Calle Treinta y Tres
Ubicada en la calle Treinta y Tres, Nº 1287/1289 de Montevideo, la casa donde nació Rodó, expropiada por ley en 1961 fue declarada Monumento Histórico en 1976. Treinta y nueve años después las autoridades decidieron desafectarla. El caserón que en 1983 albergaba, a juzgar por las placas, la Escuela Nacional de Periodismo y la Biblioteca Raúl Montero Bustamante había pasado de monumento a “ruina riesgosa e irrecuperable”.
En 2015 por Resolución del Ministerio de Educación y Cultura se dispuso “destinar el predio para la construcción de vivienda de interés social [y] construir una señal de material noble, claramente reconocible en el sitio, expresando que allí fue el solar en donde nació el escritor”.
Recién la Licitación Pública Nº 143/2019, “para proyecto ejecutivo y construcción de 9 viviendas como mínimo y Salón de Usos Múltiples, para población meta del Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente”, actualmente en proceso de adjudicación, da cumplimiento a la disposición de 2015.
Calle Cerrito
La última morada uruguaya de Rodó se encontraba en la calle Cerrito Nº 102. La manzana fue demolida para la construcción del Banco de la República (BROU). En la fachada de la casa matriz del BROU luce una placa fechada en 1940, que recuerda que en el sitio se encontraba la casa donde Rodó vivió y escribió entre 1900 y 1916. (Foto gentileza Archivo General de la Nación)
La quinta
En Santa Lucía, departamento de Canelones, se conserva la quinta hecha construir por su padre José Rodó y Janer en 1873. Hacia el último cuarto del siglo XIX la entonces Villa de San Juan Bautista se había convertido en un exclusivo lugar de veraneo. Es así que florecieron las residencias de temporada y una creciente afluencia turística a partir de la llegada del tren. Allí veraneó Rodó hasta sus nueve años. A ella alude en sus Últimos Motivos de Proteo cuando evoca “la imagen de la ventana de donde… miraba [la estrella Régulo], el trepar de una enredadera claudicante y la forma de dos manchas de musgo”.
La casona fue hipotecada y años después pasó a propiedad de don Zoilo Martin. En 1972, el rumor de posible remate judicial del predio da lugar a una movilización de las fuerzas vivas de la ciudad con el objetivo de conservar esta histórica residencia en donde viviera el insigne escritor. En mayo de 1973 se la declara Patrimonio Histórico Nacional. Años más tarde, ya en la órbita de la comuna canaria, es el Centro Cultural José Enrique Rodó.
En el jardín se encuentran las estatuas de terracota que una vez estuvieron al frente de lo que fuera el Palacio Lacueva, una residencia hecha construir por Felipe Lacueva en 1866, y un monolito erigido en 1972 por los vecinos en homenaje al escritor.
Para la comunidad local es un importante instrumento de capacitación en diferentes disciplinas artísticas, se ofrecen cursos y talleres y se realizan diversas exposiciones.
Además, es sede de la Biblioteca Municipal Clemente Estable, justo homenaje a un santalucense notable. (Foto casa de veraneo de J. E. Rodó en Santa Lucia, Canelones. Gentileza Héctor Testoni)
Última Thule
Algunos fallecen en su propia casa rodeados de afectos, otros mueren en combate, otros… Podrá agregarse múltiples posibilidades, lo que no cambia es el hecho de que todos vamos a morir.
A Rodó le tocó abandonar el mundo conocido en un hospital siciliano. La habitación 215 del Grand Hotel des Palmes fue su domicilio postrero. Sobre la realidad irrefutable se elaboraron distintos relatos. Emir Rodríguez Monegal recoge en su prólogo a las Obras Completas publicadas por Aguilaruna versión que toma de un antiguo cronista de El Día que Wilfredo Penco califica de sensacionalista y de falta de rigor e imparcialidad.
Penco se basa en el informe de los propietarios del hotel, M.V. Marcucci y Manfredo Paggiarin, producido cinco días después del deceso del Maestro.
Los que suscriben propietarios del Hotel des Palmes en Palermo a pedido del Sr. Cónsul del Uruguay en Roma, en misión en Palermo, don Enrique Rovira, declaramos que:
El día 2 de abril a las 15.45 llegó a nuestro hotel el Sr. José Enrique Rodó, a quien le fue asignado el cuarto Nº 215, en el 2º piso. Al llegar quiso arreglar un precio de pensión al cual el mismo día renunció, declarando encontrarse imposibilitado de aceptar todas las comidas porque debía seguir un tratamiento especial y riguroso. En realidad de su aspecto cualquiera comprendía deberse tratar de una persona enferma, flaca, caminaba lentamente apoyándose en un bastón. Era bastante descuidado en su persona. El Sr. Rodó vivía muy poco en el hotel, pasaba la mayor parte del tiempo afuera y se mostraba muy reservado. Pasaron así diversos días.
