Los reconocimientos y los premios, pese a la importancia que revistan, deben ser enmarcados dentro de datos más amplios como son los datos biográficos, la personalidad y las circunstancias que llevaron a sus autores a obtenerlos. Por esta razón queremos rendir homenaje a la vida y actuación del ingeniero Eladio Dieste, cuya obra más representativa, la Iglesia del Cristo Obrero ubicada en la Estación Atlántida, acaba de recibir de la Unesco la distinción de ser considerada Patrimonio de la Humanidad.
Daremos solamente algunos pantallazos que entendemos representativos dada la importancia de sus obras, la variedad de sus actividades y títulos recibidos.
Eladio Dieste, de ancestros españoles y más precisamente gallegos, nació en el departamento de Artigas el 10 de diciembre de 1917. La familia Dieste provenía del pueblo de Rianxo, en la Galicia profunda, venida a esta parte de América en el siglo XIX. Ya su bisabuelo ocupó un alto cargo mientras que su abuelo, nacido en Rocha, llegó a Oficial de Estado Mayo. Su padre, también llamado Eladio y nacido en Rocha, era profesor de historia. Se casó con Elisa Saint Martín, profesora de francés a la que conoció en Salto y con ella tuvieron tres hijos: Ariel (1913), Eladio (1917) y Saúl (1921).
El joven Eladio, educado en ese hogar de clase media, se sintió llamado desde niño por una profunda vocación por los números y las mediciones. Optó por la carrera de ingeniero, para la cual debió gestionar una beca.
En el Montevideo intelectual y liberal de la época encontró el ambiente ideal para el desarrollo de sus ideas y proyectos de envergadura. Se atuvo al espíritu que reinaba en dicha facultad en la década de 1930, donde se creaban carreras y nuevos laboratorios en base a la apertura que propiciaba la contratación de profesores extranjeros. En este clima de creación y búsqueda de nuevos rumbos se recibieron los ingenieros de la llamada generación del 45, entre los que se encontraba Eladio, quien obtuvo su título en el año 1943 cuando contaba con 26 años.
Por su carácter inquieto, el joven ingeniero tuvo la oportunidad de vincularse con varias personalidades de la época que actuaban en distintas disciplinas, entre ellos el pintor Joaquín Torres García con quien mantuvo una profunda amistad, de respeto y admiración mutuas. Precisamente Torres García fue quien le presentó al arquitecto catalán Antonio Bonet, a quien le propuso hacer la primera bóveda de ladrillo.
Respecto de las formas, Dieste se inspiró en las obras de Antonio Gaudí y León Friedheim, con una de cuyas hijas, Elizabeth, se casó en 1944 y con la que tuvieron doce hijos.
Una larga trayectoria
En 1945 comenzó a trabajar en la constructora danesa Christiani y Nielsen y a desempeñarse como jefe de la Oficina Técnica de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas. En 1948 fue llamado como ingeniero director en la empresa Viermond S.A., donde tuvo oportunidad de desarrollar su ingenio y capacidad en el diseño de máquinas para diversos usos.
Hacia el año 1955 formó sociedad con el ingeniero Eugenio Montañez, compañero de generación, presentándose en una licitación para construir un depósito de ANCAP en Capurro.
Desde 1958 a 1971 desarrolló la técnica denominada “cerámica armada”, caracterizada por las construcciones en forma de bóveda realizadas con ladrillo, armaduras de acero y mínimo uso del hormigón para lograr un espacio de gran liviandad con costos competitivos, lo que llevo a la aceptación general de su obra.
Como ingeniero mecánico desarrolló su perfil desde sus comienzos. Apenas se recibió siguió vinculado con la Facultad de Ingeniería desempeñándose como Profesor adjunto de Mecánica, cátedra de la que entonces era titular el ingeniero Carlos E. Berta, cargo docente que continuó desempeñando hasta el año 1965.
En 1971 tuvo un breve pasaje por la actividad política, mientras que su socio Montañez se radicaba en Brasil, gracias a lo cual sobrevino una etapa en la que les encargaron obras de gran envergadura.
En 1973 fue convocado como consultor en la Represa de Salto Grande y a desempeñarse como profesor visitante en diversas universidades.
El 10 de septiembre de 1993, culminación de muchos esfuerzos y desvelos, recibió en la Iglesia de Atlántida, el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República.
Falleció en Montevideo el 20 de julio del año 2000.
En el año 2005 fue nominado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Universidad de Princeton y el MIT de Massachussets como “El año Eladio Dieste”.
Y en su patria, el 2006 el Día del Patrimonio fue dedicado en su honor y a su obra bajo el lema de “Tradición e Innovación. Eladio Dieste, el señor de los ladrillos”.
La Iglesia de Cristo Obrero, su “Facultad de Arquitectura”
Dentro de sus méritos cabe señalar que nunca se recibió de arquitecto por más que muchas de sus obras entraran en el campo de la arquitectura.
Respecto de la Iglesia de Cristo Obrero en Atlántida, tal vez la más querida porque le permitió conjugar su profundo sentido místico y religioso como sus teorías sobre la estructura y los ladrillos, la consideró siempre “su Facultad de Arquitectura”.
Lo dice en sus propias palabras: “(…) para este lugar me encargaron, allá por el 1952, una bóveda que después de un proceso realmente novelesco y divertido que sería interesante contar si pudiera hacerse sin herir a nadie, se transformó en la iglesia”. Finalmente, hacia 1956-57 aceptó a Alberto Giudice hacer la construcción por el precio de un galpón. “Fueron casi dos años de locura. Tenía que pasar en el sitio prácticamente más de medio día y ganarme la vida después de las cinco de la tarde”.
A lo largo de su obra, Dieste demostró una gran capacidad para darle un manejo plástico y efectivo de la luz, demostrando la importancia que le daba a la naturaleza y la sensibilidad sobre el espacio arquitectónico. Otro importante concepto que desarrolló fue la economía de medios, inspirándose en las necesidades de la población, entre ellas la falta de espacios y la capacidad económica que no era elevada. La gran mayoría de sus construcciones fueron pensadas para albergar grandes masas de gente, por ello se destacan sus iglesias, terminales de autobuses, depósitos y galpones industriales. También la economía cósmica con base teológica dio sentido a la estética de su obra y orden al universo.
En el curso de su larga vida fue miembro de Asociación de Ingenieros del Uruguay, la Academia Nacional de Ingeniería, la Academia de Ciencias de la Argentina. También fue Profesor ad honorem de las Facultades de Arquitectura de Montevideo y Buenos Aires. Y Doctor Honoris Causa de la Universidad de la Republica. Dentro de los premios obtenidos en vida figura el de Obra Global en la Bienal de Quito de 1990, Premio Gabriela Mistral de la OEA también en 1990 y el Premio América a la Obra Global en 1991.
Nota del autor: Agradezco a Carolina Porley la asistencia en la redacción de este artículo.
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