Decía el ilustre jurisconsulto italiano Francesco Carrara, una frase que no por conocida ha perdido su vigencia al día de hoy: “En todo tiempo y lugar, cuando la política entra por la puerta, la justicia sale despavorida por la ventana.” Profunda y certera reflexión de uno de los más grandes penalistas de todos los tiempos, extensiva a todas las ramas del derecho. Si esta fuga llega a producirse inexorablemente nos topamos con el principio del fin del Estado de Derecho.
Y hay muchos inconfesables intereses, que solapadamente, vienen apostando a que esto suceda.
Hace apenas poco más de un mes, el 24 de marzo de 2021 el representante por el orden Docente en el Consejo de Facultad de Derecho, Dr. Juan Ceretta, que revista como activista en DDHH de UDELAR, recibe un largo comunicado con el membrete de ONU, del Jefe Subdivisión de Tratados de Derechos Humanos, Ibrahim Salama…“El comité ha reiterado dicha decisión y ha solicitado al Estado (uruguayo), se suspenda la retirada del predio que actualmente los autores ocupan, mientras la comunicación está siendo considerada por el Comité, o que se le otorgue alternativo adecuado…”
Leyendo detenidamente este texto, se asemeja más a una orden imperativa, que a la mesurada respuesta que correspondía a una consulta de afligidos profesionales universitarios uruguayos nucleados en torno a FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) que inexplicablemente acaban de despertar después de quince años, de ininterrumpida debacle social, a una realidad que los dejó perplejos.
Qué también quede claro, quien da pie al imprudente tenor del comunicado de la mayor organización internacional existente en el mundo, son coterráneos nuestros, que actúan al mejor estilo de provocativos coyotes aulladores. ¡Como en los tiempos dorados de las intervenciones extranjeras en nuestra América, de triste memoria!
Tortuosa la estrategia escogida por ciertos círculos académicos ideologizados, que no vacila en acudir a poderes supranacionales en busca de apoyo para frenar cualquier atisbo de solución que pueda surgir desde la Coalición Republicana, que de hace poco más de un año viene gobernando y ya tiene trazada una estrategia que le permita enfrentar, además de la pandemia, a este peludo de regalo, incubado por tanto tiempo con moñas de colores “progresistas”. La sola posibilidad de amortiguar la calamitosa situación social, que dejaron quince años de administración de un supuesto signo socialista, exaspera los ánimos de los que no vacilan en neutralizar cualquier política que a las nuevas autoridades les facilite alguna solución con el sector más vulnerable de la población.
La solícita e imprudente irrupción de la ONU en nuestro medio a través de uno de sus altos funcionarios, Ibrahim Salama, jefe de Secretaría de la Conferencia de Durban, nos augura dudas y serias complicaciones en el futuro inmediato. Es un tiro por baranda destinado a iniciar una audaz y nueva geopolítica en un lejano país -el nuestro- del Atlántico Sur, abriendo un frente en las antípodas de un convulsionado Medio Oriente al borde de la guerra, que nos involucra en un conflicto que nos es totalmente ajeno. Además, esta cruzada fundamentalista, que pretende redimir ipsofacto los segmentos humanos sumergidos bajo la línea de pobreza, embistiendo los efectos sin atacar las causas, y sin denunciar responsables, es totalmente capciosa y arbitraria.
Por un lado estan, los torremarfilistas de FADU, que derrocharon un precioso tiempo en jugar a los “zoológicos de cristal” en lugar de comprometerse en planificar y ejecutar planes de viviendas sociales, cuando los vientos sí soplaban de cola, rehusan hacer autodrítica y sienten cargo de conciencia. Por otro lado, ciertos relevantes funcionarios, que, con paciencia y astucia, lograron posicionarse muy bien en los cuadros directivos de la ONU, y aparentando desinteresados tópicos filantrópicos, dejan escapar olor al tufillo del rencoroso discurso de Amr Muossa en la Conferencia de Durban de 2001 y sus caprichosas disquisiciones sobre el racismo mayor.
Nuestro país necesita paz y tranquilidad para recuperar el tiempo perdido y rehacerse de las inexorables consecuencias que nos traerá esta pandemia.
No solo los misiles que dibujan luminosas hipérbolas en las noches provocan destrucción y muerte al explotar en tierra y generan pánico.
Hay otros misiles, invisibles para los que están cegados por el odio y el revanchismo, que su objetivo es dejar en ruinas un orden de convivencia pacífica, que permitió a nuestro país durante más de un siglo- salvo algún interregno- vivir en armonía entre todos los uruguayos.
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