El 21 de junio reabrieron los centros culturales y el 1 de julio se podrá volver a visitar la exposición de Elsa Andrada en el Museo Gurvich.
Conocí a Elsa Andrada en la década de los 70 en Barcelona, en una de las exposiciones que organizó la Sala Dalmau del Taller Torres García. Me impactó la fuerza que emanaba de su mirada serena y penetrante. Comprendí de inmediato la riqueza de su personalidad que, habiendo estado en un ambiente dominado por el maestro Torres García, supo desarrollar una forma propia de expresarse en sus obras con fluidez, en busca de un camino personal.
Elsa Andrada nació en marzo de 1920 en Montevideo y falleció en Nueva York en marzo de 2010.
Desde niña quiso dedicarse a la pintura. Se inició en el taller de Renée Geillae Castro de Sayagues Lasso, hasta que en 1943 entró en contacto con el Taller Torres García. Allí conoció al hijo mayor del maestro, Augusto, que sería su esposo y con quien tendría su único hijo, Marcos.
En 1944, Joaquín Torres García y sus discípulos pintan el Pabellón Martirené para enfermos de tuberculosis, en la Colonia Saint Bois. Elsa interviene en el mural El Tambo, ubicado actualmente en la Torre de las Telecomunicaciones de ANTEL. Es un mural de naturaleza constructiva de colores puros, muy al estilo de las enseñanzas del maestro y bajo sus estrictas directrices.
En la década de los 50 su investigación sobre la forma la llevó a producir obras relevantes, siguiendo la última etapa del maestro con formas de estructuras abiertas o cerradas en evidente abstracción, sobre fondo de colores terrosos. En 1953 se convoca un concurso dentro del taller para realizar un vitral para un panteón en el departamento de Artigas. Concurren Gurvich, Matto y Elsa y se le adjudica a ella la realización de la obra.
Entre 1954 y 1956 viajaron por Europa y en 1960 van a Nueva York por primera vez donde residen por dos años. Fue una etapa fructífera en la que estuvieron en contacto con muchos artistas uruguayos con motivo de una importante exposición del Taller Torres García en la institución The New School of Social Research, en la que participaron un nutrido grupo de artistas.
Regresan a Montevideo en 1962 y a los dos años, en 1964, se instalaron en una casa en Punta Gorda, en la calle Itacurubí, construida por el arquitecto Ernesto Leborgne, hoy declarada monumento histórico nacional. Según el testimonio verbal de Elena, la hija del arquitecto, Elsa disfrutó mucho de su nueva casa donde pudo desarrollar sus preferencias en la decoración a través de un cromatismo severo y vivo que escogió para pintar las paredes. Estas preferencias reflejarían una personalidad fuerte que se escondía bajo su silencio. Las dos mujeres trabaron una fuerte amistad y según Elena, el deseo de Elsa era estar siempre en segundo plano. No quería destacar, siempre cedía el protagonismo a Augusto. “Elsa vivía para Augusto y para su arte(1)…” y según Fernando Castillo, trabajaban juntos experimentando nuevos caminos en los que se influenciaban mutuamente(2).
Es a partir de 1965 que Elsa desarrolla su personalidad artística evolucionando hacia una óptica dentro de los planteamientos del artista Giorgio De Chirico cuyo conocimiento tanto le impactó. Hay que poner de relieve esa voluntad fuerte que se desarrolla de forma callada fuera de la influencia del maestro Torres García, aunque siempre conservando una estructura constructiva en sus obras.
En 1973, Elsa Andrada y Augusto Torres se instalaron en Barcelona, España, en una larga estadía de períodos intermitentes hasta 1992. Fueron años de intensa búsqueda y experimentación con el gran soporte de la Sala Dalmau, tan cercana a la obra de Torres García y sus discípulos. Fue en esa ciudad donde Augusto Torres había nacido en 1913 y donde falleció en 1992. Sin su esposo, Elsa cerraría su etapa en Europa y regresaría a Montevideo, y posteriormente iría a Nueva York con su hijo, continuando con su arte, difundiendo la obra de Augusto y colaborando en el ámbito de los discípulos de Torres García.
