El escultismo es un movimiento de educación infantil y juvenil no formal que busca, a través del juego, las actividades al aire libre y el servicio a la comunidad formar ciudadanos comprometidos.
Robert Baden-Powell fundó hace 114 años en Inglaterra el Movimiento Scout, como una manera de trabajar y educar a jóvenes de pandillas, procurando su desarrollo físico, mental y espiritual. Tal ha sido el éxito del movimiento, que hoy se estima que existen 40.000.000 de scouts esparcidos por más de 165 países.
Aprender jugando
Hebert Pochelú es sacerdote y se desempeñó como capellán nacional del Movimiento Scout del Uruguay durante tres años. En conversación con La Mañana, relató la historia del movimiento y su actualidad. “La propuesta scout no se puede pensar sino desde el origen con Baden-Powell como explorador británico en África, y la rica experiencia que él tiene de entendimiento con las tribus aborígenes. Desde la riqueza de la actividad militar y de relacionarse con los nativos en esa exploración va adquiriendo un conocimiento que cuando vuelve a Inglaterra se enriquece del encuentro con la muchachada en las esquinas –un determinado número de gurises que naturalmente conceden liderazgos a uno de ellos–”, comenzó diciendo Pochelú.
Baden-Powell era hombre de fe anglicana, y por lo tanto él se acercó a estos grupos naturales de las esquinas con el fin de evangelizarlos “de hacerles conocer una manera nueva y distinta de relacionamiento humano, y concibe la propuesta Scout como de formación, de educación no formal a través de los intereses inmediatos que tienen, de formar la personalidad a través del juego, de la convivencia en el medio natural”.
En primer lugar puso énfasis en las pequeñas patrullas, término que provenía del lenguaje militar, que se asemejaba a los grupos de las esquinas, donde había un guía. Luego está el reparto de las responsabilidades o asignación de tareas en las patrullas, se capacita cada responsabilidad, por ejemplo, el encargado de botiquín, el de juntar la leña, el de la comida. Son responsabilidades rotativas, de acuerdo a los proyectos o desafíos que se va planteando cada patrulla.
“Todo está pensado con mucho detalle en la formación de la personalidad, que el niño, adolescente o joven, vaya adquiriendo el hábito, -que eso actúe como una segunda naturaleza-, a través de la educación no formal, a través del juego”, contó Pochelú.
Al ser un movimiento tan antiguo y extenso geográficamente, existen manifestaciones de varias religiones, dijo el padre Hebert. “El movimiento necesariamente es creyente. Baden-Powell pone la orientación de los deberes con respecto a Dios, la sociedad, la familia y uno mismo. Si viene alguien que no es creyente, como nos ha tocado tener en los grupos, se le pide respeto hacia la identidad del movimiento. Y en el ser creyente hay variedad; hay scouts judíos, mormones, evangélicos, y cada denominación religiosa puede poner su característica, pero siempre en esa centralidad de nuestra referencia con Dios”.
“Los cristianos tenemos a Jesús como el hermano mayor, porque una de las características en la formación integral que ofrece el movimiento scout es la de ser familia, por intereses y por experiencias, especialmente el lema de que el mayor defiende al menor, que va generando una conciencia de fraternidad. Y el gran modelo de ser hermano que se sacrifica por los suyos es Jesús, por eso se habla de Él como el hermano mayor”.
Buscando un norte a la vida
La flor de lis, símbolo del movimiento, se refiere a la orientación norte. “Así como en los antiguos mapas se marcaba el norte solamente con la flor de lis, Baden-Powell toma esa flor para indicar que el scout debe tener siempre un norte en su vida, un proyecto. Y para nosotros el norte es Jesus”, acotó Pochelú. “Y alrededor de la flor está el cordón con el lazo que nos recuerda que esa fraternidad no es solo entre nosotros, sino que es con todo el mundo”.
“Pienso que en este momento en que tantos padres preocupados por sus hijos ponen la mirada en el movimiento scout es porque lo siguen descubriendo como una propuesta muy válida. Sobre todo por la creciente dependencia a las pantallas; que haya una propuesta formativa, en clima de juego, que vallan unos días al monte donde el celular no está, y el joven descubre que puede ser tan o más feliz al lado de un fuego, de una cocinada en común, de canciones, exploraciones, todo eso es muy válido para la formación de una persona”, reflexionó Pochelú.
