El grupo Amigos Carreros Criollos Unidos realiza travesías a caballo y carreta donde viajan padres e hijos con el fin de rescatar las costumbres de esta tierra y como semillero de valores para las nuevas generaciones.
Los cascos de los caballos golpean el camino. Las carretas se mesen a su compás. Allí, por la carretera, un grupo de hombres recorre la distancia que separa el campo profundo del océano y llevan consigo un compromiso con ellos, sus hijos y la historia: ser guardianes de la tradición y, para lograrlo, la viven en carne propia.
Oriundos de la zona arrocera del departamento de Treinta y Tres, el grupo de hombres ha hecho un alto en sus tareas agrícolas –que tanto trabajo da a su alrededor–, un año más para emprender el camino de la misma forma que se hizo la patria: a caballo. Se trata de Amigos Carreros Criollos Unidos (ACCU), un grupo fraternal que surgió a raíz de los lazos hechos entre personas que competían en pruebas de raid federado que se unió a una actividad que su organizador, Gustavo Maldonado, realizaba solo desde hace muchos años: la travesía a caballo y carreta por la campaña profunda.
Su slogan reza “Recordando el pasado, viviendo el presente y forjando el futuro”, y Maldonado explicó estas tres características del grupo a La Mañana: “Mencionamos al pasado porque era la forma en la que se transportaban antes, el presente porque debemos vivir el hoy de forma plena, y el futuro, porque cada padre realiza esta travesía con su hijo”. Y sobre esto el entrevistado tiene su historia particular, pues el nacimiento de su hijo Nazareno, hace ya veinte años, le dejó un orgullo especial en su corazón, resignificando las travesías como un semillero de tradición. Pero también con la responsabilidad que esto conlleva para ambas partes. “Llevar a nuestros hijos es, de alguna manera, pasar simbólicamente la posta, de sembrar la savia nueva y enseñarles que hay cosas lindas que se pueden lograr que perduren con el tiempo”, explicó.
Maldonado es oriundo de Varela y trabaja en la industria arrocera Saman. Pero, por cuestiones laborales, debió trasladarse a Vergara. Fue allí donde nació Nazareno, y de alguna manera, esa “savia nueva” propició el forjar nuevas amistades para sus padres. La esposa de Maldonado, oriunda de la campaña profunda del departamento de Treinta y Tres, es docente rural. “Nos gusta mucho el enfoque de la campaña y recordar los viejos tiempos. Hoy vivimos en la ciudad, pero eso siempre está presente en nosotros y nos ha acercado a mucha gente linda”, indicó el entrevistado.
El primer viaje que Maldonado no hizo solo fue con su hijo Nazareno, quien le pidió ir hasta Vergara a pata de caballo. Es que, cuenta su padre, su primer juguete fue un petiso –que hoy tiene 30 años– e incluso realizaba los cuatro kilómetros que lo separaban del jardín en él. Parecía muy improbable, entonces, que a Nazareno no le gustara la campaña. En ese primer viaje, el hijo fue a caballo y el padre en carro. La excusa fue ir a saludar a unos amigos que viven en la zona arrocera a orillas del arroyo Parao. La experiencia fue tan buena que comenzó a repetirse cada año.
La bitácora del viaje
Cada año el grupo realiza un alto en sus tareas y dedican los días comprendidos entre el 29 de octubre y el 3 de noviembre para realizar la travesía. Este año el grupo consistió en 16 personas y el punto de inicio fue José Pedro Varela. La primera etapa consistió en recorrer 28 kilómetros hasta Paso Averías, rumbo a Lascano. Fue allí donde se realizó la primera parada. Al día siguiente, realizaron 47 kilómetros hasta el Paraje Los Ajos. Al mediodía se decidió parar a orillas de un curso de agua para refrescar y cambiar los caballos. La tercera etapa tuvo como destino Estancia Cerco de Piedra. La siguiente noche se pasó en la Estancia Laguna Negra. El último recorrido fueron 37 kilómetros e incluyó Castillos y el destino final: Aguas Dulces. El tiempo los acompañó.