Pagó regularmente las primeras dos cuentas semanales, y proseguía sin pagar la tercera. En la cuarta semana de permanencia en nuestro hotel modificó sus costumbres, se detenía en el propio cuarto, tomaba café y varias veces en el curso del día bajaba en el hall donde se hacía servir algún caldo y huevos. El día 29 de abril no salió de su cuarto, tomó un solo café y parecía muy enfermo. Se le preguntó si tenía necesidad de la asistencia de un médico, ofrecimiento que fue rechazado y nada más pidió durante el día.
Solamente a la hora 22, más o menos, la sirvienta oyó que el Sr. Rodó se lamentaba acusando fuertes dolores. La sirvienta misma nos advirtió enseguida y nosotros fuimos al cuarto donde encontramos al Sr. Rodó en un estado más bien grave, tanto que él mismo manifestó el deseo de que se llamase enseguida a un médico. Llamamos telefónicamente a nuestro profesor, pero no encontrándose en casa, una persona del hotel fue a buscar a otro sanitario.
Mientras tanto se trasladaron al cuarto del Sr. Rodó, llamados por los lamentos, diversos clientes nuestros, quienes nos ayudaron a envolverlo en paños calientes y a poner en la cama botellas de agua hirviente y esto porque el Sr. Rodó en un estado de fuerte frío. A las 23 horas llegó el médico, doctor Sapuppo, quien juzgó grave el estado del Sr. Rodó, siguió en la aplicación de paños calientes, practicó inyecciones excitantes, aplicó dos ventosas, y nos aconsejó de transportarlo enseguida al hospital donde el enfermo recibiría mejores asistencias, tanto más en cuanto el señor Rodó continuaba a emitir lamentos sin hablar, excepción hecha de algunas palabras truncas como “dolore”, “grazie”. Enseguida fuimos a buscar un medio de transporte y lo encontramos en la Cruz Roja.
En una litera, donde nosotros mismos lo colocamos con todos los cuidados del caso, fue transportado al Hospital de San Saverio, donde fue aceptado enseguida y recibido en una sala. El médico de servicio que hizo en el primer momento una visita sumaria, juzgó tratarse de fiebre tifoidea o de meningitis cerebro-espinal, encontrando síntomas de dichas enfermedades.
Después de salido el Sr. Rodó, cerramos el cuarto abriéndolo solo a nuestro regreso del hospital para depositar el colchón y la ropa blanca usada en el transporte. En la suposición de que el Sr. Rodó fuera de nacionalidad argentina, nos trasladamos al Consulado de este país, en la mañana del 30 de abril, siendo recibidos por el vice-cónsul para que nos acompañara al hospital a fin de tratar de hablar con el Sr. Rodó y para informarnos de su estado de salud. En el hospital encontramos al mismo médico que había visitado al enfermo la noche anterior, quien nos informó del estado gravísimo del Sr. Rodó, entrando ya en el período comatoso.
La dirección del hospital de San Saverio para asegurarse si se trataba de un caso de meningitis cerebro-espinal hizo practicar al enfermo una inyección lubal, la que dio resultado negativo. Quedaba pues, la diagnosis de fiebre tifoidea y más preciso de Tifus Abdominal. Según el médico del hospital ninguna asistencia favorable podía prestarse al enfermo. Entretanto el vice cónsul llamaba a Palermo al titular.
A las 6 del día 1º de mayo vinieron agentes de la Oficina de Higiene para la desinfección de la ropa del Sr. Rodó y del cuarto; desinfección a la cual asistió nuestro socio, el Sr. Manfredo Paggiarin. Buscando en los trajes que habitualmente usaba y antes de mandarlos a la estufa para la desinfección, en un bolsillo interior del chaleco se encontró en un sobre de papel la suma de 3.000 liras en billetes de bancos italianos, quince liras en una cartera negra con monograma y 27,70 liras en monedas de plata y cobre, por una suma total, pues, de 3.042, 70 liras.
En el mismo bolsillo interior del chaleco y en el mismo sobre se encontró también el pasaporte del Sr. Rodó por el cual conocimos ser nuestro cliente de nacionalidad uruguaya y no argentina, como creíamos. Conocida la ciudadanía del Sr. Rodó, nos apresuramos a ponerla en conocimiento del Consulado, o mejor dicho, del titular del Consulado argentino. El cónsul no quiso tomar a su cargo las gestiones que eran del caso no siendo de su competencia, y nos aconsejó dirigirnos al Consulado de Uruguay en Palermo, representado por el Sr. Comendador Ahrens.
Telefoneamos a dicho señor, sin obtener mejor resultado, declarándose el señor Ahrens que no tenía más a su cargo los intereses del Uruguay y que en Palermo no existía consulado. Entretanto fallecía el Sr. José Enrique Rodó, a las 10.30 del día 1º de mayo de 1917.
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