“No solo debemos aceptar los problemas que tenemos en salud animal, sino que hay que tener un plan para mitigarlos o resolverlos, e invertir recursos para ejecutar ese plan”, dijo el Dr. Alejo Menchaca del INIA.
Hace algunas semanas en Brasil se registraron casos de vaca loca atípica que encendieron alarmas en la región. En Uruguay la aftosa es quizás la enfermedad productiva más recordada por la profunda crisis que desencadenó y que afectó a todo el país. Desde entonces, diferentes entidades científicas se han abocado con ahínco al estudio de la salud animal, entre ellas el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), que en 2014 instaló en su sede de La Estanzuela (Colonia) la primera Plataforma de Salud Animal del país.
“Lo que hoy es la COVID-19 para la salud pública, en su momento lo fue la aftosa para la salud animal de Uruguay. Yo espero que esa crisis haya servido de lección y alerta, porque no estamos libres de que vuelva a ocurrir. Por eso tenemos que cuidar nuestro estatus sanitario, porque están apareciendo todo el tiempo enfermedades nuevas y reemergentes, y eso puede limitarnos el ingreso a mercados de alto valor, entre otros problemas asociados”, explica el Dr. Alejo Menchaca, coordinador de la Plataforma de Salud Animal de INIA.
Por ser un país productor de alimentos de origen animal, en Uruguay la salud del ganado debe estar en agenda siempre, entiende el experto. Entre los motivos por los que hay que contemplarla, señala las millonarias pérdidas económicas y productivas que implica cuando hay problemas. “Hay muchos factores que determinan el éxito de la producción y la agroexportación nacional, la salud animal es uno de ellos”.
“Uruguay pierde cientos de millones de dólares al año por problemas de salud animal. La baja tasa de preñez, las pérdidas de gestación y en la guachera en lechería, la muerte de corderos, las enfermedades parasitarias y transmitidas por vectores, los problemas de patas en ovinos, la brucelosis y la leucosis son algunos ejemplos en ganadería de carne y leche. Sumado a las pérdidas directas que esto genera, están los costos que destinamos a combatirlas, tanto en medicamentos veterinarios como en campañas sanitarias y, aun así, problemas como la garrapata o la tuberculosis son cada vez mayores”, alerta el experto.
Asimismo, Menchaca señala que otro motivo para atender este tema tiene que ver con que las exigencias de los consumidores actuales se engloban cada vez más bajo el concepto de “Una salud”, que entiende que la sanidad de los animales, las personas y el ambiente deben tratarse en conjunto. De hecho, más del 60% de las enfermedades infecciosas que padecen los humanos provienen de los animales y la actual pandemia es un ejemplo de ello.
“Hoy los compradores pagan por la salud animal, el cuidado del ambiente y la inocuidad, y las nuevas generaciones lo están exigiendo cada vez más. Por eso debemos ser suficientemente inteligentes, entender las señales y adaptarnos. Si logramos hacerlo de manera rápida vamos a ganar oportunidades en el mercado internacional y diferenciarnos de los competidores”, afirma.
Sobre el estatus sanitario de Uruguay a nivel regional el experto considera que comparativamente “estamos bien” y que “somos un país muy creíble porque tenemos un sistema de trazabilidad y control sanitario fuerte para las enfermedades de alto riesgo. Desde el punto de vista del consumidor, somos un abastecedor confiable como pueden serlo Nueva Zelanda o Estados Unidos”.
En este sentido, el referente en salud animal de INIA destaca el compromiso del sector y de la ciencia. “Los productores que han estado siempre preocupados por el cuidado de los animales deben contemplar las nuevas demandas de los consumidores, por ejemplo, en temas vinculados al bienestar animal. Y desde la ciencia también debemos considerar estos cambios para brindarle al sector los conocimientos y las herramientas más actuales para que se adapte”.
En la generación de información robusta y soluciones adaptadas a la realidad local la ciencia tiene un rol preponderante. En el caso de INIA, en 2014 instaló una plataforma para desarrollar líneas de investigación concretas en salud animal. En un edificio de 1700m2 con equipamiento de primer nivel internacional, profesionales especializados en el tema trabajan a diario en cooperación con otras instituciones nacionales y extranjeras.
Aun así, Menchaca considera que falta una estrategia país que enmarque y promueva la generación de tecnología y conocimiento científico local en salud animal. “Una cosa es reconocer la importancia del tema, que creo que todos lo hacen, pero luego hay que actuar en ese sentido. No solo debemos aceptar los problemas que tenemos en salud animal, sino que hay que tener un plan para mitigarlos o resolverlos, e invertir recursos para ejecutar ese plan”.
En esta línea, el referente reafirma el rol de los institutos científicos uruguayos que trabajan hace tiempo en el tema. “INIA y otras instituciones ya han dado pasos importantes, pero es fundamental sostenerlos y profundizarlos. Los países exitosos son los que invierten en ciencia y tecnología, por eso creo que cuando a Uruguay le va bien en materia económica debería invertir y priorizar más esas áreas, porque son las que generan la información y las soluciones que nos permiten resolver nuestros problemas, en el presente y hacia el futuro”, concluye.
Esfuerzo contra la mosca de la bichera
El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), el INIA y el Instituto Pasteur de Montevideo, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo e instituciones extranjeras, han impulsado nuevas estrategias para controlar la mosca de la bichera. En respuesta a la fuerte demanda de los productores, desde el MGAP se ha avanzado en un plan de liberación de moscas irradiadas (machos estériles). También se ha iniciado un proyecto de generación de líneas de moscas subfértiles que se autocontrolen disminuyendo su propia población de manera sostenida en el tiempo. INIA está construyendo capacidades locales para contribuir en la solución de este problema.
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