Si bien hubo avances en las discusiones entre gobiernos para alcanzar nuevas metas en la lucha contra la contaminación global, quizás la principal novedad de COP26 Glasgow fue la aparición de una fuerte coalición de empresas altamente representativas de la industria financiera dispuestas a promover una agenda favorable a las energías limpias.
En la lucha por preservar el planeta como hábitat naturalmente hospitalario a la especie humana, el carbono se erige como el enemigo a vencer. Las emisiones de dióxido de carbono han sido identificadas como el principal factor contribuyente al recalentamiento global, cuyos efectos ya se perciben en la disminución de las capas de hielo polares, en el aumento de los niveles de las aguas oceánicas y la intensificación de fenómenos climatológicos.
El objetivo de detener el persistente deterioro del medio ambiente ha impulsado una movilización global integrada por ciudadanos, organizaciones civiles y hasta gobiernos. Hace décadas que el tema figura en el orden del día, pero si bien los avances han sido positivos en materia de compromisos, los logros reales hasta el día de hoy han sido magros.
Las Conferencias
El Acuerdo de Paris de 2015 unió a 196 países en un compromiso de evitar que durante el siglo en curso el recalentamiento global superase los 2°C y se ubique preferentemente en 1,5%. Ello requiere que quinquenalmente cada país presente un programa de acciones dirigidas a lograr dicha meta, anunciando sus metas de reducción de gases de invernadero.
La ausencia transitoria de los EE.UU. durante la presidencia de Trump significó un inesperado traspié en el grado de colaboración previsto bajo el Acuerdo de Paris, aunque Biden rápidamente recompuso la relación. Pero, por otra parte, en la actualidad China no estuvo representada al máximo nivel en Glasgow, lo que pone en duda la firmeza de su adhesión. Cabe señalar que ambos países son los principales emisores contaminantes del mundo.
Resulta algo irónico que la actual cumbre climática se lleve a cabo estos días en Glasgow, Escocia, cuna de la primera revolución industrial. Su nombre COP26 surge del hecho que es la vigésima sexta conferencia de las partes (COP), siendo estas los países signatarios de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático que tuvo lugar en 1994.
No obstante, COP26 propone objetivos ambiciosos: en primer lugar, lograr importantes reducciones en la emisión de gases de invernadero para el año 2030, y en segundo lugar, la meta principal de obtener “neutralidad de carbono” para el año 2050. ¿Qué significa esto último?
Neutralidad del carbono
Neutralidad de carbono es un concepto aplicable a un proceso, una industria o un planeta. Significa que la cantidad de carbono que se emite (generalmente en forma de CO2) se compensa o neutraliza mediante una cantidad equivalente que se elimina.
Por ejemplo, en el planeta Tierra existen sumideros naturales de carbono (bosques, océanos, suelos) que eliminan o absorben carbono. Si estas cantidades fueran similares al carbono emitido por el hombre, el planeta se hallaría en un equilibrio de neutralidad de carbono. Pero lamentablemente las industrias y demás fuentes de contaminación ya exceden largamente los sumideros naturales como la Amazonia, y por ello el planeta se está recalentando.
El hecho es que el mundo aun depende fuertemente del petróleo, gas natural y carbón, que juntos aportan el 80% de la matriz energética global. Estas tres fuentes son los principales aportantes de dióxido de carbono a la atmosfera, y toda solución al problema del recalentamiento global pasa por su sustitución mediante fuentes renovables.
Negadores del recalentamiento
Si bien existe ya suficiente evidencia científica para respaldar estas interpretaciones de los datos, a nadie escapa que ciertos sectores e industrias continúan aduciendo que el cambio climático observado no representa una amenaza para la humanidad. Dicha obstinación, ya sea producto de ignorancia o codicia, está llevando a una externalidad económica de naturaleza existencial. Debe buscarse la forma de internalizar los costos que imponen al resto de la sociedad los extractores de energía fósil antes que el daño se vuelva irremediable.
Parte del problema en cambiar la matriz energética global hacia fuentes renovables (hidro, eólica y solar) es que actualmente la industria financiera global (bancos, inversores, seguros, etc.) está altamente invertida y expuesta en las fuentes de energía tradicionales (petróleo, gas y carbón).
Así como en la transformación física la transición requerirá una sustitución gradual en el tiempo, esta deberá acompañarse con una sustitución paralela en el financiamiento, con incentivos que premien la inversión en renovables y penalicen la inversión en tradicionales.
Hacia el cero neto
En otras palabras, la clave es el financiamiento. En este sentido, y ante las dilaciones de los gobiernos, ha habido una esperanzadora toma de iniciativa por parte del sector financiero. Un grupo de empresas integrantes del sector (bancos, inversores institucionales, aseguradoras y reguladores) han prometido integrar la emisión de carbono a sus decisiones de crédito e inversiones.
La llamada Alianza Financiera de Glasgow para el Cero Neto es integrada por unas 450 empresas que representan el manejo del 40% de los activos financieros globales. Lo lidera Mark Carney, canadiense de destacada actuación como gobernador del banco central de su país, así como posteriormente del Bank of England (banco central del Reino Unido). Los integrantes se comprometen a emplear lineamientos científicos en sus decisiones para lograr niveles de emisión cero neto para el carbono para el 2050, así como una meta intermedia para el 2030.
Mientras la neutralidad del carbono implica neutralizar emisiones de carbono existentes con medidas compensatorias, el concepto de “cero neto” (net zero) consiste en evitar las emisiones de carbono desde el vamos. O sea, convertir totalmente la matriz energética global a fuentes renovables. Ello implica ir gradualmente reduciendo el financiamiento de proyectos de energía fósil.
*Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Exdirector ejecutivo del Banco Mundial.
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