La institución Dalmanutá, que nació en Uruguay y tiene presencia en cuatro países, brinda un servicio de acompañamiento espiritual y vital de todas las personas que se acerquen y así lo deseen.
Hay jóvenes que se acercaron porque “no daban pie con bola”, expresó a La Mañana la hermana Gloria García, integrante de la institución Dalmanutá desde su fundación. “Estudiaban, trabajaban, pero no querían saber nada con la vida; no sabían qué querían. Afectivamente estaban perdidos, entonces les servía empezar a charlar con alguien que no fuera de su entorno y entender qué les pasaba”, explicó.
“El mero hecho de empezar a contar que uno se siente mal, que no está conforme con la vida, hace que empiece a tomar conciencia de que falta algo. Por ahí de esas charlas –aunque tampoco tenemos una varita mágica–, se van reconociendo cosas que de repente uno ha tenido en la vida y que había dejado de lado. Uno va aprendiendo que había cosas que me iban ayudando y que las fuimos dejando por priorizar otras, se descubren otros horizontes para la vida”.
Acompañando a reflexionar sobre la vida
La hermana Gloria recalca que el acompañamiento espiritual no es una terapia. “En primer lugar yo no soy psicóloga”, aclaró. “Mi idea siempre fue ayudar o acompañar en lo que a mí me había ayudado, a encontrar un sentido en la vida, otros horizontes, a retomar experiencias de fe, pero también más humanas, de no estar peleado con la vida. Yo no estudié psicología, pero trabajamos apoyándonos en la psicología, algunos autores y estudios, qué sentimientos y pensamientos se encuentran en cada uno, los que ayudan y los que trancan o angustian”.
“Si queremos más amor a Dios también es más amor a todo lo de Dios, principalmente a las personas. Aún los psicólogos que tenemos no hacen terapia en la institución, estamos abocados a la dirección espiritual, que es el acompañamiento a la gente, entonces necesitamos un conocimiento de la persona humana, cómo se movilizan las emociones, para poder ayudar”, reflexionó Gloria.
La dirección espiritual está abierta a todos quienes lo deseen, sin distinción de religiones, aunque Dalmanutá pertenezca a la Iglesia católica y sus integrantes son en su totalidad hombres y mujeres consagrados. “De repente vienen personas que no tienen fe pero quieren crecer en su afectividad o espiritualidad. Las motivaciones por las cuales vienen pueden ser de todo tipo, pero hablando y conociendo las realidades de las personas van surgiendo otras cosas, y aún si no vinieron por una motivación específicamente religiosa no hay duda que todo ser humano tiene a Dios, aunque no se manifieste”.
El padre Carlos de Haedo, al igual que la hermana García, pertenece a la primera generación de Dalmanutá, y dialogó con La Mañana sobre su labor. “Como toda institución no nace de un día para el otro”, señaló, “y para ello tenemos que fijarnos en la vida e inquietudes del padre Luis Montes, sacerdote jesuita uruguayo, que siempre tuvo una profunda vida espiritual y una preocupación por cómo transmitir y evangelizar a quienes se ponían en contacto con él, y durante mucho tiempo se abocó a predicar ejercicios espirituales”.
“Pero sentía que le faltaba un factor de acompañamiento más personal, algo que durara en el tiempo, porque a veces el fruto de una predicación de un retiro quedaba restringido a un momento, y después la vida te iba llevando por otros lados. Entonces fue volcándose a un acompañamiento personalizado y a lo largo del tiempo, en lo que tradicionalmente se llamó dirección espiritual. Lo que busca es justamente un camino de acompañamiento buscando discernir y profundizar en la vida de relación con Dios”.
La dirección espiritual no procura que uno dirija al otro, sino que se busca discernir la acción del Espíritu con el otro. A veces se malinterpreta el término, y por eso se lo traduce como acompañamiento espiritual. Así fue como el padre Montes empezó, “en un tiempo en que el mundo estaba cambiando, en la época del Concilio Vaticano II, se estaba replanteando cómo llegar al hombre, y el padre Montes tuvo que ir viendo aquello que más le sirviera para ese cometido. Fue así como también incursionó en ciencias humanas, como la psicología y otras, como forma de acercarse más profundamente al conocimiento del alma humana”, dijo Carlos.
“Entre los jóvenes que lo seguíamos, a algunos nos interesó ese apostolado y fuimos discerniendo el consagrarnos a esa tarea, y entre estos muchachos y muchachas estaba Ernesto Popelka”. El padre Montes encontró en Ernesto a alguien con quien sintonizó y así fundaron la institución Dalmanutá, el 15 de agosto del año 1980.
Dalmanutá es un término bíblico, un lugar que aparece en el Evangelio de Marcos (8,10) y alude a un lugar a donde Jesús se retiró con sus discípulos después de la segunda multiplicación de los panes, como un lugar para un encuentro más profundo con sus discípulos. “Nosotros lo tomamos como símbolo de ese espacio donde se trabaja esa relación más profunda con Dios”, explicó Carlos. Gloria, por su parte, aseguró que el trabajo de Dalmanutá se resume en “acompañar a las personas a encontrar un sentido profundo de la vida, afianzarse en la fe y en una madura relación con Dios”.
