Las dificultades de la agricultura impactaron directamente en los contratistas agrícolas cuyo trabajo se redujo sensiblemente sin posibilidad de invertir en maquinaria que lleva un atraso de varios años. Para dar el paso hacia adelante, son necesarias líneas de crédito y una financiación adecuada, dijo el presidente de CUSA en diálogo con La Mañana.
El 7 de setiembre de 2007, en un contexto agrícola muy diferente al actual, se fundó la Cámara Uruguaya de Servicios Agropecuarios (CUSA), cuyos objetivos incluyen ofrecer servicios a una agricultura en expansión.
Edgardo Rostan, miembro fundador y actual presidente de la institución, dijo que la llegada de inversores argentinos implicó una fuerte demanda en la cantidad de trabajos y equipos agrícolas, “con mucha fuerza en la soja”, lo que causó, entre otras cosas, “que hubiera disparidad de precios” en los trabajos ofrecidos “y surgió la necesidad de contar con una institución que agrupara a las empresas y tener una tarifa básica que se fuera ajustando según los costos para no generar esa disparidad y discusiones, y poder tener una base de negociación”.
El nacimiento de la Cámara “no solo ordenó los precios y les dio un fundamento, también se trabajó en la posibilidad de hacer convenios con empresas y acceder a descuentos en las compras de repuestos, seguros, e incluso tenemos un plan muy beneficioso con Antel”.
Dos veces al año CUSA actualiza y publica las tarifas sugeridas que surgen como resultado de diferentes variables. Según Rostan, para realizar el cálculo se necesita analizar las horas uso de la maquinaria, el valor de la maquinaria, el precio del combustible, la mano de obra y el tipo de cambio. “Esas son las paramétricas con las que se determinan los ajustes, con la base de que se considera que la maquinaria se usa por 5 años, quedando un valor remanente”, dijo. Pasado los 5 años “esa maquinaria se vendería y compraría una nueva”.
La ganancia estimada por hectárea reflejada en la tarifa es de entre el 10 y el 15%. “Eso es un norte, una guía, después cada cual negocia con su cliente y toma la decisión de subir o bajar de acuerdo a su criterio”, señaló.
Respecto al trabajo mínimo necesario para que una máquina sea rentable, Rostan indicó que en el caso de una cosechadora se necesitan más de 1.100 hectáreas por zafra, “o sea que serían 2.500 hectáreas al año para tener esa tarifa sugerida, todo lo que hagas por menos de eso pasa a ser inviable”, advirtió.
Pero desde el auge de la agricultura ha caído “muchísimo el uso de la maquinaria” y mencionó dos razones: “no solo por agrandar los equipos sino porque se redujo el área de cultivo en el país” que generó “una sobreoferta de quipos que hoy son viejos, pero que están trabajando y sacan área de trabajo a los equipos importantes y con mayor tecnología incorporada. Además, si el productor no anduvo bien económicamente, a la hora de trabajar pone en su campo un equipo que le abarata unos pocos dólares, con personal que no está en regla, sin declarar en Banco de Previsión Social y por ahí pasa la ganancia, con lo cual hay competencia desleal”, enfatizó.
Consultado sobre cómo afecta la suba del combustible, el presidente de CUSA dijo que el gasoil “es una paramétrica en el ajuste de las tarifas, pero por lo general el gasoil que gastamos lo paga el productor, por tanto, no nos afecta directamente”.
“Los socios de CUSA trabajamos de dos formas: se nos contrata poniendo 13 litros la hectárea” que es la base de una cosecha, “o de lo contrario que nos aporten lo que realmente gasto, porque a veces las trillas son muy variables, entre 9 y 15 litros, y si gasto menos gasoil es porque los cultivos estaban en condiciones y limpios, o porque tuvieron bajo rendimiento. Pero el negocio nuestro no es a través del combustible”.
Se han perdido miles de hectáreas de trabajo
Los mejores años para la inversión en maquinaria fueron entre 2011 y 2013, luego “comenzó el bajón” y “empezó a haber sobreoferta de maquinaria con la agricultura perdiendo miles de hectárea de trabajo. El trabajo empezó a bajar y ahí el contratista, al no tener entradas y no poder sacar ni siquiera para amortizar, lo primero que hizo fue bajar la inversión que es la opción más rápida. Entonces, si hablamos que en la tarifa sugerida tenemos una cuenta que es cada 5 años poder generar el recambio de maquinaria, y si decimos que hasta 2013 se compró maquinaria nueva, significa que en 2018 comenzó a ser obsoleta”.
