Cualquier valoración que se emita sobre los orígenes de La Mañana como medio de prensa, no puede desconocer que su nacimiento se produjo en el momento de inflexión, en que nuestro Estado Oriental comenzaba a recuperar el principal atributo de un sistema democrático: ampliar la base de los participantes de la cosa pública.
Y surge como freno en el preciso instante en que se pretendía desactivar las conquistas electorales del 30 de julio de 1916. Todo lo demás es literatura interesada, ya sea de leguleyos más preocupados por las formas que por el contenido del demos, o de ideólogos que obstinadamente se han propuesto introducir la realidad a la fuerza en el escaso cuadrante de sus visiones teóricas. Llama poderosamente la atención con la vehemencia que se ha descolgado alguna revista gubernista. Esta inusitada agresividad contra esta publicación que con gran esfuerzo ha logrado reinstalarse en el mismo sendero con que inicio el camino hace más de cien años a qué responde?
¿A qué se debe esta repentina virulencia de ciertos órganos escritos de la izquierda tradicional?
¿Será que hasta ahora ellos, los que pretendían monopolizar el paradigma de las reivindicaciones populares y de las virtudes nacionales, se le hace cada vez más difícil explicar a la gente que en casi 15 años de gobierno lejos de haber avanzado por ese camino lo que si se ha acentuado es el deterioro corrosivo, y ya nadie duda que año a año, mes a mes la caída es inocultable?
Es así como echan mano al viejo principio – de los años de oro del PCU – de que la mejor defensa es un buen ataque. Es preferible acusar a los Manini de posicionar La Mañana en apoyo del proceso “Cívico-Militar” (nombre eufemístico de la dictadura) cuando es bien sabido que precisamente en ese año 1973 se les arrebató la empresa familiar. Como están convencidos que la historia reciente solo la pueden contar ellos piensan que no quedó documentado todo el tesonero esfuerzo que realizó el Partido Comunista para subirse al carro de los golpistas en ese fatídico año para las libertades públicas!
Toda la literatura de falsedades históricas en que pretenden introducir a forcep a los sectores productivos en irreconciliable dialéctica de chicos y grandes, de latifundistas y pequeños productores, de trabajadores y patronos, se desmorona si se la compara con la realidad verdadera de estos últimos 15 años. Enfoque seudo-científico que sirve de cortina de humo para ocultar la gran realidad, que eso si es lo que le interesa en definitiva a nuestra gente: la pérdida ininterrumpida de puestos de trabajo de estos últimos años y la inseguridad que esto le acarrea al colectivo.
Se calcula en 40.000 los puestos de trabajo perdidos en estos últimos años. Para dar una prueba irrefutable: de los 1.200 afiliados a la Cámara de Industrias (CIU) se redujeron a 800. Teniendo en cuenta que el 87% son pequeñas y medianas empresas, nos imaginamos que para los conductores de la macro-economía de la calle Colonia y Paraguay, y para sus escribas “progre” el dato es irrelevante.
Y cuando estos maquilladores profesionales de la realidad nacional, se
ponen a dictar cátedra sobre el enfoque progresista en el universo
agrario, se hacen los olvidados que en estos años se dio un proceso de
concentración de la tierra como nunca se había conocido antes y de la
sistemática destrucción de la clase media rural: llámese granjeros,
tamberos, ganaderos, arroceros apicultores o de cualquier persona de
manos encallecidas en labores rurales que pudiera aspirar al beneficio
del espíritu del Reglamento de Tierras” de cuneo auténticamente
Artiguista.
José Varela