No solo fue la niña que presenció el atentado contra su padre y que luego participó de su cuidado, según la foto profusamente difundida del Cap. Gral. Santos donde, además, está su esposa y el Dr. Bosch.
Tampoco fue solo la esposa del distinguido médico Isabelino Bosch Rodríguez. Teresa Petrona Santos y Mascaró brilló con luz propia, aunque pocos se hayan ocupado de conservar su memoria.
Sabemos que fue periodista y escritora. Pero la página de autores.uy –loable iniciativa que nos permite acceder a textos que en el mejor caso no están disponibles más que en algunas bibliotecas– registra apenas su nacimiento. «Se desconoce la fecha de muerte de esta autora, y su fecha de nacimiento no permite inferir el estatus de derecho de autor de sus obras», se explica. La fecha de defunción quedó en el debe. No es fácil documentarse sobre las actividades de esta señora y tal vez no sea demasiado lo que podamos aportar. No obstante, el esfuerzo vale la pena aunque solo sea el trabajo del perdiguero que muestra la pieza. Podría ser una sugerencia para la Comisión de Nomenclatura municipal que pretende corregir una «desigualdad de género».
Teresa Santos y Mascaró nació en Montevideo el 18 de enero de 1874. Era hija de Máximo Benito Santos Barbosa y de Teresa Mascaró y Sosa. Tenía doce años cuando presencia el frustrado magnicidio perpetrado por Gregorio Ortiz. Acompañó a su padre en el destierro en Brasil y en la Argentina donde el expresidente falleció en 1889. A los dieciséis, contrajo enlace con el Dr. Bosch –de treintaiuno– el 18 de junio de 1890 ya radicada en Montevideo. La libreta de matrimonio en el espacio destinado a profesión recoge: «labores propias de su sexo». No sabemos si a su edad le habrá molestado esa asignación, pero durante el resto de su vida demostró lo contrario: no hay profesiones propias de un sexo.
No videntes
En 1913 había estado en Buenos Aires con su compatriota Eva San Roman que dirigía el Instituto Nacional de Ciegos. Recogió allí una valiosa experiencia y se empeñó en fundar una entidad similar en Uruguay. El 12 de marzo de 1914 abre sus puertas el Instituto Nacional de Ciegos «General Artigas». A diferencia del argentino, este fue obra de la iniciativa privada y del tesón de Santos de Bosch. El gobierno uruguayo apoyó gracias a la gestión de los diputados Gabriel Terra y Juan A. Buero. La Ley de Impuestos sobre Herencias acordó al Instituto una subvención de nueve mil seiscientos pesos anuales.
Pocos días después de la inauguración, doña Teresa dirige una carta a su amiga Carmen Cuestas de Nery. Deberá ausentarse para Europa y le pide que se haga cargo del Instituto. En una nota plena de sensibilidad le dice: «Quedas depositaria, amiga fiel y querida, de lo mejor de mí misma –en esa obra he puesto toda mi reverencia hacia el angélico recuerdo de mis hijas muertas– en ella está palpitante mi hondo sentir de madre, y solo a ti, mujer superior, de alma exquisita y noble corazón, podría entregarla tranquila y sin vacilar». Doña Carmen se hará cargo de la obra.
En Europa
Viaja a Europa acompañando –o acompañada– de su esposo. Será delegada del gobierno uruguayo ante laIV Conferencia Internacional sobre Ciegos, realizada en Londres, del 18 al 24 de junio de 1914.
Cuatro días después de finalizado el evento organizado por The British and Foreing Blind Association, se producirá el asesinato del archiduque y su trágica secuela de muerte y destrucción.
Doña Teresa recorrerá diversos países difundiendo su experiencia sobre ciegos y, a la vez, su vocación feminista.
La prensa española recoge su pasaje por la madre patria. El 25 de mayo de 1915 dicta una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre «El Uruguay y la mujer uruguaya». El Heraldo la califica de «notable publicista». El cronista de El Imparcial describe:«La conferencista demuestra una cultura excepcional y singular primor literario. La concurrencia… subrayaba… su satisfacción con frecuentes aplausos, y al final, puesta en pie, con un entusiasmo pocas veces visto en el Ateneo». La revista Mundo Gráfico habla de una notable conferencia.
El 29 de mayo se presentó con igual tema ante la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio. Vale la pena citar sus palabras en la Gaceta de Instrucción Pública y Bellas Artes: «el ideal del feminismo bien entendido… ser en todo momento la guía firme y consciente del hijo, y el mejor amigo del marido, aspiración legítima de la mujer normal que sabe amar y sentir con altura».
Según El Heraldo, el 8 de junio asiste invitada a la sesión de la Sociedad Española de Higiene.
En julio diserta ante el Centro Instructivo y Protector de Ciegos. Expone las impresiones de sus visitas a establecimientos afines en Milán, Bolonia, Florencia, Roma, Génova y Turín e informa sobre la Conferencia de Londres y sobre las realidades de Buenos Aires y Montevideo.
Por su parte, El País de Madrid hace saber que la asociación Casa del pueblo liberal de España y América, presidida por el conde de Romanones, ha designado a doña Teresa como «socia correspondiente en América».
Ya en Francia, envía una crónica desde Biarritz de su visita al hospital de Poliakoff, pero esto corresponde a otra faceta de su personalidad.
Periodista y escritora
En la parte del Grand Hotel Biarritz, donde antes se hallaba el restaurante, Jacques de Poliakoff, un ruso visitante habitual de Biarritz, pagó todos los gastos de instalación de un hospital. A fines de 1915, Santos de Bosch escribe para sus lectoras sobre su incursión. Fragmentos de la nota se transcriben en el libro del Dr. Eduardo Blanco Acevedo sobre sus cinco años de cirujano durante la guerra publicado en 1920. Blanco Acevedo se desempeñaba como cirujano jefe en el hospital cuando la visita de Santos de Bosch
Por su parte, Scarone en su diccionario de seudónimos nos dice que doña Teresacomenzóa escribir con el seudónimo de Fabiola como directora de la Sección Femenina en el Diario del Plata –que interrumpió su traslado a Europa– y que a su retorno integró la redacción de La Razón entre 1919 y fines de 1922. En 1924 volvió a escribir crónicas y a dirigir la Página Femenina de Imparcial.
En 1920 había publicado su libro Prismas, que según José María Delgado –codirector de la revista Pegaso– contiene un prólogo muy elogioso del periodista y diplomático Antonio Bachini.
La misma Pegaso, en su número de febrero de 1922, anuncia la aparición de un próximo texto titulado Fuegos Fatuos.
Contemporáneamente, presidió la Liga Uruguaya contra la tuberculosis.
Además de su actividad personal de difusión del feminismo, actuó como delegada del Consejo Nacional en Europa gestionando la incorporación uruguaya al Consejo Internacional presidido por la marquesa de Abeerden.
Más allá del valor literario que pueda asignársele a sus escritos, no cabe dudar de que su calidad de fundadora del Instituto de Ciegos, su compromiso con los desvalidos y el ejemplo transparente de su vida, la hacen merecedora a un justo recuerdo.
TE PUEDE INTERESAR