglaterra, el Denver Nuggets de la NBA, el Colorado Rapids de la Major Leage Soccer y el Angeles Rams de la Liga de Fútbol Americano, donó, en 2017, US$ 1 millón para el fondo de inauguración de la ceremonia de asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, según el medio inglés The Independent.
Por su parte el estadounidense Joel Glazer, es quien actualmente preside el Manchester United junto a su hermano Avram y es también el vicepresidente del equipo de fútbol americano Tampa Bay Buccaneers. Además, en el 2018, Joel organizó una cena de recaudación de fondos para Trump, y las entradas más caras costaron US$ 250 mil. Mientras que su hermano Avram ha donado a los demócratas a lo largo de los años, incluidos casi US$ 400 mil, al Biden Victory Fund para la campaña del año pasado.
Otro equipo en manos norteamericanas es el Liverpool Football Club, que es propiedad de Fenway Sports Group, empresa que también posee al equipo de baseball Boston Red Sox. Esta empresa deportiva fue fundada por Thomas Werner y John Henry. Ambos han apoyado a los demócratas, Werner ha donado más de US$ 200 mil a causas de ese partido, siendo US$ 75 mil para el Unite the Country, el fondo político de Biden.
También el AC Milan tiene capitales norteamericanos, siendo adquirido por la Corporación Elliott Management, fundada por el millonario Paul Singer, quien de filiación republicana ha aportado grandes sumas al partido durante varios años, por ejemplo, la donación de US$ 1 millón para la campaña presidencial de Mitt Romney en el 2012 y también la misma suma para el fondo de la ceremonia de inauguración de Trump.
Por otro lado, está el Jeque Mansour bin Zayed bin, quien es el dueño del grupo City, que engloba a los equipos del Manchester City, Melbourne City, New York City, Mumbai City, Girona de España y Montevideo City Torque. Además, es el presidente Mubadala Investment Company, la sociedad comercial del gobierno del Emirato de Abu Dabi y es medio hermano del actual presidente y Emir de Abu Dabi, Jalifa bin Zayed.
Asimismo, China desea ser una potencia futbolística para el año 2050 y ha cambiado su estrategia respecto a años anteriores, pasando de estimular las inversiones en cuadros europeos (Wolverhampton, RCD Espanyol) a llamar a mejorar el fútbol local para “enorgullecer al partido comunista”, el gigante asiático busca que los inversores potencien ese deporte en su país. Pero la excepción es el Inter de Milán, que fue comprado en el 2016 por el gigante minorista Suning Commerce Group. Actualmente es propiedad de Steve Zhang, hijo del multimillonario Zhang Jindong, fundador de sociedad comercial Suning group, miembro del partido Comunista de China y miembro de la Asamblea Popular Nacional de China.
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