El Movimiento Scout cuenta con una extensa trayectoria en Uruguay, con grupos en casi todos los departamentos. “A pocos años de la formación del escultismo internacional se presenta acá por distintos caminos. Ha tenido muy buenos jefes y formadores, muy buenos comités de padres que han sabido acompañar a los educadores, y a mí me tocó asumir en un momento en que la capellanía había quedado vacante, cuando los obispos vieron que tenía un manejo de la propuesta educativa scout”, recordó Pochelú sobre su etapa como Capellán Nacional Scout.
“En los tres años que estuve me tocó acompañar el campamento nacional realizado en San Gregorio, con el lema ‘Tingó’ que significa la alegría del encuentro, con más de 2000 jóvenes scout. Era una ciudad de jóvenes esparcida por todo San Gregorio con distintos servicios, desde pintura de murales a obras de teatro, limpieza de playas, entre otros. Me quedó una satisfacción enorme, y continuamos trabajando junto a los dos sacerdotes que me sucedieron. En este momento las instancias formativas se vienen desarrollando de forma virtual, aunque de a poco se viene tratando de adaptar protocolos para mantener viva la llama de la actividad scout. Hay grupos que ante las necesidades ocasionadas por la pandemia salen a recoger alimentos que la gente dona para luego repartirla a personas que estén pasando necesidad, de manera que están cumpliendo con el lema ‘siempre listo para servir’”.
“El Movimiento Scout es una escuela de la vida”
Gabriel entró a los scouts en el año 1979 y desde entonces no se ha desvinculado más del movimiento. “Desde el primer momento entendí que para mí era importantísima la experiencia. En mi familia la costumbre era que al finalizar las clases nos íbamos a campaña y yo rompí esa costumbre con los campamentos scout. Luego fui madurando esa visión de que el escultismo era lo que decía Baden-Powell de enseñar jugando, de que tanto las reuniones y aún más los campamentos eran experiencias brutales, porque ahí se podía convivir y aprender que cada uno tiene algo para dar. Es una escuela de la vida”.
Luego, las circunstancias de la vida lo llevaron a estudiar en Montevideo. “Cuando me fui a Montevideo a estudiar, el ser scout me sirvió mucho, porque ya había extrañado lo que tenía que extrañar en los campamentos, había aprendido a cocinar, a hacerme el bolso, a administrarme”, señaló. “Además siendo adolescente comencé mi actividad como educador de los más chicos. En facultad continué yendo a los campamentos. Luego me recibí, me casé y me reintegré al movimiento como educador, desde el 1995 hasta hoy”.
Gabriel considera que el movimiento continúa vigente hasta la actualidad. “Primero porque esas pautas de educación no formal que tienen los scout se mantienen con una vigencia plena en cualquier época, y sobre todo por el hecho de que es una educación que tiene un vínculo muy estrecho con la naturaleza, y eso a los jóvenes les atrae mucho. Hay pocas propuestas educativas que tengan claro el tema de que se puede educar jugando, divirtiéndose, y en contacto con la naturaleza, aprendiendo sobre ella. Las salidas, las recorridas, subir cerros, conocer la flora y la fauna, que los juegos se realicen en esos ambientes, entre otras cosas son propuestas atractivas aun en la vida moderna de los muchachos”.
“La filosofía scout es fantástica, porque hay determinadas actividades como los ‘punto fijo’, que son algo revolucionario para cada uno. Consiste en la evaluación al fin de una jornada para escucharse entre todos en el grupo y determinar su accionar en el día; y eso resume lo que es la vida, ver lo bueno y lo malo y aprender de ello”, reflexionó.
“Hay algunos distintivos del Movimiento Scout: estar siempre listo, la idea de que el más fuerte ayuda al más débil, y enseñar a los jóvenes jugando, pero con instancias no de simples competencias, sino que se reconocen las diferencias, se trata de divertirse, compartir y entender que cada uno tiene algo para dar en la vida”.
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