El pasado lunes, se cumplieron 54 años de la muerte del General Oscar Diego Gestido a nueve meses de ejercer la primera magistratura y -como lo ordenaba la Constitución- Jorge Pacheco Areco asumía como Presidente de la República. No por reciente, deja de ser uno de los tramos más confusos y menos conocido de nuestra historia.
En forma artera se ha tratado de cubrir el turbulento período, que inicia este inesperado nuevo mandatario, de una espesa nube de desinformación.
El País de hace dos días comenzaba su editorial evocando a un grande de la literatura, y maestro de la ciencia política. “En su célebre obra 1984 George Orwell hace decir a Big Brother ‘quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado’, una frase, que mucho más que un juego de palabras, resume una brutal realidad. Para cualquier proyecto político autoritario la clave es imponer un relato falso de la historia. Y esto es lo que ha venido sucediendo con los falsificadores del período 1968-1973. Pacheco irrumpe en el primer plano de la política nacional como traído de la mano invisible del destino (o de los dioses, dirían los romanos).
Algunos ensayistas e historiadores con ánimo de ningunear la discreta personalidad de Pacheco, lo han pintado como un banal deportista del Club Avenir, un mundano buen mozo, una mezcla de seductor y de pugil. Su barra de amigos -y amigas- lo llamaban cariñosamente: “Bocha”.
Es cierto que fuera del ámbito político, Pacheco fue un destacado deportista en la rama de los aparatos y del boxeo, lo que lo llevó a presidir la Asociación Uruguaya de Boxeo.
Pero si bien llegó inesperadamente a conducir los destinos nacionales, no se puede negar que se trataba de un político de raza y con experiencia. Su padre Manuel Pacheco médico y legislador era nieto del prohombre del Gobierno de la Defensa Mechor Pacheco y Obes y emparentado con Batlle y Ordóñez.
Por el lado de su madre era nieto de Ricardo Areco de destacadísima actuación política y jurídica. A la muerte de su tío Rafael Batlle Pacheco, asumió la dirección de El Día, hasta que su posición anticolegialista lo obligó abandonar el cargo ante la intransigencia de su otro tío, César. Su carrera política se inició en el Vierismo y cuando el Gral. Gestido le ofrece integrar la fórmula en calidad de vicepresidente, ya era un experiente diputado.
Ese capricho del azar, que lo colocó de improviso en timón de la nave en el momento que irrumpía un huracán de violencia por toda nuestra América, puso a prueba sus dotes de estadista y su capacidad de Jefe de Estado.
En agosto de 1967 se había creado en Cuba un foco ígneo llamado conferencia de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) que ya comenzaba a dar sus amargos frutos.
Según Roberto Ampuero, la organización comenzó a articular los movimientos de izquierda latinoamericanos en torno a la estrategia de la desenfrenada megalomanía -del Fidel Castro de aquel entonces- y era “una opción descabellada” para las democracias de la región. “Si uno se propone identificar la raíz última de esa izquierda que, obnubilada por modelos inviables, etiquetó de ‘formal’ nuestras democracias de entonces, las despreció y estuvo dispuesta a arrojarlas por la borda…”.
Grandes problemas suscitó entre los grupos de izquierda uruguayos este encuentro, sobre todo respecto a quienes participarían de la delegación. El FIDEL controlado por el Partido Comunista Uruguayo (PCU) cuyo líder Rodney Arismendi era opositor de la teoría del foco, acaparó el Comité Nacional, dejando fuera de la convocatoria la FAU, el MIR, el Movimiento de Unificación Socialista Proletaria (MUSP) y el propio MLN-T. Por gestiones del chileno Salvador Allende, logró viajar a último momento el Partido Socialista, que junto con el MRO y el movimiento Batllista 26 de octubre…, eran los únicos grupos uruguayos proclives a la lucha armada en el continente que fue la decisión de fondo que se adoptó el encuentro.
La Conferencia de OLAS fue clausurada por el Comandante Fidel Castro, a su mejor estilo, con un torrente verborrágico de encendidas palabras, con las que no le dejaba lugar a la izquierda continental, de buscar otras opciones para llegar al poder, que no fuera la violencia armada. La llamada “vía revolucionaria “.
“Este continente trae en su vientre una revolución”, decía el líder de la Revolución Cubana en su prolongado discurso de cierre, “tardará más o menos en nacer, tendrá un parto más o menos difícil, pero inevitable”. “Nosotros no tenemos la menor duda. Habrá victorias, habrá reveses, habrá avances, habrá retrocesos; pero el advenimiento de una nueva era es inevitable, la victoria… Y tenemos absoluta confianza en los revolucionarios, en los verdaderos revolucionarios, en los verdaderos comunistas. Esos no le fallarán a la Revolución, igual que nuestra Revolución jamás le fallará al movimiento revolucionario de América Latina”.
