El anuncio reciente por parte de Uruguay acerca del inicio de negociaciones por un tratado de libre comercio con China se da en el contexto de una amplia estrategia del gigante asiático destinada a reforzar su presencia comercial en el mundo.
En tal sentido, un hecho de suma relevancia ha sido la solicitud que China presentara recientemente para unirse al Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP o TPP11). El CPTPP, que entró en vigor en diciembre de 2018, es un tratado de integración económica multilateral que involucra a la región más dinámica del siglo XXI, la de Asia-Pacífico. El acuerdo incluye a 11 países y tiene como propósito contribuir al crecimiento económico y crear nuevas oportunidades para empresas, trabajadores, agricultores y consumidores. Mediante la firma de este acuerdo, Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile, Malasia, México, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam manifiestan la convicción compartida de que una economía abierta es beneficiosa para sus países y les ofrece posibilidades de mayor crecimiento económico, empleo, reducción de la pobreza y bienestar para todos.
Estos países representan el 13% del volumen del comercio del mundo y refuerzan su intención de libre comercio con un tratado que constituye una versión actualizada de la Asociación Transpacífica (TPP, siglas en inglés), firmado el 4 de febrero de 2016, y que entró en crisis a raíz de la decisión del expresidente de EE.UU., Donald Trump, de retirar a su país de la iniciativa en 2017. En su primera etapa, el TPP se convirtió en uno de los blancos de la campaña de Donald Trump, que se mostraba contrario a los acuerdos internacionales de libre comercio, prefiriendo en su lugar negociaciones que pusieran a Estados Unidos en el centro.
De todas maneras, el proceso de ingreso de China a este acuerdo será lento e implicará varias etapas, negociaciones y polémicas. Mientras tanto, Estados Unidos no se puede mantener omiso al tema, y probablemente reconsidere su posición de salirse del acuerdo Asia-Pacífico, buscando algunas mejoras en el pacto que justifiquen el giro. De lo contrario, no le quedará otra alternativa que observar cómo China toma la delantera en la región.
Por otra parte, China tiene un largo proceso por delante. Si bien el país ha mejorado en muchos aspectos, sigue existiendo una importante brecha entre la realidad china y los estándares del CPTPP. A menos que los miembros del CPTPP otorguen a China largos períodos de transición para que adecue sus prácticas nacionales a las obligaciones del pacto –u otorguen exenciones de disposiciones específicas del CPTPP–, es difícil ver cómo podría ser aprobada la solicitud de ingreso de China. Claramente China es consciente de esta realidad y está dispuesta a pasar por el proceso. Su sola presencia en la negociación transmite la imagen al mundo de querer ser parte de un acuerdo de suma relevancia en el comercio internacional, y con esto generar un efecto neutralizador ante Taiwán, que también ha solicitado formalmente unirse al CPTPP.
El pedido de ingreso de China al acuerdo coloca al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, bajo presión acerca de qué posición asumir ante un pacto de tal envergadura. Sin presencia de EE.UU., China tendrá con seguridad más influencia en la negociación de las condiciones de adhesión y los programas de acceso a los mercados con los miembros actuales del CPTPP. A su vez, es de esperar que los países miembros no opongan mayor resistencia a la presencia de China en el acuerdo. De hecho, la mayoría ya cuenta con vínculos comerciales sustanciales con el gigante asiático, incluidos los acuerdos de libre comercio que brindan trato preferencial en el mercado chino. Para 6 de los 11 países del CPTPP, China representa más del 20% del comercio bilateral de mercancías y solo en 3 casos representa menos del 10% del comercio total. El resultado esperable es que resulta difícil rechazar el ingreso de un socio comercial que es más importante que Estados Unidos para la mayoría de los miembros del CPTPP.
Por otro lado, las relaciones bilaterales históricas de China con los miembros del CPTPP conllevan antecedentes que pueden producir complicaciones. A modo de ejemplo, podemos mencionar la situación de Australia que ha sido sujeto a la imposición de restricciones a la importación por parte de China. Pero también Japón y Canadá han tenido problemas bilaterales con el gigante asiático.
La experiencia de Asia-Pacífico y la de otros países latinoamericanos servirán sin dudas para preparar mejor a Uruguay cuando comiencen las negociaciones tendientes al acuerdo de libre comercio (TLC).
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