El doctor en Economía y profesor de Comercio Internacional de la Universidad de la República conversó con La Mañana acerca de las negociaciones del gobierno uruguayo con China de cara a un posible Tratado de Libre Comercio (TLC). Según su visión, Uruguay debe enmarcar este acuerdo en una agenda de apertura global que comprenda otros mercados. Además, explicó los efectos que el TLC implicaría tanto en el país como en la región.
Desde hace muchos años se habla en Uruguay de la posibilidad de un TLC con China. ¿Qué indica que ahora es un momento oportuno para concretarlo?
Como bien decís, en parte no es una sorpresa el hecho de que Uruguay intente hacer esto con China porque estaba en la agenda desde hace bastante tiempo. China es el primer mercado de exportaciones de Uruguay, es el segundo para importaciones, y tenemos relaciones diplomáticas desde hace al menos una década.
La diferencia es que ahora hay dos aspectos fundamentales que no tienen tanto que ver con Uruguay, sino con el contexto. Uno es la posición de Brasil en términos de un camino definido hacia la apertura comercial, lo cual queda bastante claro en los relatos y en un conjunto de acciones que ha venido liderando el ministro de Economía, Paulo Guedes. En segundo lugar, esta vez China respondió favorablemente a esa invitación que le hizo Uruguay luego de la última reunión del Consejo del Mercado Común, donde anunció que, dado que no había madurado nada en el Mercosur, iba a tomar esta iniciativa.
Brasil está quizás más enfocado en reducir el Arancel Externo Común, pero ve con buenos ojos la acción de Uruguay. Por otra parte, Argentina, que está en una posición negativa que no explica demasiado, no tiene grandes capacidades de represalias, porque está en una situación de inestabilidad política y económica muy fuerte con repercusiones en lo social.
Con respecto a este posible TLC, el canciller argentino, Santiago Cafiero, expresó: “Nosotros somos importantes para Beijing, y ellos no van a oficializar un acuerdo que puede complicar la relación bilateral con Argentina”, según consignó Infobae. ¿Qué opinión le merece?
La credibilidad del canciller Cafiero no es muy alta. Son declaraciones totalmente inoportunas y temerarias. La capacidad de represalia que tiene Argentina sobre China es minúscula y lo “recíproco” no es cierto, más bien todo lo contrario, entonces, creo que no pensó demasiado cuando dijo eso. Necesita ponerse un poco a tiro con el tema de la diplomacia. Muy bien no le fue como jefe de gabinete, si sigue así, tampoco le va a ir bien como canciller.
¿Cómo cree que este acuerdo podría afectar al Mercosur?
Yo opino que lo va a beneficiar. El problema grave del Mercosur es que Argentina y Brasil desde hace décadas han insistido en una política comercial absolutamente anacrónica para la época, de un proteccionismo exacerbado. Eso está en la raíz de las crisis económicas que tienen, su evolución de la productividad, su capacidad de captación de inversiones; han quedado fuera del planeta.
Brasil está cambiando el rumbo: denunció el acuerdo de reserva de cargas que tenía, está liberalizando el transporte marítimo, está tratando de reducir el Arancel Externo Común, quiere hacer acuerdos con terceros.
Guedes afirmó que “el Mercosur se va a modernizar y quien esté incómodo que se retire”, en apoyo a la posición uruguaya. ¿Qué lectura hace de ese mensaje?
El Mercosur está donde está Brasil, por eso es una cuestión de un sentido de realidad. Brasil quiere cambiar el Arancel Externo Común y lo va a hacer, no es un cambio sustantivo, es más bien una señal de economía política hacia adentro de que el proceso de apertura va en esta dirección. El ministro Guedes necesita construir hechos que se concreten y que establezcan ese rumbo, porque si se realizan, no se van a revertir.
Si Uruguay suscribe un acuerdo con China ahora, eso no tiene reversión posible, y tampoco va a tener reversión el hecho de que los países empiecen a hacer acuerdos con terceros, porque los incentivos van a cambiar. Del mismo modo, si el Arancel Externo Común se reduce, no va a haber una reversión hacia atrás.
Es importante para Brasil que eso ocurra en estos años, antes de que cambie el gobierno, porque si gana el PT (Partido de los Trabajadores), no va a revertir esos cambios. No va a hablar de política comercial ni de apertura en la campaña porque no existen incentivos para hacerlo, pero esto no tiene vuelta atrás, por lo que dicen las élites económicas, académicas y la realidad de cómo le ha ido a Brasil con este proteccionismo anacrónico.
¿Es posible que otros integrantes del Mercosur se sumen a la negociación para avanzar en conjunto?
Los intereses de política comercial de cada uno de los países del Mercosur son distintos. Lo que ellos pueden pretender hacer en la negociación con terceros es armonizarla, ir juntos en los viajes, pero tiene que ser sobre bases bilaterales, como hacen los países de la Asociación Europea de Libre Comercio, por ejemplo. Ya tenemos la experiencia de lo que nos ocurrió con la Unión Europea por atarnos las manos entre todos; no tiene sentido entrar en negociaciones que duran 25 años.
¿Cuáles serán los ganadores y perdedores en la economía uruguaya con este acuerdo?
Este es un país exportador agroalimentario –con rivales exportadores que entran a China en mejores condiciones–, por lo tanto, esos sectores se van a ver claramente favorecidos, e indirectamente todos los rubros que ellos demandan, como la logística.
En términos de perdedores, las manufacturas de escala en la competencia con China están jorobadas, pero ya lo estaban por la apertura con Brasil y Argentina. Lo que puede ocurrir es que disminuya el desvío de comercio con respecto a los países vecinos, es decir, sustituir importaciones protegidas ineficientes de estos, por importaciones más eficientes del resto del mundo, en este caso, de China. Pero no veo ajustes contractivos relevantes en Uruguay asociados a esta negociación.
Además, China ya no está activa y dinámica en muchos de esos rubros, tipo vestimenta, calzado, sectores más intensivos en mano de obra, sino que pasó a estar en la industria automotriz, las telecomunicaciones. No es que no lo siga haciendo, pero no son los sectores pujantes.
¿Qué riesgos tendría para el país un tratado de este porte?
Uruguay no tiene que hacer del acuerdo con China una “chino-afinidad”, es decir, lo lógico es insertarlo en un programa de apertura global que abarque otros mercados. El acuerdo con China implica cruzar el Rubicón, ese límite que tenemos de no poder negociar con terceros. Tienen que seguir otros acuerdos más modernos y desafiantes, porque el TLC con China es bastante convencional, no es de nueva generación.
Los acuerdos bilaterales que hace China con este tipo de países son relativamente fáciles de negociar. Entonces, el riesgo es quedarnos en eso y no completar la agenda bilateral de apertura. Los países que han hecho acuerdos con naciones importantes, luego tienen incentivos a hacerlos con muchas otras. La relevancia de Uruguay crece globalmente por el hecho de que China le preste atención, y eso hay que aprovecharlo.
¿Cuáles tendrían que ser los pasos a seguir en ese sentido?
Pedir ingreso al CPTPP –también llamado TPP11–, donde están Japón, Canadá, los países de la Alianza del Pacífico, los del Sudeste Asiático, Australia y Nueva Zelanda. Eso es algo que tendría que estar en la agenda ya, porque los acuerdos de ese estilo –que son acuerdos de acuerdos- son el mundo del futuro. Por otra parte, China ahora está pidiendo el acceso a ese tratado, y si entra y Estados Unidos vuelve, va a ser el nuevo “hogar”, porque prácticamente todo el mundo va a estar ahí -falta Europa solamente-.
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