Estimado Director de La Mañana,
En la edición del día 24 de abril, en el artículo del Sr. Marcos Methol titulado “El problema del Mercosur es cultural“, se hace un análisis sobre la historia del Mercosur, así como de los nexos históricos del Uruguay con la región.
Desde ya que comparto plenamente la idea de que el Uruguay debe, indefectiblemente, avanzar en la integración regional, y unir lo que nunca debió ser desunido, la América Española (o Lusitana según se quiera).
Para ello es menester entender el proceso político de la creación del Mercosur, para así determinar su futuro.
La política exterior de Brasil, desde siempre, se ha movido coordinadamente con su economía, con el gran objetivo de convertir al Brasil en un actor de peso en el plano internacional. Si bien dentro de Itamaraty existen dos corrientes, la autonomista y la universalista, el objetivo es siempre la construcción de poder.
La escuela autonomista apunta a un Brasil potencia, con base en el continente, y con el poder suficiente para poder tomar decisiones y ejecutarlas sin estar bajo la égida de poderes foráneos.
La Universalista apunta a un Brasil moviéndose en el entramado jurídico internacional, para desde ahí convertirse en el referente de la región, logrando un desarrollo de carácter aperturista. El objetivo es siempre el Brasil potencia.
A comienzos de la década del 90, Brasil pone en valor la segunda de las escuelas, la Universalista, y avanza en un proceso de apertura de su economía luego de años de proteccionismo. Todo bañado por las seductoras aguas del auge neoliberal imperante. Sin embargo, la clase dirigente brasileña no le dio la espalda a su industria Paulista y, a través de la ampliación de su mercado interno, esto es incorporando a la Argentina, logra mantener viva la producción industrial aun ante los embates de la competencia internacional.
Siempre que uno gana, otro pierde. El gran perdedor del Mercosur es Argentina. Claro que ese tiempo encontraba al vecino país con poca capacidad de maniobra luego de varias hiperinflaciones y con un complejo industrial en ruinas producto del desmanejo tanto de la última dictadura cívico-militar, como de la social democracia encarnada en Raúl Alfonsín.
Hoy nuestros hermanos argentinos vuelven a estar en una situación muy delicada, casi al borde de la disgregación nacional, y en el horizonte se ve asomar un gobierno, aun sin cabeza visible, pero que sin duda va a promover la reindustrialización del país. Eso, sin dudas, lleva a discutir nuevamente el Mercosur. El diagnóstico es claro: Argentina no tiene futuro en el Mercosur así como está formulado.
El caso es que Brasil y Argentina no funcionan como Francia y Alemania, ya que no son economías complementarias sino más bien competitivas. Lo que abre la interrogante de ¿Cuánto más va a sostenerse esta unión aduanera? Y lo que es más importante ¿Qué piensa hacer el Uruguay ante esta indefectible ruptura del bloque?
Sobre una base histórica, nuestro país debe volcarse a recrear el eje Bogotá, Caracas, Lima, Buenos Aires, Montevideo, donde la complementariedad está dada por las ventajas comparativas de cada uno de los países que la componen, obviamente incluyendo a Bolivia, Ecuador y Chile. Este mismo bloque en el futuro funcionará de contrapeso para una integración con el Brasil, sin que exista una relación de subordinación de ninguna de las partes.
Se vienen tiempos revueltos. Ya se baten tambores de guerra en el Atlántico sur y en el Pacífico. Esperemos que nuestra dirigencia esté a la altura y tenga la madurez necesaria para accionar políticamente en función de los intereses de nuestra Patria.
Santiago García Loriente
TE PUEDE INTERESAR