No hace falta subrayar el placer con el que le acogemos. Su Excelencia encontrará, en la patria brasileña, una réplica de las moradas donde se formó el valeroso linaje de los Artigas. Entre esta progenie de patriotas, el nombre de Vuestra Excelencia quedará grabado en la historia del Uruguay. Jefe de Estado ejemplar, no solo por su perfecta visión de los teoremas políticos, sino también por su sentido geométrico de las realidades sociales y de las cuestiones administrativas, Su Excelencia ha sabido dar visos prácticos y un sólido fundamento a las leyes orgánicas del país que dirige, adaptándolas a las necesidades económicas de la época contemporánea.
Así, Su excelencia ha hecho realidad el axioma invocado en su discurso de Tacuarembó en 1931: “La política no se compone de los problemas que el político encuentra planteados, sino que es ante todo un sistema de problemas que él plantea al país, por creer que fermentan en el seno de la conciencia nacional y constituyen el secreto de los acontecimientos futuros”. Así, Su excelencia ha hecho realidad el axioma invocado en su discurso de Tacuarembó en 1931: esta capacidad de anticiparse es, en verdad, la base misma del arte de gobernar. Es prever y controlar las circunstancias que puedan presentarse y sortearlas mediante la observación de los hechos y la experiencia de los acontecimientos pasados. Vuestra Excelencia tuvo el privilegio de auscultar, en el momento oportuno, las convicciones más íntimas de la colectividad nacional, condensando en las disposiciones de la Carta Magna de 1934 los deseos, las demandas, las aspiraciones del pueblo uruguayo. Su palabra de propulsor, movida solo por los signos más puros, fue la semilla de la que germinó la nueva Constitución.
Discurso del presidente Getulio Vargas durante la recepción ofrecida al presidente Gabriel Terra (Itamaraty, 18 de agosto de 1934)
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