Participa en todas las exposiciones del Taller de Torres García, tanto en Uruguay como en el exterior. Individualmente expone en Montevideo en 1968, en la Galería Moretti, paisajes de corte tradicional y retratos al natural constructivos que ya evidencian una transición, y en 1977, en la Galería Syra de Barcelona, España, donde los paisajes evidencian la desnudez del espacio representado característicos de la obra de De Chirico. En lugar de la vista trabaja la imaginación y lo fantástico invade la realidad.
El período comprendido entre estas exposiciones marca la evolución de la obra de esta artista. En la exposición de la Galería Moretti expone paisajes de corte tradicional, bodegones con elementos extraños incorporados y retratos al natural constructivos que ya evidencian una transición. Nueve años después, en la exposición de la Galería Syra, su evolución queda patente en todas las obras que presenta, es Elsa en toda su amplitud. Los paisajes son la más pura esencia de un paisaje imaginario, pero con las estructuras muy marcadas, de colores fríos. “Día gris”, “Patio” o “Vista del Puerto de Barcelona” evidencian la desnudez del espacio representado, evocando espacios de soledad, tan característicos de la obra metafísica de Giorgio de Chirico, cuyo descubrimiento tanto le impactó. Son pinturas enigmáticas que invitan a una melancolía persistente en un espacio imaginario… En lugar de la vista trabaja la imaginación y lo fantástico invade la realidad. Es una realidad ilógica pero verosímil.
La pintura metafísica de Elsa
La pintura metafísica quiere mostrar una atmósfera onírica ubicada en arquitecturas desiertas, paisajes mezclados con yuxtaposiciones de objetos, enlazando todo con la mente inconsciente más allá de la realidad física, de ahí su nombre. Pretenden explorar la vida interior del subconsciente mezclados con los objetos cotidianos representados fuera del contexto habitual. Esto da lugar a una especie de sueño pintado, un sueño bastante lúcido teniendo en cuenta el naturalismo de los objetos y la arquitectura, y su representación en espacios concretos.
En la exposición del Museo Gurvich podemos contemplar obras muy representativas, como “Paisaje metafísico con torre”, “Horizonte metafísico”, “Construcción onírica”, “Paisaje metafísico” o “Perspectiva”. Son paisajes urbanos inquietantes, imaginarios, que crean un mundo misterioso que enfatiza la soledad, con elementos arquitectónicos que pretenden ser los protagonistas de la escena irreal representada, en los que incorpora en muchos de ellos el horizonte del mar en color azul intenso, delimitando el espacio de la composición.
Hay que resaltar el uso de elementos naturales y objetos en los paisajes metafísicos introduciéndolos y respetando las perspectivas lineales. Son objetos que en un principio no guardan relación entre sí, pero que sí pueden iluminar lo más profundo del inconsciente, pueden clarificar nuestros estados de ánimo…dentro de un sosiego estático, “Paisaje interior con bodegón”, “Perspectiva con frutera” o “Paisaje marítimo con botellas azules”. Mención novedosa son sus esculturas metafísicas en forma de estrella en madera policromada o hierro, verdaderas expresiones del mensaje de Elsa.
Infatigables viajeros
Augusto y Elsa fueron infatigables viajeros… recorrieron el mundo en varias ocasiones en busca de la experiencia/inspiración que genera el contacto directo con las diferentes culturas, fuente profunda y constante de su inspiración artística. Argentina, Bolivia, México, Europa, Asia…comprando objetos de arte que influirían decisivamente en la materialización de su producción artística. Llegaron a atesorar 1200 piezas arqueológicas que su hijo donó en 2012 al Museo de Arte precolombino e Indígena, MAPI.
Sus obras integran las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, y Museo Municipal de Bellas Artes en Uruguay, y en colecciones privadas de Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, México, USA, España, Francia, Italia, Holanda, Alemania, Israel y Sudáfrica.
Se ha editado un catálogo con textos de la profunda investigación realizada por la curadora M. Eugenia Méndez. La exposición está magníficamente ideada y al visitarla, fácilmente se produce una comunión con el espíritu de la artista y sus planteamientos.
- Testimonio oral de Elena Leborgne
- Testimonio oral de Fernando Castillo
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