En esta sección destinada a evocar figuras relevantes de nuestro país vinculadas al quehacer periodístico de La Mañana, hoy recordamos a Alfredo Testoni. Nació en Montevideo el 1º de junio de 1919 y después de superar con tenacidad un camino erizado de obstáculos, logró precozmente acertar con su vocación. Y se consolidó como el principal artista de la fotografía del Uruguay de los años 50 en adelante. Sin exagerar podemos afirmar que estuvo a la par de los mejores artistas de la imagen de fama internacional, como su contemporáneo, el tan mentado Henri Cartier. Y a pesar que la mayor parte de su vida transcurrió en este lejano puerto del Atlántico Sur, a su agudo lente no le escaparon hechos y personajes que dieron la vuelta al mundo. En algunos casos su cámara captó hasta el mismo personaje que hizo célebre a su émulo francés: Ernesto Che Guevara.
Hijo de inmigrantes italianos, madre calabresa que lavaba para afuera y de un boloñés que empieza como ayudante de cocina, Testoni sale a trabajar a los 10 años, para alivianar las dificultades económicas de su familia. Primero como lustrabotas y canillita, ocasionalmente como vendedor de pizza y fainá y finalmente como operario en la fábrica nacional de papel, hasta la crisis del 30, en que lo deja prontamente fuera de la planilla laboral.
Testoni a esa altura ya sabía lo que quería ser. Obteniendo en forma acelerada la aproximación a la imagen artística, desarrolló con originalidad su capacidad de captar la esencia de lo que plasmaría en su carrera fotográfica.
En 1935, a los 16 años, se integra como aprendiz al equipo fotográfico del diario El Pueblo que dirigía Francisco Ghigliani, iniciando un periplo periodístico de destaque que le valdrá el reconocimiento de medios exigentes de renombre mundial como Life y Time, que lo contrataron como corresponsal en Uruguay y la región.
En 1940 Testoni, como reportero gráfico pasa a trabajar con 20 años, en El Debate. Y aquí narramos una anécdota que escuchamos de sus propios labios. Trabajando en este combativo diario que desafiaba las estrecheces de los que le sacaban provecho a la catastrófica 2º Conflagración Mundial, veía que el caudillo blanco Luis Alberto de Herrera (factótum de este medio de prensa) carecía de una imagen fotográfica acorde con los tiempos que corrían. Cada vez que lo cruzaba en la redacción del periódico le decía: “Dr. Herrera usted está en plena lucha política enfrentado a poderosos contrincantes, no puede ser que la plataforma de sus principios políticos, sus acólitos la difundan exhibiendo una foto carnet suya ampliada…” “Yo me comprometo a sacarle una que refleje la imagen vital de su mensaje.” Y pasaban las semanas y los meses y Herrera no solo no le respondía sino que cuando lo veía lo esquivaba. Hasta que un día de 1951 en víspera del “Plebiscito del Vintén” el veterano Patricio se dirige a él y le dice: “Mocito, usted tiene auto y me han dicho que conduce muy bien. Mañana a las 9 me va a buscar a mi casa de la calle Larrañaga para llevarme a votar y después le permito que me tome la fotografía que me ofreció…”
El joven Testoni no salía de su emoción. Al día siguiente a la hora señalada ingresó con su Ford Bradford del 37 a la quinta y divisó al Caudillo en el jardín rodeado de un abigarrado séquito. Recordaba la expresión de contrariedad y de molestia de aquellos rostros cortesanos, que se preguntarían quien es este desconocido que se nos lleva al Jefe como si se conocieran de toda la vida… Y luego de la votación le pide a Herrera llevarlo a un lugar en la rambla para hacer las tomas caminando, en movimiento, sombrero en mano para que su frente luciera despejada y poniendo en marcha sus “Ideas Fuerza”. Y ahí surge la imagen del Herrera caminando que acompañada por una célebre marcha en clave de paso doble “Por una nueva era, por una nueva era, con Herrera no hay quien pueda…” está destinada a hacer historia, y no se detiene hasta su muerte coronada por la victoria blanca de 1958.
