¿Derechos humanos, libertades individuales y justicia en el siglo XII?
Consideraciones preliminares
Hay quienes creen que fue la ONU con su “Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948.
Otros, que la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de la nefasta Revolución Francesa en 1789.
Pocos se han molestado en estudiar algo más… La mayoría se ha quedado con los tópicos y mitos que nos han sido impuestos al Occidente cristiano por el llamado “Siglo de las luces”
¿De qué “luces” me hablan? Ni Mme. Guillotine; ni el genocidio de La Vendée; ni los desbordes napoleónicos; ni el liberalismo masónico del siglo XIX y sus engendros subsiguientes (socialismo, marxismo y todos los totalitarismos del siglo XX), hasta los desenfrenos ideológicos del presente resisten un análisis serio y documentado de los hechos históricos precedentes.
La Asamblea de León de 1188 puede ser un buen comienzo –aunque no el único– para quienes gustaren ahondar en el tema.
Escribo sin bibliografía a la vista. Ahora con el texto de los “Decreta” haré un modesto resumen de sus 17 resoluciones, los cuales comienzan con el siguiente encabezamiento:
“En el nombre de Dios. Yo, don Alfonso, Rey de León y de Galicia,
habiendo celebrado Curia en León, con el arzobispo y los obispos y los magnates de mi Reyno y con los ciudadanos elegidos de cada una de las ciudades, establecí y confirmé bajo juramento que a todos los de mi Reyno, tanto clérigos como laicos, les respetaría las buenas costumbres que tienen establecidas por mis antecesores”.
Resumen
Respeto a las leyes establecidas con anterioridad.
Si un delator no pudiera probar lo delatado, sufrirá la pena de su delación.
El calumniador será llamado ante la Justicia Real, y si no probare su denuncia, sufrirá la pena de la misma, además de pagar los costes del juicio.
No habrá guerra, ni paz, ni pacto alguno sin consentimiento del Consejo (Cortes, Curia)
Quien invada casa, viña, árboles (propiedad privada) será llevado ante la Justicia (Conde, obispo, etc.); si éste no le hiciere justicia, apelará al Rey, el cual se la hará.
Prohibición de asonadas (revueltas); quien la hiciere, pagará un daño doble y será pasible de la Justicia del Rey, y perderá el favor real, beneficios y tierras.
Prohibición de ocupación de bienes muebles o inmuebles ajenos, y quien lo hiciere deberá restituir el doble.
Prohibición de prendar bienes (animales, útiles de labranza, etc.).
Quien no fuere atendido en su demanda en un plazo de 3 días, el encargado de administrar justicia pagará el doble de la demanda, más los costes y el daño causado.
Un acusado de ladrón, si no se le probare, deberá ser compensado con dinero y se le devolverá todos los bienes que se le haya incautado.
Quien violare un domicilio, deberá abonar al dueño 9 veces el daño causado; si el dueño lo matase en defensa de su hogar y bienes, no deberá responder por ello (no recibirá castigo).
Si un malhechor vagare de una villa a otra, y el encargado de administrar justicia no la hiciere, éste sufrirá la pena que debería sufrir el malhechor.
Prohibición de desviar los impuestos reales a ningún establecimiento eclesiástico.
“También prometieron todos los obispos, y todos los caballeros y ciudadanos confirmaron con juramento, ser fieles a mi Consejo, a fin de mantener la justicia y conservar la paz en mi Reyno”.
Jesús de Tacuarembó, maestro.
Poema homenaje a José Enrique Rodó
A José Enrique Rodó
Maestro de la juventud americana,
así te llaman Rodó…
Poeta en tu vida y obra
fuiste un grande con tu pluma,
reflejando tu nobleza
marcada por el enigma.
Meditador filosófico
del ser un motivador,
militante sin fronteras
eres inspirador.
Tu ferviente patriotismo
desde niño te ocupó
por ser fiel a tus ideas,
ningún cargo te aferró.
Defendiste a nuestro prócer
con orgullo y con pasión,
siendo su espada tu pluma
que descubre la traición.
Cortes de Cádiz, cruz, decepción,
horas de tristeza llenan tu corazón,
aceptando la propuesta de tu tierra partirás
y como Artigas el grande, solo y lejos morirás.
Maestro de la juventud americana,
así te llaman Rodó…
Sandra Rüsch Morono (Abril, 2017)
Suplemento homenaje a Rodó por La Mañana
Gente que ha promovido un homenaje más que justificado a un hombre, un nombre y un tiempo que es difícil eludir y a la vez olvidar.
Quisiera compartir una impresión que me viene de lejos y así es. Tanto, que brevemente escribo entonces José Enrique Rodó, “El que vendrá”, sin que hoy sepa quién es “el que vendrá”.
Pero aquel personaje y aquel tiempo no pueden olvidarse ni quedar fuera de la memoria.
Y por justa razón entre orientales, José Enrique Rodó tuvo el acierto de adelantarse al tiempo compartible que en sociedad, en vida y en cultura le vino a proponer la innumerable serie de circunstancias y vivencias que lo hicieron crear para creer.
Desde el año 1895 en la “Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales”, siendo su cofundador, hasta aplicarse a la enseñanza pues en 1898 es Catedrático –precisamente de Literatura, ya en el área de la Universidad, ello hasta dirigir la Biblioteca Nacional–, vino a ser el 900 el año de la aparición de “Ariel”.
Entre el año 2 y el 14 ocuparía su propia banca de legislador, la que ejerció durante tres períodos.
“Liberalismo y Jacobinismo” –su selección de artículos polémicos– es de 1906, en el diario “La Razón”.
Y es del 1909 “Motivos de Proteo”, siendo de 1913 “El mirador de Próspero”.
El 1o. de mayo 1917 muere en Palermo, Italia, donde fuera corresponsal del diario “La Nación” y la revista “Caras y Caretas”, ambos de la República Argentina.
Vendría entonces la publicación –en 1918, 1920 y 1927– de “El camino de Paros”, enseguida de “Hombres de América” y “El que vendrá”; y aún “Nuevos motivos de Proteo”.
Por fundada razón vino a integrar la Gran Generación del 900.
Ello, sí, junto a Alcides de María, junto a Javier de Viana, Carlos Reyles, Víctor Pérez Petit, Florencio Sánchez, Julio Herrera y Reissig, y junto a Emilio Frugoni y a Quiroga, desde el año 1891 hasta 1900.
No porque sí escribió en “Alegoría” –integrada en “Motivos de Proteo”– que:
“Este sentimiento de la vida –que se acerca a su término sin haberse llegado a convertir una vez en cosa que dure, fuerza que ya no es tiempo de emplear– ¿quién lo ha expresado como Ibsen, ni dónde está, como en el desenlace de ‘Peer Gynt’, que es para mí —dice Rodó— ‘el zarpazo maestro’, sí, ‘de aquel tan formidable oso blanco?’, que entre épocas difíciles –como las que hoy se dan entre nosotros– ‘Para Peer Gynt ha recorrido el mundo’”.
Y esto es lo que quiero compartir con ustedes: un Rodó que sigue ahí, donde la fe, la vida y la cultura tienen su propio espacio a media luz y por qué no decirlo, a media sombra.
Cerca de los Maestros perdurables, al menos para quienes se preocupan por no olvidar sus almas y sus nombres, a 150 años de un origen –y aún más tratándose de José Enrique Rodó, creador de mundos más que humanos–, es lo que hoy compartimos.
Siempre al Sur.
Dr. Pablo Troise
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