Pese a tener controlada la mayoría del territorio aún encuentran resistencia en la región de Panjshir. Al pasar de insurgencia a gobierno nacional, el grupo extremista islámico deberá enfrentarse a la pobreza y corrupción junto a la articulación de los distintos grupos étnicos que habitan el país. Los países de la región toman medidas diplomáticas para normalizar relaciones con el nuevo gobierno y evitar que se vuelva un foco de inestabilidad para la zona.
El fin de la retirada de las tropas estadounidenses y de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de Afganistán ha copado todos los medios de comunicación durante estas semanas. Han quedado imágenes del caos en el aeropuerto de la capital afgana, Kabul, donde los aviones despegan con la gente intentando subirse hasta el último momento.
Muchos se han sorprendido por el rápido avance Talibán y la caída del ejército local, el cual contaba con millonario financiamiento y entrenamiento estadounidense; sin embargo, se desplomó por la falta de lealtades, organización y moral con los liderazgos políticos nacionales. Además, según “The Afghan papers”, un especial informativo que publicó el diario estadounidense The Washington Post, el número de tropas y policías afganas era menor que lo anunciado, solo pudiendo confirmar 254.000 de los supuestos 352.000 integrantes de las fuerzas locales.
Mientras tanto, el lunes pasado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró frente a la prensa: “Fuimos a Afganistán hace casi 20 años con objetivos claros: atrapar a los que nos atacaron el 11 de setiembre de 2001 y asegurarnos de que Al Qaeda no pudiera usar Afganistán como base desde la cual atacarnos nuevamente. Hicimos eso. Degradamos severamente a Al Qaeda en Afganistán. Nunca abandonamos la búsqueda de Osama bin Laden y lo atrapamos. Eso fue hace una década. Nunca se suponía que nuestra misión en Afganistán hubiera sido la construcción de una nación. Nunca se supuso que estuviera creando una democracia unificada y centralizada”.
Pero el Talibán ya pasó de actuar como grupo insurgente de corte extremista islámico, pasando por ser un ejército y actualmente deberá enfrentarse otra vez al desafío de administrar la mayoría de un país étnicamente variado. Según el CIA World Factbook, los pastunes son el grupo étnico más grande (42% de la población) mientras le siguen los tayikos 27%, hazaras y uzbekos con 9% y cierran la lista los aimak, turcomanos y otros con menos de 5% cada uno. Esta variedad también se refleja en los idiomas, siendo el persa darí y el pastún los más hablados junto a varios idiomas de raíz turca como el uzbeko, turcomano y turkmeno.
Este crisol de culturas ya ha marcado las alianzas en tiempos anteriores siendo muchos de estos grupos partícipes de la llamada Alianza del Norte, una coalición de facciones militares que se creó en 1996 para derrocar el régimen Talibán que controló la mayoría del país hasta el año 2001. Durante esta guerra civil entre grupos muyahidines (quienes pelearon contra la invasión soviética) por la instauración de un Califato o de un Estado Islámico se cometieron varios hechos de limpieza étnica contra minorías, lo que de repetirse podría generar inestabilidad política y fragmentar el apoyo Talibán.
Temas como la corrupción son importantes a nivel nacional, debido a lo endémica que es y, según Transparencia Internacional, el país es uno de los más corruptos del mundo, estando antes que Libia o Sudán. Lo mismo la pobreza, que según el Banco Asiático de Desarrollo se sitúa en 47,3% y el desempleo en 11,7%, siendo el desarrollo económico un tema esencial para el futuro del país. A nivel de recursos naturales, el país cuenta con una riqueza mineral valuada entre 1 y 3 billones de dólares, según la revista web de política The Diplomat y la cadena de noticias Reuters. Esto incluye cobre, hierro, vetas de aluminio, oro, plata, zinc, mercurio y “tierras raras” como lantano, cerio y neodimio. Lo mismo que petróleo y gas, según lo que indica en su sitio web el Ministerio de Minas y Petróleo de Afganistán.
Amigos en la región y rivales en casa
Esta amplitud de recursos también es una oportunidad para desarrollar industrias y mejorar la situación económica del país, pero para ello necesita socios que puedan dar la tecnología y los métodos para dicha explotación. China es una potencia minera y según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, el gigante asiático actualmente provee más del 85% de todos los minerales raros o las tierras raras a nivel mundial, lo que da ventaja en la producción de autos eléctricos, turbinas, baterías, televisiones, computadoras y otras cosas.
Las conversaciones entre el canciller chino, Wang Yi y la delegación Talibán no solo fueron para lograr mejores relaciones y evitar que dicho grupo apoye al Movimiento Islámico de Turkestán del Este en la región china de Xinjiang, sino que también existe un interés en ampliar las operaciones comerciales en Afganistán. En 2011, la Corporación Nacional de Petróleo China firmó un acuerdo con el entonces ministro de Minería y Petróleo, Waheedullah Shahrani, para extraer en ese entonces depósitos estimados en 87.000 millones de barriles de petróleo, según Radio France International.
También el lunes pasado, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China afirmó desde la cuenta de Twitter que su país “respeta la soberanía e independencia territorial de Afganistán además de buscar una política amigable con el pueblo afgano. China respeta el derecho de los afganos a decidir su futuro. Continuaremos desarrollando una política de buena vecindad y cooperación amistosa con Afganistán y jugaremos un rol constructivo en la paz y reconstrucción de Afganistán”. Mediante el principio de no injerencia se intenta fortalecer la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, también algo marcado por la historia ya que lo que hoy es parte del territorio afgano fue posesión de la Dinastía Imperial Tang que gobernó desde el 618 hasta el 907 de nuestra era.
También en el proyecto del gasoducto TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India) volverá a tomar fuerza, ya que en febrero de este año una delegación del Talibán visitó Turkmenistán para declarar su apoyo al proyecto, lo que le ha dado mayor estabilidad.
Pero a nivel local podrían existir más problemas ya que el Estado Islámico intenta marcar su propio rumbo mediante el reclutamiento de tropas del Talibán que estén descontentas con las negociaciones que llevó su grupo con Estados Unidos, según un informe de la Agencia Nacional de Seguridad del gobierno de Australia. Bajo el nombre de Estado Islámico de Gran Jorasán, este grupo extremista intenta aplicar una línea más dura que los Talibanes, a los que critica por su composición multiétnica y su relación con Pakistán. En años anteriores ocurrieron combates entre ambos grupos en la región centro-este de Afganistán.
Mientras tanto, en la región de Panjshir –que no ha caído bajo el control Talibán– se acumulan fuerzas que afirman luchar hasta el final contra este grupo y son lideradas por Ahmad Massoud, figura respetada ya que su padre (de mismo nombre) fue uno de los artífices de la lucha contra la invasión soviética.
Apodado como “El león de Panjshir”, el padre falleció en setiembre de 2001 debido a un ataque de integrantes de Al Qaeda y actualmente su figura se reconoce a nivel nacional. El hijo, educado en la Kings College of London y cabeza de la Massoud foundation lidera la llamada “segunda resistencia” que compone grupos que integraron la antigua Alianza del Norte. Tiene una difícil tarea por delante, ya que hasta el momento los actores regionales e internacionales están llamando más al diálogo y la negociación con el Talibán que a la financiación de grupos opuestos a ellos.
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