Según las fuentes antiguas, esos son los dos grandes bloques políticos que, sobre todo para Cicerón, protagonizan los conflictos en este período. Un primer problema se presenta simplemente derivado del carácter de esas fuentes antiguas. Estos autores son problemáticos por su partidismo, en particular Cicerón, fundamental para la época y en especial para la caracterización de optimates y populares, pero conocido por su protagonismo político y por su tendenciosidad en la presentación de los acontecimientos y personas. Si se analizan los líderes, las reivindicaciones políticas y sociales o los métodos de actuación de una y otra corriente, las diferencias son obvias.
En primer lugar, los optimates, también llamados boni por Cicerón, serían aquellos cuyo interés se centraría en la defensa de la oligarquía senatorial y de su monopolio del poder, aunque Cicerón haga una presentación aparentemente más amplia, interclasista y de alcance moral de este grupo. Reivindicarán los optimates la centralidad absoluta del senado en el Estado, la subordinación de magistrados y asambleas al mismo, el control, si no supresión, del tribunado de la plebe, el rechazo a la extensión del derecho de ciudadanía y la defensa del sistema esclavista y la gran propiedad. Se posicionarán en contra de toda propuesta social o reforma agraria, salvo cuando propongan medidas oportunistas o demagógicas para evitar males mayores. Es el caso de la lex frumentaria de Catón en el año 62, para evitar el descontento de la plebe capitalizado por Catilina el año anterior. Lógicamente los optimates presentan una mayor unidad política y más homogeneidad de clase que los populares, ya que sus intereses estaban más claramente definidos, así como los medios para defenderlos. Su base social es la mayoría de la nobilitas, los sectores más poderosos de los equites y los grupos de población bajo su control, a través de clientelas.
Por su parte, los populares constituyen la oposición a la hegemonía senatorial, en principio liderada por tribunos de la plebe (Graco et alii), pero también por cónsules (Lépido y, sobre todo, César). Sus propuestas son muy variadas y afectan a campos muy diversos. En genera pretenden una nueva distribución del poder en el Estado, concretamente otorgando mayor preeminencia a las asambleas frente al senado. Otro capítulo importante corresponde a medidas de tipo socioeconómico. Propugnarán una reforma agraria y las distribuciones de tierras, leyes frumentarias, fundación de colonias con veteranos o incluso comerciales (Junonia, propuesta por C. Graco) y medidas contra la usura y las deudas. Su base social es amplia y cambiante, ya que está constituida por diferentes sectores no siempre coincidentes y unificados. En distintos momentos los apoyarán el pequeño y mediano campesino, los agricultores empobrecidos y sin tierras, la plebe urbana, el llamado proletariado militar, sectores de la población trabajadora itálica, incluso en determinadas circunstancias grupos significativos de los equites. Sus medios organizativos son las clientelas tradicionales, en el caso de algunos nobiles, pero también otros mecanismos nuevos, como las campañas y la propaganda política, los veteranos o los collegia (agrupaciones gremiales o vecinales de Roma). Su campo de actuación preferencial serán las asambleas, donde presentarán y discutirán sus diferentes propuestas. Frente a los valores aristocráticos y contra la dominatio paucurum reivindicarán una particular libertas y la aequitas.
Antonio Duplá, en “De los Gracos a César: política y violencia en la República Romana”, conferencia dictada en el Colegio de Historia de la UNAM (México, mayo de 1994)
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