Los países pobres tienen sectores agrícolas amplios y relativamente improductivos. Los primeros estudiosos del desarrollo consideraban que la agricultura constituía un callejón sin salida y daban por sentado que la mayor parte del impulso del desarrollo y el crecimiento económico procedería necesariamente del sector industrial. Sin embargo, las investigaciones más recientes desafían este punto de vista, presentando modelos alternativos en los que el crecimiento de la productividad agrícola es un factor importante para la posterior industrialización de un país. La cuestión de si los gobiernos deben centrar sus esfuerzos de desarrollo en la agricultura, y cuándo, sigue siendo objeto de un vivo debate político. En nuestro trabajo, estudiamos el impacto económico agregado del crecimiento de la productividad agrícola derivado de la llamada Revolución Verde. La Revolución Verde es, sin duda, el fenómeno de innovación agrícola más importante de la historia moderna, pero este aumento en la productividad se distribuyó de forma desigual entre los países y a lo largo del tiempo. Inicialmente se desarrollaron variedades de cultivos de alto rendimiento (HYV) para el arroz, el trigo y el maíz; posteriormente, los científicos extendieron las tecnologías de la Revolución Verde a otros cultivos. Pero si bien el aumento en la producción de alimentos fue masivo y casi inmediato en las zonas arroceras de Asia y en los centros de cultivo de trigo de Asia y América Latina, otras partes del mundo en desarrollo se beneficiaron poco de estos primeros esfuerzos.
El desarrollo de las primeras variedades híbridas estuvo estrechamente relacionado con la construcción de centros de investigación agrícola financiados internacionalmente, que aportaron nuevas técnicas de cultivo a los problemas de la agricultura en los países de bajos ingresos. Por tanto, los orígenes de la Revolución Verde pueden datarse con bastante precisión. Los dos primeros centros se establecieron en Filipinas (el Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz en 1962) y en México (el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo en 1967). La naturaleza pública de estos centros internacionales de investigación agraria significaba que los HYV estaban disponibles para que cualquier país en desarrollo las adoptara después de su liberación, con la excepción del trigo, que ya era libre a mediados de la década de 1950.
No obstante, nuestros resultados sugieren que las inversiones en el desarrollo y la difusión de la tecnología agrícola han mejorado sustancialmente el nivel de vida en los lugares más pobres del planeta durante el último medio siglo. Ante el cambio climático y otros retos (como se describe en Hertel y Rosch 2011), las nuevas inversiones en ciencia agrícola dirigidas al mundo en desarrollo permitirán mantener estas mejoras en las próximas décadas.
Douglas Gollin, Casper W. Hansen y Asger M. Wingender, en página de VOX/CEPR
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