Un trabajo de persona a persona
Apenas fundada Dalmanutá en 1980, el padre Montes falleció y la novel institución quedó sin su padre espiritual y liderada por el joven Popelka, afianzándose en sus fundamentos para luego seguir adelante con el objetivo. Posteriormente la Iglesia los reconoció como institución y el obispo Galimberti, que los acompañaba, ordenó al padre Popelka, que era jugador de fútbol, por lo cual su ordenación sacerdotal fue un hecho de notoriedad y llamativo para mucha gente. A partir de ahí comenzó una expansión de Dalmanutá en Uruguay.
“El testimonio de personas a las que la dirección espiritual le había servido, sumado a la persona de Popelka que era conocido públicamente, produjo una difusión en los medios y ello trajo aparejado una gran expansión de nuestro trabajo”, acotó Gloria.
“Nuestro servicio nació dentro de un clima y una conciencia de la Iglesia de encontrar nuevos caminos de acceso al hombre actual”, explicó. “Y éste es uno que responde a una necesidad de encontrar a alguien que te atienda o escuche de una manera personalizada, término ampliamente utilizado, que ha calado profundamente como una necesidad en todos los ámbitos, quizás porque vivimos en una sociedad masificada donde el hombre se pierde y necesita encontrar esos espacios donde sea reconocido en su individualidad”.
“Cuando una persona quiere hablar de cosas profundas de su vida, necesita hacerlo con alguien cara a cara; y hoy, cuando en el mundo se ha multiplicado la comunicación virtual para tantas cosas, creo que nuestro trabajo da esa posibilidad de tener un espacio donde poder hablar y confrontar vivencias, realidades o problemáticas personales que necesitan ser atendidas”, reflexionó Gloria.
“La necesidad de Dios está presente en todo corazón”
En la institución Dalmanutá trabajan algo más de 60 personas, 37 en Uruguay, en Argentina 14, en México 3 y en Brasil 8. “Hay vocaciones nuevas de jóvenes con ese deseo de consagrarse en esta evangelización, en este apostolado de dirección espiritual”, contó Gloria. “No es un trabajo fácil de ninguna manera para nosotros. Tenemos que seguir formándonos siempre, personalmente y con la responsabilidad de enfrentarnos a almas de Dios”, agregó.
“Es una institución mixta, y esta presencia conjunta de hombres y mujeres ha sido algo bastante novedoso. Asimismo, representa un caso singular en la historia de la Iglesia católica en Uruguay: es la única congregación fundada en Uruguay que se extendió a varios países del mundo”, comentó Gloria. La institución tiene su sede central en Montevideo, en un edificio frente a Plaza Independencia.
“Cada persona es un mundo y a cada persona buscamos ofrecerle lo que está buscando de la manera que juzgamos más adecuada, pero somos conscientes de que muchas veces nuestro servicio es derivar a la persona al lugar más adecuado para que pueda atenderse en su problemática específica, como pueden ser las adicciones o personas que requieren atención psicoterapéutica”, dijo Carlos.
El padre reflexionó acerca de las necesidades espirituales de las personas en tiempos de pandemia. “Partimos de la base de que la necesidad de Dios está presente en todo corazón y en toda alma, sea más o menos consciente de eso, y eso es algo que va más allá de los tiempos o culturas. Evidentemente que en cada época esa búsqueda de Dios puede asumir distintas formas más explícitas u otras más disfrazadas”.
“En los últimos tiempos hemos visto que en base a las circunstancias que estamos viviendo hay una búsqueda generalizada de un sentido trascendente. Parecería que al constatar que muchas seguridades humanas han entrado en crisis, aquello en lo cual uno tenía puesta su esperanza –y esto es muy palpable en la situación de pandemia–-, todo esto ha sacudido enormemente; muchos de los momentos de acercamiento a Dios suceden a partir de cuando se te mueven todas las estructuras”.
Caminando junto a la comunidad de Melilla
La expansión de Dalmanutá permitió además ensanchar la actividad a un servicio en el barrio Melilla en las afueras de Montevideo, donde tenían un predio en el que viven los religiosos.
“De ese movimiento que se empezó a dar de que iba llegando más gente buscando dirección espiritual y que querían trabajar o dar de lo que sabían a la Iglesia, a través de lo que iban conociendo a través nuestro, se empezó a dar así”, contó Gloria. “Llegó un momento en que empezamos a ver la necesidad de tener un espacio para aglutinar todos esos trabajos y a la misma gente. Justo teníamos el predio grande en Melilla, y se vio la posibilidad de construir a través de un préstamo del BID que daban para guarderías o policlínicas, no para una obra religiosa. A través de eso optamos por una guardería, viendo el medio donde estábamos y las necesidades que veíamos en la zona”, hace cerca de veinticinco años.
De esa manera aprovecharon para hacer un centro que nucleara a quienes se ofrecían a ayudar mediante talleres, “señoras que sabían pintar en tela, ingles, costura, además de la guardería que surgió con voluntarios. Después pasado el tiempo la cosa se empezó a hacer más profesional, y se hizo un convenio con Inau para un CAIF”, comentó Gloria.
“Con el tiempo y a través de la hermana Beatriz de Buenos Aires se trajo lo que existía en Argentina y acá todavía no, que fue la catequesis del Buen Pastor, que se sigue dando y es una forma de transmitirlo a las familias. Ese trabajo acercó a mucha gente que nos conocía y otros que no al servicio de la dirección espiritual”, concluyó la hermana Gloria García.
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