Claudio Escosteguy, productor de Rivera, dijo que la ovinocultura tiene restricciones estructurales de difícil recomposición, pero no sólo hay malas noticias ya que también hay un mayor interés de la juventud.
El establecimiento La Frontera está ubicado sobre el límite con Brasil, en paraje Cruz de San Pedro, departamento de Rivera. Su propietario, Claudio Escosteguy Damboriarena, dijo que si bien el rubro ovino no es el principal, tiene una unión particular con él. “Por mis apellidos tengo un vínculo casi sanguíneo con las ovejas”, bromeó.
Consultado por La Mañana sobre la producción ovina dijo que el ovino le “encanta, pero no es el rubro principal del establecimiento que tiene arroz, soja, ganadería de carne y lechería”.
“En general, en Uruguay, los productores ovinos son muy apegados a la raza con la cual trabajan, se enamoran de ella, pero mi caso es diferente porque mi pasión es por el ovino y la raza la considero secundaria, yo hablo más bien de biotipos que se adaptan a sistemas de producción y a los objetivos del productor”, dijo. Bajo esa premisa trabaja cuatro razas diferentes: Romney Marsh, Texel, Milchschaf e Ideal.
Agregó que sus ejemplares Milchschaf e Ideal “son bastante carniceros”. “Si bien una raza es lechera y la otra lanera tienen una aptitud carnicera bastante desarrollada por el tipo de líneas de sangre y selección” que realiza el establecimiento. “Yo apunto más a la producción de carne”, subrayó.
Entre las limitantes estructurales y el mayor interés de la juventud
Respecto al momento actual del sector, Escosteguy dijo que en lo comercial se ha llegado a precios récord, pero que en lo productivo hay restricciones que son de difícil recomposición. Sin embargo observa un interés creciente de la juventud ante un rubro que no requiere grandes inversiones y devuelve lo invertido en pocos meses.
Los precios del mercado son récord, “nunca vi algo parecido, todo por encima de los 4 dólares, la lana gruesa en cambio no tiene precio”, contrastó.
Añadió que “hay algunas restricciones que son estructurales y limitan el crecimiento ovino. Se perdió el interés de la gente en trabajar en ese rubro, y me refiero a todos, desde el productor hasta el ayudante de esquila. Hubo una desagregación del tejido social vinculado al ovino”, definió.
Y eso es “muy difícil de recomponer” porque aunque haya “acciones del Estado o iniciativas privadas, como las hay, se requiere de plazos largos. Relacionado a eso falta gente para trabajar en los campos y todavía están los temas del abigeato, los perros, y los depredadores naturales. La comercialización tampoco presenta un comportamiento estable, habiendo alternancia de momentos de rápida salida de los animales a frigorífico con otros donde los embarques planificados se demoran”.
Pero no solo hay malas noticias: También se ve “un creciente interés de la juventud, y tal vez sea de los únicos rubros que no requiere grandes cantidades de capital para empezar un negocio” porque a partir del trabajo de INIA Las Brujas “que cambió un poco el enfoque, hoy hay conocimiento generado para criar en sistemas más intensivos ocupando menos área, lo que permite que jóvenes o personas con menos recursos puedan tener interés y meterse en el rubro”. Aunque eso “lleva su tiempo, es una oleada buena”, y añadió que “el ovino devuelve la inversión en 6 meses”.
Asimismo “es importante que haya un cambio de mentalidad porque la cría ovina en Uruguay siempre estuvo muy vinculada a los sistemas extensivos con mucha cantidad de ovejas en campos duros superficiales y todo el conocimiento y la experiencia se volcaba a ese tipo de sistema, pero hoy hay una diversidad muy grande sobre los sistemas posibles de producción que son los que pueden producir un cambio, que son los sistemas más intensivos con comercialización garantizada como por ejemplo el compartimento ovino”.
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