Entraña atributo y defecto sudamericano llevar siempre en el labio grandes palabras, especialmente ruidosas, en el afán ingenuo de deslumbrar. Abonarlas con el hecho, nada importa: no preocupa. Mal gusto crónico, que concreta otro de los aspectos del “rastaquerismo” que padecemos, a pesar de no imaginarlo. Vivimos en perpetua definición. Nada ignoramos, según nuestra presuntuosidad: todo lo sabemos. Nuestra desatada fantasía tiene por estrecho el espacio continental y, cual, si buscara más aire, se echa, a menudo, a enderezarle la plana a las viejas y siembre ejemplares sociedades transatlánticas, que podrán parecer anticuadas y rugosas en sus signos externos, pero que, por debajo de lo trivial, se asientan sobre la admirable y repujada experiencia y cultura de los siglos y de las razas.
Un poco mareados por el progreso material, que no es tanto como suponemos, y facilísimo, por lo demás, en medios despoblados, donde todo está por hacer, hemos perdido el concepto de la realidad y campanudamente ocupamos la cátedra, con olvido de las proporciones y en actitud docente, ¡cuando tanto tenemos que aprender! Referimos, en modo principal, a las disciplinas esenciales, guiadoras y hondas, del individuo y de la comunidad: a lo que está más adentro de la piel y es prenda segura de selección y valimiento. Referimos a los dogmas fundamentales de orden, libertad, justicia y, sobre todo, deber, de arraigo mucho más positivo –desde luego, menos palabrero – en el seno de los países dirigentes – aunque a veces vanidosos, no lo creemos – de la evolución de los destinos humanos. Se repite que en cierta ocasión un hombre público rioplatense de gran relieve aludía con entusiasmo a los adelantos de su país en los planos de la civilización, en presencia de otro hombre público británico, y también se recuerda que, de pronto, fue desconcertado por esta interrogación, de respuesta poco fácil: “Dígame señor, ¿cómo está organizada entre ustedes la justicia? ¿Existe de verdad?”.
Luis Alberto de Herrera, en “La Tara Criolla”, El Debate, 18 de diciembre de 1938
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