V.E. se decide y me invita a defender la libertad e independencia de la Patria, y felizmente estamos de acuerdo en principios y opiniones. V.E. sabe que mis afanes no han tenido otro fin que la felicidad del país en que nací, y que siempre he sostenido mi carácter. La diferencia entre V.E. y Yo, en la causa que sostenemos, solo consiste en el diverso modo de calcular la felicidad común a que ambos aspiramos. V.E. cree que el país será feliz en una independencia absoluta, y Yo estoy convencido de que solo puede serlo en una independencia relativa: porque la primera, sobre imposible, es inconciliable con la felicidad de los Pueblos. Dígnese V.E. prestarme su atención por un instante.
Para establecer la independencia absoluta de la Banda Oriental, necesita V.E. –hacer la guerra y triunfar del Imperio– mantener el orden interior, y evitar la anarquía, después de haber triunfado. Cualquiera que falte de estos extremos, sucumbe la empresa, y el país perece. Veamos, pues, los recursos con que cuenta V.E. para una empresa de esta magnitud. V.E. no puede contar con el auxilio de esas tropas europeas; pues como V.E. afirma, solo esperan para marchar las ordenes de su Gobierno. Tampoco con el auxilio de las Provincias hermanas, y porque nadie da lo que no tiene; ni lo que tiene con riesgo inminente de perderlo, y sin esperanza alguna de utilidad… Los Pueblos, como los hombres, nunca arriesgan su fortuna y sosiego sin fundada esperanza de gloria o de provecho. Es preciso, pues, que V.E. cuente con sus propios recursos para hacer la guerra, y triunfar de una Nación poderosa y vecina; porque arrojarse a una empresa de esta especie en la esperanza remota de auxilios quiméricos o dudosos, siempre sería la más fatal de todas las imprudencias.
Carta del Gral. Fructuoso Rivera, entonces Cnel. del Regimiento de Dragones, al Cabildo de Montevideo (Campamento de Las Piedras, 19 de junio de 1823)
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