Resulta difícil de entender al Partido Socialista del Uruguay, qué fundado por un equilibrado y moderado dirigente como fue don Emilio Frugoni (autor de La Efinge Roja, dura crítica al estalinismo) a fines de los 60 se declaraba marxista-leninista y adhería a las tesis de la OLAS referentes a la vía armada, se encontraba más a gusto asociado con otras organizaciones de izquierda radicalizadas, anarquistas, maoístas en torno al periódico Época, que con sus supuestamente correligionarios ideológicos, marxistas-leninistas del PCU.
El Orden Jurídico y Pacheco Areco
Mucho se insiste, en el falso relato de ciertos grupos, obsedidos por su afán de lucro con fondos que llegan del exterior para mantener una estúpida división entre orientales, argumentando que desde el año 1968 comenzó el golpe de Estado porque el Presidente Pacheco Areco impuso las medidas de seguridad en momentos de aguda conmoción interior y verdadero estado de guerra interna, causados por la violencia desatada a sangre y fuego por la guerrilla tupamara. Violencia que iba en incremento y no vacilaba en asesinar a soldados y policías, sin detener su saña ante personas indefensas y ajenas al conflicto como un simple peón de campo y una humilde empleada doméstica.
Pero lo cierto es que Pacheco, utilizó un instituto previsto en la Constitución Nacional precisamente en previsión de las circunstancias que sucedían, contenidas nada menos que en “El Espíritu de las leyes” de Montesquieu, destinadas a mantener la continuidad institucional y con el apoyo de la ilustrada opinión del Secretario de la Presidencia. Dr. Héctor Giorgi, titular de la Cátedra de Derecho Administrativo y quizás uno de los mejores juristas que ha tenido el país de materia de Derecho Público.
En todo el ejercicio de su Presidencia, el Dr. Giorgi fue el respaldo jurídico que tuvo Pacheco, para mantener dentro de los límites legales y constitucionales el ejercicio de su mandato, cuyo apego a la normativa democrática lo tuvo desde siempre, inspirado en sus célebres antepasados.
Por eso no vacilamos en afirmar que desconocemos los conocimientos jurídicos o el valor intelectual de estos semi historiadores o seudo intelectuales y politólogos de entrecasa, que quieren imponer una historia mentirosa, sobre la brillante ejecutoria de un Presidente que al finalizar su mandato, el pueblo lo acompañó con la votación mayoritaria, apoyando su reelección y su desempeño, por guarismo que por sí sólo superó por lejos a toda la izquierda junta.
En 2005, Rumbo Editorial publicó un libro titulado “Pacheco: la trama oculta del poder” cuyos autores Jorge Chagas y Gustavo Trullen “se empeñaron en documentar su relato con amplitud de miradas y de fuentes…” consigna en el prólogo José Rila. Concluyendo el destacado politólogo y ensayista: “Este libro bien narrado no se ofrece como tribunal, ni concluye en un dictamen; confía en los hechos y en lo que el lector puede hacer con ellos”.
En una acertada definición de Pacheco los autores expresan “tenía un marcado sentido de la responsabilidad de la conducción del Estado y de la tarea que tenía por delante. A lo que se aunaba la convicción republicana de que su Gobierno era legítimo, ya que había emergido de elecciones libres. ‘Tengo que salir entero de este desafío’ le confesaba a Rubek Orlando editorialista de La Mañana. En sus decisiones aun en las más cuestionables, hay un patriotismo sincero y la certeza de estar recorriendo el camino justo en defensa de la democracia…”.
Pacheco era en su actuación pública parco en sus ademanes y sobrio en sus palabras. Tuvo cuatro o cinco alocuciones por radio y televisión que calaron hondo en los sectores más desprotegidos de la sociedad uruguaya. Uno de esos mensajes tuvo lugar previo a las elecciones el 22 de noviembre y con un lenguaje personalista manifestó, “Hombres y mujeres de mi país: el destino quiso que asumiera la responsabilidad del gobierno de la República en circunstancias que no tuvieron parangón en la historia del país…”.
El último domingo de noviembre de 1971, día de las elecciones, miles de sencillos partidarios, llegaron hasta la residencia de Suárez al grito de “¡Bocha, Bocha!” a lo que el presidente respondió con un lacónico saludo al estilo del caudillo argentino Hipólito Irigoyen.
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