Bajar la inversión en maquinaria “nos permitió sanear las cuentas y mejorar la situación económica de las empresas, pero la consecuencia es que ahora hay equipos bastante obsoletos. Además, otros países usan la maquinaria mil o 1.500 horas y nosotros se la compramos usada, la hacemos andar”, y al no poder renovarla “estamos con el corazón en la boca, temiendo que se nos rompa cuando más la precisamos, cuando estamos en el campo del cliente que es donde no podemos parar”.
Además de reducir la inversión de maquinaria, el contratista también apeló a la producción agrícola con el fin de darle más oxígeno a su empresa. Con la caída de la demanda de los servicios agrícolas, “algunos contratistas están haciendo algo de agricultura propia. Cuando la agricultura decayó se tomaron, como medianería o arrendamiento, los campos que dejaron libres los grupos y algunos argentinos, eso les ha permitido tener alguna cintura para su empresa, pudiendo facturar un poco más”.
“El productor compra maquinaria y nosotros la vemos pasar”
Sobre la compra de maquinaria, Rostan dijo que “alguna encuestadora” difundió datos respecto a que “se está vendiendo mucha maquinaria, bueno, el que la está comprando es el productor que es nuestro cliente”, y eso pasa porque el productor cuenta “con apoyos crediticios y tiene mejores garantías que las nuestras, eso le permite acceder a la maquinaria”.
“En el sistema de garantía que nos piden no tenemos mucho para dar, los fierros que tenemos no valen nada como garantía y aparte el tiempo y plazo de crédito no está adecuado a lo que necesitamos, que por lo menos son 5 años. Lo que está pasando es que nuestros clientes compran la maquinaria y nosotros la vemos pasar”.
Rentabilidad
Para los contratistas “la rentabilidad se ha achicado cada vez más por ese sobreexceso de equipos y la caída del área de trabajo. La forma de licuar costos es con mucha área de trabajo y esa área bajó. Pero por otro lado estamos en un punto interesante de la agricultura con precios internacionales que alientan al productor a sembrar más y en invierno”.
Para dar el paso hacia adelante, “lo que necesitamos son líneas de crédito y financiación adecuada a lo que el contratista necesita. En su momento quedó claro el papel que juega la tecnología en el crecimiento productivo. Cuando hablamos de maquinaria no es solo el fierro nuevo sino tecnología que se incorpora: condiciones satelitales, balanzas, poder fertilizar, los pilotos, hay un montón de cosas para invertir, muy caras, y hoy es difícil llegar a tenerlas. Pero la agricultura necesita de esas tecnologías para pegar otro salto productivo, más allá de que hay productores lo pueden hacer, los contratistas no podemos”, concluyó.
Soja: hubo predios que apenas rindieron 350 k/ha
Este año la sequía afectó a la soja de forma variable, con establecimientos que vieron reducido sus rendimientos en forma considerable y a niveles mínimos. Luis Stirbulov de Estancia del Cerro, dijo el establecimiento trabaja en dos áreas, un ubicada en la zona conocida como Rincón de las Gallinas, cerca de Fray Bentos, donde se juntan los ríos Negro y Uruguay, y otra área en Cololó próximo al kilómetro 44 de la ruta 14.
En la zona de Fray Bentos la soja estuvo muy afectada por la falta de agua “con un promedio de 800 kilos, y en Cololó nos fue un poco mejor gracias a las lluvias, con un promedio de 1.370 kilos”, precisó. Este año “la caída de rendimientos fue la regla, y en ésta área hubo predios que dieron 350 kilos la hectárea, fue la zona donde la seca afectó más”, aseguró.
El predio de Fray Bentos cerró con números en rojo, pero si hacemos un promedio incluyendo el de la ruta 14 “nos da para empatar” y muy justos, al punto de que la soja que se iba a destinar a semillas tuvo que comercializarse.
Stirbulov celebró que la soja haya presentado mejores precios que hace unos meses, aunque “no significa que se haya vendido a 500 dólares la tonelada porque se vende antes de cosechar, cuando el valor estuvo muy por debajo, a 380, 420 dólares, entonces el promedio es menor”.
Otro problema de este año es que los granos maduraron a diferente ritmo, lo que implicó trillar para evitar la caída, pero otros granos estaban verdes lo que resta al precio por la humedad. Además, al no ser buena la soja se genera maleza que implica tratamientos y algunos agroquímicos subieron hasta 80%. Pasando todos los números en limpio, lo cosechado “nos dio justo para empatar”, resumió.
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