En el marco de los festejos por el 150.º aniversario del nacimiento de José Enrique Rodó, la Real Academia Española (RAE) rindió homenaje al escritor y político, en una celebración que tuvo lugar el pasado lunes 4 de octubre y que fue transmitida para todo el mundo vía streaming.
La ocasión contó con la presencia de Santiago Muñoz Machado, director de la RAE; la embajadora de Uruguay en España, Teresa Ayala; Joanna Peluffo, del Instituto Nacional de Letras de Uruguay, que actuó como coordinadora durante la actividad; Martha Canfield de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, catedrática en Italia y perteneciente a la Academia de Letras del Uruguay; y María Saavedra, directora de la Cátedra Internacional CEU Elcano, en representación Sociedad Rodoniana.
En su disertación, la embajadora Ayala destacó la figura de Rodó como un hombre adelantado a su tiempo que, con sus ideas “logró crear en un breve tiempo importantes espacios de discusión que no quedaron suscritos a los límites de Uruguay, sino que trascendieron fronteras de América Latina y Europa”. Fue así que aseguró que actualmente “Rodó nos invita a seguir pensando” e indicó que todos los uruguayos que asistieron a la escuela en el país lo recuerdan como uno de los primeros pensadores que reivindicó en América la raíz hispana y defendió la posibilidad de formar un grupo de naciones unidas por la herencia, la lengua y el pasado común.
Por su parte, Muñoz Machado recordó que Rodó recibió “el justo apelativo de Maestro de la Juventud Americana por su voluntad de educar en los valores hispánicos en los que creyó como base de la unión de los pueblos latinos de América”.
A la vez, recordó las palabras de Arturo Ardao señalando que en la obra de Rodó se acumulan en círculos concéntricos al menos cuatro tipos de americanismo: el literario, cultural, político y heroico. Retomó la visión de Rodríguez Monegal respecto a la obra Ariel, la que dijo, nace bajo el signo del desastre; es un libro del 98, impregnado de las ideas regeneracionistas que se habían encendido en España, pero desde América Latina.
Indicó que Ariel toma nota de las búsquedas identitarias americanistas y lo analiza en un sentido novedoso y más potente. “Rodó había diseñado un proyecto de patria grande en la que había reservado un espacio para España por razón de la herencia basada en el idioma, la religión y la historia”, señaló el académico. Recordó la visión de Rodó de que lo hispano en América y lo hispano en Europa marchen juntos.
“Hoy les hablo desde la RAE para celebrar la gran contribución de Rodó en favor de nuestra lengua, debo mostrar el agradecimiento de todas las academias por la lúcida aportación del escritor uruguayo. La Asociación de Academias de la Lengua Española que me honro en presidir y que reúne a la totalidad de las corporaciones de esta clase existentes en el mundo de habla hispana es una de las expresiones más acabadas del panismo lingüístico que él pregonizó con tanta inteligencia y convicción. Pocos homenajes a un intelectual más merecidos que el que hoy ofrecemos, emocionados, a José Enrique Rodó”, dijo cerrando su disertación Muñoz Machado.
La persistencia del mensaje ariélico
Por su parte, Canfield mencionó que Rodó dejó una “vasta obra profunda desde el punto de vista estético y filosófico, original por su estructura en la cual se destaca Ariel, cuyo mensaje sigue siendo después de 121 años extraordinariamente actual”. Y, en ese sentido, habló de la persistencia del mensaje ariélico. Recordó que esta obra fue aclamada por los mayores estudiosos españoles de la época y que en América Rodó fue reconocido como maestro de las jóvenes generaciones que por entonces eran maestros.
Canfield detalló la inquietud de Rodó de que se difundieran sus ideas. “Cuando recibía noticias de personas que no podían acceder a la obra de Ariel porque vivían en lugares aislados o no tenían dinero para comprarla, él las enviaba, pagaba sus gastos”, recordó.
Indicó que es un error creer que su concepción política excluyera la problemática social. “Él declaró específicamente su malestar ante las injusticias sociales”, dijo y agregó que Rodó exaltó la figura del obrero, al que llamaba “el hombre que trabaja”. En este sentido, él se consideraba “como un obrero del pensamiento, como todo periodista y como todo maestro”.
Finalizó señalando que cada vez que leemos Rodó “nos devuelve vitalidad, energía y profundidad de pensamiento”.
El renacimiento del Don Quijote de América
En tanto, María Saavedra tituló su intervención en la ceremonia como “Rodó y el renacimiento del Don Quijote en América” y señaló cuatro asuntos que trató en sus obras: la unidad inherente de América Latina como consecuencia de la herencia hispánica, el concepto de raza más en un sentido cultural que biológico, una propuesta de que la regeneración tan necesaria en España pasara por la vitalidad de América y, por último, la americanización del Quijote. Respecto a este último punto, mencionó: “Rodó fue un hombre que pasó su vida descubriendo dónde estaba ese ideal de pensamiento, de actitud, de escritura, que a veces lo llevó a buscar referencias en el pasado”.
En el artículo “La filosofía del Quijote y el descubrimiento de América”, Rodó dijo que si España estaba obligada a rendir homenaje a su más alto representante espiritual, América no lo estaba menos. En este sentido, Saavedra citó las palabras del escritor: ‘No hay otra estatua que la de Cervantes para simbolizar en América la España del pasado común, la del sol sin poniente. La filosofía del Quijote es la filosofía de la conquista de América. América nació para que muriese Don Quijote, o mejor, para hacerle renacer entero de razón y de fuerzas, incorporando a su valor magnánimo y a su imaginación heroica el objetivo real: la acción conjunta y solidaria, y el dominio de los medios proporcionados a sus fines’.
Por último, la catedrática de CEU San Pablo indicó que en el conquistador español del siglo XVI Rodó vio la mezcla del ideal quijotesco de la pasión por la gloria con elementos más materiales como eran el afán por el oro, y que sostenía que el significado ideal de la obra de Cervantes puede servir como vínculo imperecedero que recuerden a América y España la unidad de su historia y la fraternidad de sus destinos.
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