El magnicidio de Jovenel Moïse por parte de un grupo de mercenarios ha vuelto a sumir al país en mayores tensiones y a profundizar la incertidumbre política. El país se encuentra en estado de sitio y el Pentágono analiza una posible intervención, mientras la sucesión se disputa entre tres posibles candidatos.
Tan variada como intensa, la historia de Haití demuestra desde sus inicios su decidida búsqueda por un camino hacia la soberanía nacional. Fue el primer país de América Latina y el Caribe en independizarse, iniciando su revolución en 1791 y declarando su independencia en 1804, mediante el único levantamiento de esclavos exitoso de nuestra región luchando contra franceses, ingleses y españoles.
Pioneros en abolir la esclavitud, la gesta haitiana tuvo tanta repercusión que la Convención Nacional, asamblea unicameral de la Primera República Francesa, imitó su decisión y también la abolió pero en 1794, medida que no estaba en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Napoleón Bonaparte intentó retomar el control de la isla de Saint-Domingue o La Española (en donde están situados República Dominicana y Haití) pero la determinación local y la fiebre amarilla diezmaron el intento francés de retomar el control.
La lucha por la libertad no terminó con su propia independencia, sino que fue un faro para aquellos que luchaban por su patria. Desde el reconocimiento a la causa independentista griega en 1822 cuando luchaba contra el Imperio Otomano o el apoyo que le dieron a la cruzada libertadora primero de Francisco de Miranda y luego de Simón Bolívar, en la que le ofrecen la “Espada Libertadora de Haití”. A Bolívar se le asistió con armamento, alimento, voluntarios, dinero y barcos para seguir la gesta independentista, teniendo así Haití un papel fundamental en el movimiento patriota del norte de nuestro continente.
La historia haitiana también está marcada por la tragedia y los magnicidios. Uno de los primeros episodios fue la muerte de Jean Jacques Dessalines (1758-1806), el fundador de Haití, a manos de sus oficiales o el linchamiento de Vilbrun Guillaume Sam (1859-1915) entre otros casos. Sam apenas estuvo en el poder durante unos meses y fue asesinado luego de ejecutar cientos de presos políticos incluidos el expresidente Oreste Zamor, el cual él mismo lideró el levantamiento. La ejecución de Sam facilitó la ocupación estadounidense de Haití, que se extendería hasta 1934 con el objetivo de proteger los intereses económicos en la isla.
Muchos años después, ya bien entrado el siglo XXI, estos crímenes vuelven a sacudir al país isleño con el asesinato del presidente Jovenel Moïse.
Investigación en marcha apunta a mercenarios
Empresario en el sector agrícola y elegido presidente en 2017, a Moïse le tocó gobernar un país que había sufrido una crisis económica producto de la devaluación de su moneda, así como el aumento sostenido de la inflación, lo que sumado a acusaciones de malversación de fondos estatales mediante el uso de sus empresas, según el diario francés L’Humanité, generaron protestas a nivel nacional pidiendo su dimisión.
Si bien en Haití siempre pueden cumplirse los peores presagios, la noticia del asesinato de Moïse sorprendió al mundo, cuando el pasado miércoles por la noche en su casa de la capital, Puerto Príncipe, fue abordado por parte de un grupo de mercenarios. Sin guardia presidencial y desprotegido, el político sufrió múltiples heridas de bala que lo llevaron instantáneamente a su fallecimiento, mientras que su esposa, que lo acompañaba, fue herida de bala y actualmente se está recuperando en un hospital de Florida, Estados Unidos.
Según información publicada por el diario colombiano El Tiempo, al llegar al domicilio del presidente haitiano, el grupo mercenario se identificó como agentes de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, según sus siglas en inglés). Este grupo estaba compuesto por 26 militares colombianos y 2 haitianos estadounidenses, de los cuales 15 ya han sido detenidos, 3 han muerto luego de enfrentamientos armados con la policía local y 8 seguían prófugos, según las declaraciones de León Charles, director general de la policía haitiana y publicadas por el diario local Le Nouvelliste.
De los 15 detenidos, 11 fueron arrestados dentro del predio de la embajada de Taiwán, “la cual al notificar del ingreso de hombres fuertemente armados notificaron a los servicios de seguridad haitianos”, informa el diario de Hong Kong, South China Morning Post.