Paralelamente a su labor en El Debate, consciente de la potencialidad de su talento, va montando un estudio –modesto al principio pero rápidamente coronado por el prestigio- en la calle Río Branco, donde reúne a una pléyade de jóvenes, que se van modelando en el arte de la fotografía -que él les imparte- que comienza a irrumpir con fuerza decisiva en el mundo del periodismo. Allí rápidamente se destacan su cuñado Fernando Di Lorenzo, los hermanos Ariel y Milton Colmegna, Cesaguez Hernández, Milton Ojeda, Sergio Abella, entre otros que podemos estar omitiendo.
En 1955, es contratado por la Sociedad Editora Uruguaya que editaba los diarios La Mañana y el Diario que fundara Pedro Manini Ríos y donde sus hijos Carlos y Alberto habían logrado adquirir la parte accionaria que correspondía a Vicente Costa y estaban dotando a la empresa con los más modernos equipos de impresión de aquel entonces, como por ejemplo una rotativa Goss.
Testoni ingresó desempeñando el cargo de Jefe del Equipo Fotográfico, trayendo consigo a todo el equipo formado en su estudio. Allí permaneció 20 años al frente del mismo, hasta que en 1975 es nombrado Director Gráfico de Publicaciones del mismo medio, permaneciendo hasta el año 1983, hecho estético que lo introdujo en la diagramación, una de sus últimas y mejores especializaciones.
En el transcurso de su carrera Testoni se vincula al medio artístico, al político y al mundo social, apuntalado por sus tareas periodísticas, integrando a sus hijos Héctor y Julio, a la empresa familiar que él dirigía, Testoni Studios, fundada en 1940 que de la calle Río Branco luego se mudó a la calle Soriano. Una empresa multimedio, dedicada a la publicidad, orquestación de campañas, cine, videos y edición de libros.
Es de destacar que en esta larga trayectoria, Testoni fue partícipe de los más importantes acontecimientos para nuestro país, imágenes que recorrieron el universo. Tales como el hundimiento del acorazado alemán “Graf Spee” en 1939, varios mundiales, entre ellos el mundial de Maracaná con los goles de Schiaffino, Ghiggia y el festejo de Obdulio. Una inusual imagen del líder argentino Juan Perón subiendo sonriente una escalera. La foto de Luis Batlle en manga de camisa, la foto de Herrera que inspiró la realización del monumento en su nombre. El Che Guevara y su encuentro con Haedo y su registro del mundo artístico como fotógrafo oficial del taller Torres García.
De alguna manera su vinculación con el Maestro Torres García, familia, alumnos y taller, lo dotaron de una visión constructiva. Para entonces se lo mira como uno de los plásticos de mayor valía.
También fotografió escultores, actores, músicos, bailarines, periodistas, profesionales, políticos etc. incorporando a su hacer gráfico el toque artístico en todas sus expresiones, generando imágenes que lo introducen al mundo creativo de la alta innovación.
En 1954 los muros captaron su atención en Francia, Rue Norvins, un enrejillado, una puerta de madera, un caño de agua, llevando su inspiración a otros países, despliega la serie muros, donde recorre España, Italia, Países Escandinavos, Alemania, Medio Oriente, Montevideo etc. que serán algunos de los restos arquitectónicos captados por su lente. En el 56 integra la comisión de Bellas Artes y participa como jurado en distintos concursos plásticos y de fotografía.
En 1959 funda junto a siete artistas más, Pareja, Verdie, Spósito, Presno, Pavlotzky, Carlos Páez Vilaró y García Reino, el Grupo de los Ocho, integrándose al cuadro mayor del arte nacional, incursionando a partir de ahí en el dibujo, el grabado, la acuarela, la pintura y la serigrafía.
A esas alturas ha sido objeto de todos los honores posibles, obteniendo grandes premios nacionales e internacionales. Todo esto sin dejar de ser fotógrafo, sin lugar a dudas el mayor fotógrafo que ha tenido el país.
TE PUEDE INTERESAR