“Este año el viaje fue espectacular y muy fructífero. Quisimos unir el agua salada con la zona arrocera y meternos entre los lugares tan pintorescos de la sierra”, ilustró Maldonado. En total se realizaron 153 kilómetros, una distancia similar a la del año anterior. Entonces el destino final fue el arroyo Parao, por los pagos de Serafín J. García.
Pero, a pesar de lo disfrutable que es el viaje a caballo y de la belleza natural del paisaje, realizar la organización de un viaje así lleva un buen tiempo de preparativos y de organización. En esta etapa colaboran las esposas de los troperos y muchas otras personas que, a pesar de no participar del viaje, dan una mano para ultimar detalles. Además, siempre surgen por el camino personas que se acercan movidos también por la curiosidad. Los momentos previos a iniciar el camino son los de mayor ansiedad, sobre todo para los jóvenes. “Me llama la atención cómo los chiquilines han adoptado estas costumbres y cómo lo viven. Cuentan las horas antes de la partida y luego vuelven siendo amigos entre otros gurises que conocieron en el viaje”, contó Maldonado.
Para el viaje ya se lleva algo preparado para la picada y, durante el recorrido se come asado o guiso carrero. La comida que marca el inicio del viaje se realiza el día 29, por lo que el menú no es otro más que ñoquis.
Una vez que se retorna del viaje, al grupo de viajeros se le suma sus familias y, entre todos, se realiza un gran almuerzo. Este año, además, el día sábado los carruajes del viaje se llevaron al hogar de ancianos de Varela para que los abuelos pudieran emocionarse recordando tiempos pasados.
Un compromiso de tradición
Maldonado apuntó que nunca pensó que su idea inicial de salir a recorrer la campaña de esa manera terminara tomando el tamiz que tomó, pero señala que lo llena de orgullo. “Lo que pensé que iba a ser una locura de mi parte terminó teniendo un objetivo mucho más importante. Creo que está contribuyendo a recordar las costumbres y las cosas buenas. Ahora siento que estoy un poco obligado a salir. Ya estamos pensando en la primera salida. Es algo que hacemos humildemente y que nos llena de alegría. Lo vivo con mucha pasión y aún tengo mucho para aprender”, confesó.
Consultado sobre sus reflexiones durante el camino, apuntó: “Se me vienen recuerdos y vivo con fascinación la naturaleza que veo. Me deslumbro por la riqueza que tiene nuestro país, que es una cosa especial que nos ofrecen los paisajes, los montes, la tierra, los animales, la agricultura. Creo que estamos en el país más bendito que puede haber en el mundo”.
Como un tapiz de fondo corren los paisajes del Este. Esos mismos que también deslumbraron a otras gentes en otras épocas, hoy los acompañan a los integrantes de ACCU. La mirada se pierde en el horizonte profundo. Una respiración profunda de ese aire tan limpio transmite la tranquilidad de que hay futuro fructífero por delante.
Primera experiencia en primera persona
Gerardo Machado es una de estas personas que Maldonado conoció luego del nacimiento de su hijo Nazareno. El hoy encargado de la planta de secado y almacenamiento de arroz en la Tercera Sección de Rincón de Ramírez realizó su primer viaje este año y contó su experiencia a La Mañana. En este sentido relató que vivió tradiciones tales como dormir entre las varas de los carros, sobre la montura y cubierto por el poncho, indicó la amistad de las personas desconocidas que se acercaban a ellos en la carretera y destacó los vínculos forjados durante el viaje. “Si me invitan a salir yo digo que sí sin pensarlo porque me encantó, fue una experiencia inolvidable”, confesó. “Fue algo increíble el haber convivido con personas que les gustan los caballos, que buscan no terminar la tradición, con gran compañerismo y comunicación de las raíces de nuestra gente. Estoy muy agradecido por formar parte del grupo”, sinceró.
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