¿Por qué, si el marxismo fracasó en la Unión Soviética, en el mundo sigue avanzando la izquierda? ¿Por qué no hay más presidentes como Bolsonaro, Orbán o Trump? ¿Por qué tantos presidentes de “derecha” juegan al centro, y en lo cultural, terminan cediendo ante la izquierda? A nuestro juicio, esto ocurre gracias a algunos problemas propios de la derecha.
La derecha ha tenido históricamente, una concepción más trascendente de la realidad que la izquierda. Pero el alejamiento de Dios que se observa en cierta “derecha”, ha llevado a que su visión de la realidad, sea mucho más cortoplacista.
Este cortoplacismo, se manifiesta por lo general, en una preocupación casi exclusiva por la suerte del entorno inmediato -la familia, el trabajo, el descanso, etc.- y en un menor compromiso con cuestiones políticas, sociales, educativas y culturales.
Esta forma de ver y encarar la vida, denota una clara falta de compromiso con la defensa de las propias convicciones. El mensaje que esta actitud transmite, implícitamente, es: “prefiero que mis ideas las defiendan otros”; “no estoy dispuesto a complicarme la vida”; “la política es muy sucia”, etc.
La falta de compromiso con la vida de la polis, puede ser consecuencia o bien de una falta de formación doctrinal en materia política, religiosa, social, cultural, etc., o bien de pereza. En todo caso, el ciudadano de derecha promedio, está menos capacitado para debatir que el ciudadano de izquierda. El hombre de derecha, por lo general, goza de un fuerte sentido común y más o menos sabe por qué piensa como piensa. No es fácil “convertirlo”. Pero no suele estar dispuesto a defender su causa con uñas y dientes.
La falta de formación conduce, inevitablemente, a una falta de visión de la realidad completa, y con frecuencia, a un énfasis desmedido en el tema preferido de la derecha: la economía. Una vez dejado de lado el Dios verdadero, el nuevo absoluto para la derecha, parece ser el “dios dinero”. Y por eso, quienes se consideran de derecha, dedican buena parte de su tiempo a hacer dinero.
Esta visión limitada de la realidad, lleva a que quienes se consideran de derecha, a menudo deleguen la educación de sus hijos… ¡en la izquierda! Luego se sorprenden cuando el maestro de los niños dice disparates en clase. Pero uno se pregunta… ¿no averiguaron antes de inscribir al niño en el colegio cuál era su línea filosófica, qué modelo educativo y qué principios inspiraban a los docentes?
Esa falta de formación –y por tanto, de fortaleza filosófica y doctrinal- lleva además, a que muchas personas de derecha tengan una visión acomplejada de sí mismas. Naturalmente, a ello contribuye el bombardeo mediático y cultural, que procura dejar claro que “derecha = malo” e “izquierda = bueno”. Tanto es así, que quienes son de derecha, muchas veces prefieren decir que son “de centro”. Y si para no ser tenidos por “ultraderechistas” -como Bolsonaro- deben ceder en algunos principios considerados políticamente incorrectos por la izquierda, algunos no dudan en hacerlo. Sólo ciertos individuos con sólida formación y fuerte personalidad, son capaces de superar el miedo al qué dirán.
Esta falta de conciencia sobre la forma en que se mueve la política, lleva a muchos a creer que la izquierda actúa como actúa por ignorancia o locura. Pero estas ideas surgen de un desconocimiento absoluto de la realidad. ¿Por qué?
Porque en la izquierda, nada es a lo loco. Casi todo está bien planificado, y a muy largo plazo; la gente de izquierda, está más formada en su doctrina que la de derecha; está más comprometida con sus ideas y con los cambios que quieren llevar adelante; tienen una visión más amplia de la realidad que la sola economía, y están involucrados en el trabajo social, en la educación, en la academia, en la cultura, etc. Y para ellos, el fin siempre justifica los medios.
¿Esto quiere decir que la izquierda es mejor que la derecha? No. Sólo quiere decir que la izquierda es más astuta, y que se ocupa más de la defensa y el avance de su causa que la derecha de la suya. Sabe cómo se mueven la política y las masas, y aplica toda su ciencia para manejarlas, sin que las masas lo perciban.
Por eso, si la derecha espera un cambio, debe tener claro que este no ocurrirá por arte de magia, sino con el esforzado trabajo de hombres libres que saben que el futuro no es inexorable. Y con la certeza de que no se pueden esperar resultados distintos, si se siguen haciendo las mismas cosas.
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