Organizada por la Conmebol (FIFA) será la cuadragésima séptima competencia futbolista entre las selecciones de América del Sur, y como nunca antes, y viene provocando sentimientos encontrados. Alegría y miedo, ansias y recelo, sorpresa y alarma, admiración y desconfianza. La lista de inéditas y encontradas reacciones podría seguir hasta su discutida y polémica aceptación por Brasil.
En un principio estaba previsto que la sede sería compartida entre Colombia y Argentina. Países que declinaron el compromiso de albergar el campeonato. Colombia por la ola de protestas contra el gobierno que se fueron originando en varias ciudades, incluidas las sedes donde se disputaría el torneo. Protestas que fueron subiendo de tono que hicieron cada vez más violentas, donde han muerto al menos cincuenta y nueve personas y más de dos mil han resultado heridas.
El 21 de mayo, el presidente de Colombia, Iván Duque, solicitó a Conmebol aplazar la Copa América para fin de año, pero la propuesta no fue aceptada y quedó Argentina como única sede.
Pero nuestro vecino que a su vez enfrenta “el peor momento de la pandemia”, según dijo el propio presidente Fernández, ya se registran casi 3,8 millones de contagios con más de 77 mil fallecimientos, y el gobierno considera que el cuadro sanitario es el peor desde que se inició la pandemia. Además según las encuestas, la mayoría de la población, víctima de pánicoestaba en contra de la realización de la Copa América.
Así que el 30 de mayo Argentina también renunció a la celebración.
Después de todo este insólito trajinar se le propuso a Brasil quien aceptó la iniciativa.
Este país es el segundo en el mundo en número de muertes por covid y el tercero en casos confirmados. Se dice que el país ya entró en la tercera ola de casos y muertes y que la situación es desesperada. Solo hay un 10% de la población vacunada, los casos crecen rápidamente y la ocupación de cuidados intensivos se ha incrementado.
Una de las preocupaciones está en que por más que los partidos se jueguen con las gradas vacías, sin espectadores, las personas se agolparían formando multitudes, en las afuera de los estadios, en bares, en fiestas, en casas particulares, en varios lugares.
Y el riesgo que se corre es tanto para Brasil, como para las delegaciones visitantes y el resto del mundo, dada la circulación de distintas variantes de la enfermedad y la posibilidad de trasmitirlas a otros países.
¿Por qué será que la Conmebol en vez de llamar a la prudencia, y postergar la fecha -motu propio- del popular evento deportivo, está apelando a una polémica tentación de transgredir pregonadas normas sanitarias? ¿O será que se trata de un intento deliberado por intentar utilizar un camino de euforia contundente para amortiguar la vorágine de efectos secundarios que esta calamidad sanitaria viene provocando en la mente de la gente, con seguramente consecuencias aún más letales para el cuerpo social, que el propio covid?
Lo que sí es evidente que muchos no logran captar el soez componente político que con ánimo de envenenar las aguas se viene deslizando subrepticiamente en el imaginario público.
Alejo Martínez
TE PUEDE INTERESAR