Uno de los miembros de guardia presidencial, Dimitri Herard, fue citado a declarar junto a otros encargados de seguridad del presidente para aclarar la falta de custodia que sufrió Moïse la noche en que fue asesinado. Según Caracol Radio, Herard ha hecho varios viajes a América del Sur con destino a Ecuador y con escalas en Bogotá, Colombia, y también se lo investiga por tráfico de armas.
El ingreso de los mercenarios colombianos fue a través de República Dominicana y según las autoridades haitianas, uno de los posibles autores intelectuales del magnicidio sería Christian Emmanuel Sanon, doctor en medicina que vive en Florida, Estados Unidos. Según la cuenta oficial de Twitter de la Policía Nacional de Haití, Sanon ya fue detenido bajo el cargo de “autor del asesinato del presidente de la República”.
Estado de sitio e incertidumbre política
En febrero Moïse declaró en una entrevista que “los oligarcas corruptos acostumbrados a controlar a los presidentes, a los ministros, al Parlamento y al Poder Judicial piensan que pueden tomar la presidencia, pero solo hay un camino: elecciones. Y yo no participaré en esas elecciones”.
Ante el vacío del poder causado por la muerte de Moïse, tres figuras disputan el poder. Primero está Joseph Lambert, quien el Senado lo ha nombrado presidente interino y debería asumir el mandato hasta febrero del próximo año, pero como el Parlamento está paralizado debido a que las elecciones estaban fijadas para el 27 de octubre del 2019 y fueron pospuestas para setiembre de este año, los legisladores no pueden aprobar mociones para declarar presidente a Lambert.
Por otra parte, también está Ariel Henry, quien fue nombrado primer ministro por Moïse en el último decreto que firmó previo a su asesinato, pero no se cumplió el protocolo de investidura, lo que le imposibilita ejercer el cargo.
Luego está Claude Joseph, quien es primer ministro interino desde abril de este año y ha estado ocupando el cargo desde el miércoles pasado cuando anunció públicamente la noticia del magnicidio de Moïse. Joseph cuenta con el respaldo de Estados Unidos y la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Según la enviada especial de la ONU para Haití, Helen La Lime, “Joseph está a cargo” y “aquí ciertamente hay tensiones, ciertamente hay personas en todos los lados de este tema que tienen diferentes interpretaciones del artículo 149 (de la Constitución); por eso es importante que se lleve a cabo el diálogo, y que las autoridades haitianas y las partes interesadas haitianas tengan un diálogo para que se pueda trazar un camino a seguir, uno que le dé al pueblo de Haití la oportunidad de decidir quién será su próximo gobierno”, afirmó en una nota de prensa publicada en el sitio de las Naciones Unidas.
Joseph ha declarado el estado de sitio con el objetivo de estabilizar la situación del país, que además de las tensiones políticas ocurridas por este suceso también se suma la situación del crimen organizado, el cual ha generado que más de 15.500 personas se deban desplazar internamente en su país debido a la violencia, según el informe del portal de información humanitaria Relief Web.
Mientras tanto según Le Nouvelliste, una delegación de funcionarios estadounidenses del Departamento de Estado, Seguridad Nacional y Departamento de Justicia se reunieron el lunes con Claude Joseph, Ariel Henry y Joseph Lambert en la embajada estadounidense. Esto se da en momentos en que desde el sistema político haitiano se ha pedido la llegada de tropas estadounidenses para proteger puntos estratégicos del país como también infraestructura. El vocero del Pentágono, John Kirby, dijo en entrevista con Fox News que se está analizando el pedido.
Haití suma esta crisis a la pandemia de coronavirus, los problemas derivados de la aparición de cólera en el 2010 y a la lenta recuperación del terremoto que causó más de 150 mil muertos y la destrucción de gran parte de la capital en ese mismo año.
Según el informe de la Oficina del Enviado Especial para Haití de la ONU el 89.8% de los fondos para la recuperación fueron destinados organizaciones no gubernamentales (ONG) ajenas a Haití y el resto fue para el gobierno haitiano y los ONG locales.
El país depende fuertemente de la financiación extranjera y organismos como el Fondo Monetario Internacional han otorgado préstamos con contrapartidas para que el país reduzca los aranceles a la importación de arroz y otros alimentos, lo que ha diezmado los pequeños productores locales, afectando aún más la frágil economía local.
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