En un momento en el que los bancos centrales casi añoran una mayor inflación e ignoran el rápido crecimiento del dinero, este cambio en el sector real es probable que indique un cambio de un entorno deflacionario a uno inflacionario. Muchos de los factores que se observan hoy en día constituyeron rasgos destacados de los años 60 y 70, la última vez que se produjeron presiones inflacionarias. ¿Debemos esperar el regreso de la estanflación? Es difícil de saber, ya que estamos experimentando un grado excepcionalmente alto del tipo de incertidumbre incuantificable que, según el economista Frank Knight, es imposible de integrar en las previsiones tradicionales. Además de los dramáticos cambios estructurales que ha sufrido la economía mundial en los últimos años, la pandemia podría haber creado las condiciones para consecuencias que actualmente no se pueden prever.
Aparte del fuerte crecimiento monetario, los niveles extraordinariamente altos de deuda privada y pública actuales suponen otro riesgo incalculable. La sostenibilidad de las finanzas públicas de los países altamente endeudados descansa sobre un terreno inestable y está muy expuesta a las perturbaciones que pueden provenir de muchas causas económicas o geopolíticas. No estoy prediciendo el inevitable retorno de la alta inflación. Pero me preocupa el fuerte crecimiento monetario y sus determinantes, empezando por las compras masivas de bonos del Estado por parte de los bancos centrales, que parecen demasiado confiados respecto a este riesgo. La única certeza es que no se puede descartar ni un colapso financiero ni un aumento de la inflación.
Otmar Issing, ex economista jefe del BCE, en Project Syndicate
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