Puede decirse con toda propiedad que las tecnologías de la información han llegado para quedarse. Como absolutamente todo en esta vida tenemos el lado A y el lado B del fenómeno; dos caras de una misma moneda que curiosamente se las ingenian para convivir. Por una parte las tecnologías en algún sentido logran acortar distancias personales en ciertas franjas de la comunicación, hacernos creer que estamos más cerca de los otros de lo que realmente estamos. Además, tenemos la inmediatez de respuesta que puede satisfacer una demanda rápidamente; accedemos, asimismo, a una cantidad inimaginable, infinita, incesante de información. Disponemos al instante de información proveniente de literalmente todo el globo terráqueo y aun de fuera (de Marte, de la Luna, de los miles y miles de satélites que nos circundan) por medio de diversos canales. También se nos ha dado la oportunidad cada vez más frecuente de trabajar o tener clases de forma remota desde el hogar o desde donde sea que nos encontremos, lo cual nos da libertad de movilidad e incluso de horarios.
La otra cara de tantas bondades está en el hecho de quedar expuestos sin muchas referencias y sin los debidos anclajes a tanta información, a la pérdida de control sobre el tiempo y la energía que dedicamos a la tecnología, a la fatiga que causan las redes sociales, al incremento de la ansiedad y la depresión que genera el flujo constante, la promesa de más novedades; todo ello muchas veces agravado por el uso desmesurado de aparatos que nos producen problemas en la vista, cefaleas de distinto tipo y descompensaciones varias.
Lo inevitable a favor
Guste o no hemos entrado en la era cibernética y de la comunicación 2.0 y debemos amoldarnos a ello, no siempre con nuestro consentimiento. Y, como fue dicho, la diversidad de sistemas y modalidades comunicativas han atravesado las aulas, significando un dispositivo más de aprendizaje, especialmente en estos casi superados tiempos de pandemia, donde los docentes, los alumnos y las familias normalmente se encuentran o se encontraron confirnados en los hogares.
Se ha hecho bastante foco en los últimos años respecto de la intensa necesidad de utilizar las tecnologías con fines pedagógicos a estudiantes con dificultades de aprendizaje. Dichas dificultades se caracterizan por una capacidad imperfecta para escuchar, pensar, hablar, leer, escribir, deletrear, o hacer cálculos matemáticos. Las dificultades de lectura, con todo lo que ello implica, son unas de las más recurrentes y extendidas.
Teniendo en cuenta que las dificultades de aprendizaje suponen una condición de por vida en los sujetos que las padecen, resulta de especial importancia brindar una asistencia competente de acuerdo a las necesidades específicas de cada individuo. Por eso me resultó singularmente interesante enterarme de una iniciativa con respecto al tema de la utilización de las tecnologías para las personas con discapacidad, que es la de IDEA en EE.UU.: Según IDEA (2004) (Individuals with Disabilities Education Improvement Act Amendments of 2004 o en español, Enmienda de la mejora educativa para individuos con discapacidad), la asistencia tecnológica se define como “cualquier artículo, pieza de equipo o sistema de producto, ya sea adquiridos comercialmente, fuera de la plataforma, modificados o personalizados, que se utiliza para aumentar, mantener o mejorar las capacidades funcionales de las personas con discapacidad”.
La Tecnología Asistida (TA) proporciona varios beneficios a los estudiantes que manifiestan algún tipo de dificultad de aprendizaje ya que, por ejemplo, les permite participar en actividades académicas independientes o trabajar en colaboración con otros estudiantes (Pilgrim, Bledsoe, & Reily, 2012); algo bastante impensable o de compleja obtención hasta no hace mucho. El uso de TA facilita a los estudiantes con dificultades de aprender a su propio ritmo, lo que resulta en menos presión y mejores habilidades de comunicación, atención y comportamiento (Parette & Stoner, 2008). Además –y esto luce con relevante- la TA puede ayudar a los estudiantes con la esas dificultades a participar más fácilmente en actividades de aprendizaje cooperativo, ya que está visto desde siempre que los estudiantes que tienen esa condición rara vez poseen las habilidades académicas o colaborativas necesarias para participar plenamente (Bryant & Bryant, 1998).
El salto docente
En un estudio realizado en 2019 en Texas, EE.UU. se analizó el nivel de dominio de tecnología asistida (TA) en una muestra de docentes enseñando a un grupo con dificultades de aprendizaje en escuelas iniciales y de nivel medio. Los resultados indicaron que cuando se completaban cursos universitarios de TA y los auto reportes de competencia en TA en aplicaciones de lecturas en Ipad, se encontraron mayores niveles de dominio de TA. También se encontró que los docentes querían implementar las TA, pero que no se sentían lo suficientemente formados.
Estos trabajos indican claramente que la TA puede acortar la polémica brecha entre los alumnos con dificultades de aprendizaje y sus pares. La legislación de IDEA americana incita a que los alumnos con discapacidad tengan acceso a las TA, pero también estima esencial que los docentes y otros profesionales de educación estemos lo suficientemente formados en estas tecnologías para poder brindar el mayor apoyo y asistencia allí donde se hace necesario, donde los hándicaps nos están gritando todos los días que no hay por qué apostar por el rezago y la resignación si de alguna manera se puede superar o compensar.
La buena noticia que acompaña el dato es que si bien la mayoría de docentes no están tan instruidos como sería deseable en las TA, ellos sí están vivamente interesados y con voluntad de aprender según indican los hallazgos más recientes que han podido medirse. Eso abre una ventana para mirar con optimismo los próximos pasos. En la escala más cercana debemos ser cautos y a la vez inquietos. Por lo pronto, admitir con humildad crítica que dista un abismo considerable entre la formación de docentes en el primer mundo y la que se propicia en la mayoría de los países de América Latina. Pero entrar en conciencia de la necesidad, tal es lo que propongo, puede ser el primer paso para una formación más completa, aggiornada, atenta a los desafíos que presenta el entorno y del imperativo de mejorar la calidad educativa que ofrecemos a los alumnos.
Viendo lo que hay en juego, el esfuerzo vale la pena.
*Psicóloga y profesora. Especialista en autismo. Mg en dificultades de aprendizaje.
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