Ricardo Pascale. Del freno al impulso. Una propuesta para el Uruguay futuro, PLANETA, 382 págs., $750, abril de 2021.
Asumiendo el desafío de retomar la senda de Carlos Real de Azua, el economista Ricardo Pascale plantea la raíz del problema económico uruguayo: una economía estancada estructuralmente con un creciente rezago con las naciones que otrora tenían desarrollos equiparables.
Pero el aporte quizás más significativo, en una dinámica social que prestigia la mirada nostálgica sobre pasados tomados en forma acrítica y acumular diagnósticos tras diagnóstico, sea aventurar rutas para escapar a un hipotético destino de empobrecimiento y subdesarrollo.
“Hoy rara vez se habla del futuro, lo nubla la inmediatez. Vivimos una tiranía del corto plazo, sin tener bien claro el rumbo hacia donde se va. Uruguay tiene problemas económicos desde mediados del siglo XX. Hay diagnósticos que ponen de relieve que tenemos un rezago comparado con países que eran nuestros referentes. Nuestro PIB per cápita se va separando de esos países, y aún peor, de otros que hasta hace pocas décadas podíamos compararnos como Nueva Zelanda. Esto es algo evidente e inocultable”.
“O seguimos en una vieja economía que produce básicamente commodities o productos industriales de baja o media tecnología, donde la volatilidad de los precios de su producción, fijados por otros, somete a nuestra economía a fluctuaciones cíclicas no deseadas, que se reflejan negativamente en el bienestar de la población. Esto es, nos damos por vencidos y seguimos un camino que profundice el fracaso. O, Uruguay toma una alternativa más provisoria. En ésta, la economía debería pasar de la forma más perentoria, a una economía que se base en mayor proporción en la incorporación de conocimiento, ciencia, tecnología e innovación destinadas a la producción de sus bienes y servicios, de un valor único y mayor valor agregado. Una oportunidad de transformar nuestro país, en etapas, pero con un rumbo claro y un futuro esperanzador para el bienestar de la sociedad”.
El presente ensayo arranca con una cita de Joseph A. Schumpeter: “El mejor camino para que una nación se proyecte mejor en el futuro es que definitivamente asuma que solo innovando podrá alcanzar a los países más prósperos”. Y por ende no es de extrañar que una columna fundamental de las hipótesis que maneja Pascale sea originada en los desarrollos teóricos del economista Robert Solow, un discípulo, asimismo de Wassily Leontief.
“Hasta ese momento, los factores del crecimiento eran básicamente el capital, el trabajo y los recursos naturales. Solow concluye que ni el capital, en el trabajo, ni los recursos naturales explicaban en su mayor parte la causa por la cual crecían los países. Se encuentra con un residuo, llamado “residuo de Solow”, que resume toda la parte del aumento del producto que no es explicada ni por el capital, ni el trabajo, ni los recursos naturales. Lo llamaron ‘progreso técnico’·, y era la enorme mayoría de la explicación del crecimiento económico. En concreto, ese factor es el conocimiento. Se formaliza por primera vez al conocimiento como un factor central para explicar el crecimiento económico de los países. En el modelo neoclásico de Solow el conocimiento es exógeno, luego vendrían otras teorías que ampliarían estas ideas. Obviamente, del conocimiento se hablaba desde siglos atrás, pero no con esta claridad, con esta importancia, con esta rotundidad que hizo Solow”.
El texto de Pascale es de lectura adictiva, incluso para profanos totales en la materia pues a su claridad expositiva suma información histórica jalonada de anécdotas que enmarcan la dimensión humana de la economía.
Una opción clave para sumar al necesario debate de temas que nos atañen a todos los que nos duele nuestra nación.
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