Otto von Bismarck, más conocido como el “Canciller de Hierro”, fue un gran estadista y político prusiano, a quien se le considera una figura de las más destacadas en las relaciones internacionales durante la segunda mitad del siglo XIX.
Una de las frases más relevantes de Bismarck era: “El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”. Evidentemente, pocos políticos o gobernantes normales son capaces de trascender con sus actos a la historia de los grandes como “estadistas”, o sea gobernantes de características extraordinarias.
Para ello, se requiere de una serie de circunstancias coyunturales y personales, destacándose la preparación adecuada del líder, recursos humanos y materiales disponibles, sensibilidad y lucidez para percatarse del momento para producir un viraje en la historia capaz de un cambio transformador, condiciones de liderazgo, audacia y coraje para poder llevarlo adelante.
Sin lugar a dudas también se requerirá un grupo de asesores profesionales e intelectuales capaces de elaborar en base a la “visión de futuro” de un gobernante excepcional, las bases estratégicas que definan su gestión a nivel nacional e internacional.
Al estadista le interesan las propuestas a largo plazo, por lo que debe tener la grandeza de buscar grandes acuerdos nacionales por encima de los partidos. Para ello se requiere la convocatoria de todos los líderes políticos ante un hecho coyuntural y no invocar “razones de estado” o “secretismo” dividiendo a gobernantes y adversarios, para justificar medidas cortoplacistas de dudosa ética o que exceden los límites de legitimidad.
Bien, digamos ahora que el país tuvo la oportunidad en sus manos de cambiar radicalmente la concepción centralizada del actual acondicionamiento territorial a nivel nacional, a través de la “desconcentración y descentralización” del sistema portuario nacional, maximizando las ventajas comparativas, que determinan la geografía de nuestra costa oceánica con un puerto de aguas profundas en la misma.
Lo antes expresado, a través de un nuevo nodo portuario y logístico regional, no sólo hubiese contribuido a cambiar rápidamente los corredores logísticos más competitivos de las diferentes cadenas de valor del futuro Uruguay, sino en toda la región de los países de la Cuenca del Plata y hasta podríamos decir del Cono Sur.
El país tuvo la oportunidad en sus manos de cambiar radicalmente la concepción centralizada del actual acondicionamiento territorial a nivel nacional
Por carecer de una política de transporte y no disponer de visión política comercial, histórica, geopolítica, etc. el interés de UPM de instalarse en el territorio nacional y efectuar una de las mayores inversiones en la historia del país, no fue debidamente aprovechado por el gobierno como un hecho coyuntural trascendente, para iniciar el cambio de las claves del todo el acondicionamiento territorial e incidir decisivamente en la región.
Faltó el “estadista” capaz de liderar una transformación profunda y radical que indicara a sus negociadores con una “visión de futuro” para el país, la orientación que tendrían que haber seguido los movimientos de las cargas de esos más de 2 millones de toneladas de celulosa en procura de las aguas profundas, para recibir buques de mayor calado y casi sin necesidad de dragado del puerto.
Faltó el “estadista” que evitara la futura acumulación de las cargas de referencia en el Puerto de Montevideo, apostando a la “desconcentración y descentralización” en el territorio nacional. Esta ha sido una reivindicación que no ha pasado del discurso en la mayoría de los partidos políticos y sin lugar a dudas, de haberse planteado, hubiese tenido consenso del espectro político nacional.
Faltó el “estadista” que dejara atrás la vieja visión centralista capitalina de raíz unitaria, donde todas las vías férreas convergen hacia la capital portuaria como lo decidieron hace más de un siglo los ingleses.
Faltó el “estadista” que percibiera con “visión de futuro”, la importancia de un centro logístico desconcentrado en nuestro territorio, que por sus ventajas comparativas fuera en el futuro el nodo regional de escala obligada para el transporte multimodal (carretero, férreo y de cabotaje fluvial).
Faltó el “estadista” capaz de abandonar definitivamente las históricas rivalidades portuarias platenses, abrirse a las bondades de la geografía oceánica e impulsar, entre otros, el comercio del cabotaje para toda la región enfrentando la realidad de la evolución del transporte multimodal.
Un cambio en tal sentido nos habría liberado de las limitaciones de todos los puertos platenses debido a las escasas profundidades, asegurando la mayor competitividad y evitando el traslado de los costos del dragado a los fletes marítimos, en base al empleo de las ventajas comparativas de la geografía, etc.
Faltó el “estadista” capaz de percibir con lucidez la coyuntura de UPM para aplicar un enfoque evolucionista, desarrollista, que planteara la idea de iniciar el camino estratégico en procura de capacidades y otras unidades de negocios para el nuevo puerto.
Faltó el “estadista” que dejara atrás la vieja visión centralista capitalina de raíz unitaria, donde todas las vías férreas convergen hacia la capital portuaria como lo decidieron hace más de un siglo los ingleses
A los más de dos millones de toneladas de celulosa, se podrían haber sumado escalonadamente otras mercancías de cara a las realidades en la zona como el arroz, la soja, el mineral de hierro, la madera de pino en rolos, contenedores de entrada y salida al país y transbordos para toda la región de los grandes buques que por sus características no pueden ingresar al Río de la Plata.
Faltó el “estadista” que visualizara el puerto de aguas profundas como terminal del corredor bioceánico, que unirá el Pacífico con el Atlántico y que atravesará en el futuro la quinta región de Chile, las provincias centrales de Argentina, el sur de Paraguay y hasta podría captar cargas también del sur de Brasil, cambiando, en suma, la actual realidad de los corredores logísticos en el Cono Sur.
En fin, necesitamos más estadistas y menos políticos, pues estos últimos sólo miran el beneficio y resultado a corto plazo y trasmiten a la sociedad lo que quiere escuchar y no lo que debería oír por carecer de una “visión de país”.
A veces emprender grandes obras, puede ser bueno para la administración del Estado de un gobernante o político común, preocupado más por los beneficios que puedan traer para la próxima elección que para las futuras generaciones.
Pero los verdaderos “estadistas”, son aquellos hombres de pensamiento y propuestas de contenido profundo, que no son de alcance cortoplacista, sino que trascienden varias generaciones, pues cambian para bien la realidad de un país a través de liderar grandes transformaciones en un momento que solo su lucidez les permite percibir.
Esos gobernantes extraordinarios son verdaderos líderes, magnánimos, capaces de articular a todos los actores políticos, sociales, económicos, etc., defendiendo sus ideas y aprovechando coyunturas históricas, económicas, sociales, etc. en beneficio del bien común, por encima de ideologías o filiaciones políticas, porque tuvieron la lucidez y la “visión de país” ante circunstancias específicas.
Ese lugar está reservado para muy pocos y fue lo que le permitió también afirmar a Winston Churchill 50 años después que Otto Bismarck: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.