Entre todo el debate sobre cuándo y cómo poner fin o revertir la flexibilización cuantitativa (FC o QE en inglés), casi nunca se aborda la pregunta de por qué las compras masivas de bonos por parte de los bancos centrales en Europa y Estados Unidos desde 2009 han tenido tan pocos efectos sobre el nivel general de precios. Una explicación plausible es que el aumento de la cantidad de dinero mediante la flexibilización cuantitativa da un impulso temporal a los precios de las viviendas y a los activos financieros, beneficiando así significativamente a los titulares de esos activos. Una pequeña proporción fueron canalizados hacia la economía real, pero la mayor parte queda circulando dentro del propio sistema financiero. El argumento keynesiano estándar, derivado de la Teoría General de John Maynard Keynes, es que todo colapso económico, cualquiera sea su causa, lleva a un gran aumento de la acumulación de efectivo. El dinero se va a las reservas, el ahorro sube y el gasto baja. Por esta razón Keynes planteaba que el estímulo económico después de un colapso debería centrarse en políticas fiscales más que en monetarias. El gobierno ha de ser el “agente de gasto de último recurso” para asegurar que el nuevo circulante se destine a la producción en lugar de ser acumulado.
Durante una aguda desaceleración económica, argumentó, el dinero no necesariamente es acumulado, sino que fluye desde la circulación “industrial” a una “financiera”. Las depresiones se caracterizan por una transferencia de dinero desde la circulación industrial a la financiera, es decir, de la inversión a la especulación. Con la FC hemos inventado un medicamento milagroso que cura las enfermedades macroeconómicas que él mismo causa. Por eso las preguntas sobre cuándo retirarla son “cálculos tan ajustados”. Pero al antídoto está justo frente a nuestras narices. Primero, los gobiernos deben abandonar la ficción de que los bancos centrales crean dinero independientemente de ellos. Segundo, deben gastar el dinero emitido por orden suya. Por ejemplo, los gobiernos no deberían acumular los fondos de los días de permiso sin paga que planean ir retirando a medida que se reactive la economía y, en lugar de ello, deberían utilizarlos para crear empleos públicos. Solo así podremos alcanzar una recuperación sin crear inestabilidad financiera y salir de nuestra adicción a la FC, que lleva ya una década.
Robert Skidelski, en Project Syndicate
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