Hace apenas tres meses, la economía global parecía ir camino a una recuperación relativamente robusta. El mundo parece muy diferente hoy. La variante Delta se está propagando rápidamente, inclusive en los países desarrollados y entre grupos que hasta ahora eran menos vulnerables al virus. Otro problema es que las cadenas de suministro globales están más afectadas de lo que se podía anticipar de un principio. Hoy resultan evidentes los cuellos de botella que se observan en la oferta de mano de obra, semiconductores, materiales de construcción, contenedores y capacidad de transporte, y que no van a desaparecer en el corto plazo. Las presiones inflacionarias resultantes actúan como un persistente viento en contra para la recuperación y el crecimiento. Pero el desarrollo más llamativo de los últimos tres meses ha sido el drástico incremento en la frecuencia, gravedad y alcance global del clima extremo: tormentas, sequías, olas de calor, temperaturas promedio más elevadas, incendios e inundaciones. Un documento reciente de la Reserva Federal de Estados Unidos advierte que el cambio climático podría aumentar la frecuencia y la severidad de las contracciones económicas, reduciendo así el crecimiento. Dados los vientos económicos y climáticos en contra que enfrenta el mundo, y considerando que seguirán soplando por un buen tiempo en el horizonte, el crecimiento y el desarrollo futuros están en peligro.
Michael Spence, premio Nobel de economía y profesor de la Universidad de Stanford, en Project Syndicate
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