La seca
Mis padres me mandaron pasar las vacaciones de primavera con mi hermana, la que se casó el 30 de enero, ya que está esperando su primer hijo para fines de enero o principios de febrero del año que viene.
Mi principal tarea para ayudarla fue acarrear agua de la cachimba, en baldes de 5 l, porque no me da para más… La cachimba es un “ojo de agua” que mana entre las piedras, allá abajo en la ladera, como a 100 m de la casa, y la subida es muy empinada, ya que estamos en plena Cuchilla de Laureles, arriba de un cerro. Así que tengo que hacer varios viajes en la mañana para juntar el agua necesaria para el día; y así todos los días.
Cada día merma más el agua, y nada de llover. En casa de mis padres, el pozo de balde que, según papá mide 6 m de profundidad, da agua sólo de tardecita; pero como todo es de tosca el agua siempre está limpita, aunque es un poco salobre. Uno de mis hermanos trató de ahondar un poco más el pozo, pero no llegó mi a medio metro: el material del fondo es muy duro.
Me toca llenar la tina de la cocina, ollas baldes y cuantos recipientes disponibles hay por si el día siguiente no hay.
El campo es un desastre: se ve el suelo. El invierno fue bravo, heladas una tras la otra, desde abril hasta ahora, y el pastizal que había se secó
Hay poco ganado, pero ya se están comiendo hasta los árboles bajos. Arrasaron con la vegetación del bañado, donde nunca se podía entrar por la cantidad de atolladeros que hay; queda alguno todavía, bastante hondo. Todas las tardes, cuando voy a juntar las lecheras para encerrar los terneros, mi padre me recomienda que tenga cuidado, porque los atolladeros son muy engañosos: parece sequitos por arriba pero son muy hondos y gredosos, y si la yegua vieja llega a meterse en uno pasa el tal trabajo para salir.
Las ovejas, unas 150, pasan toda la semana en el cerro grande, que es plano arriba; no necesitan pasto alto y se conforman con lo que crece entre las piedras; pero una vez por semana hay que bajarlas hasta la cachimba vieja, en la ladera, que no se seca nunca, para que beban; ahí pasan horas: se empujan, se caen, desmoronan las orillas…pero beben y después suben solas.
Las vacas y los caballos dan más trabajo, porque todos los pozos y zanjitas del campo están resecos. Hay 3 “ojos de agua” en la ladera del cerro grande: todos los días mis hermanos mayores tienen que limpiarlos con pico, pala y azada, para que los animales puedan beber; hacen como una represa, pero el ganado se atropella, se amontona y pisotea todo, de modo que todos los días hay que volver a hacer el mismo trabajo.
Dice mamá que desde que se casó, en la seca grande de 1942, no había visto tanta escasez de lluvia y de agua en el campo.
Jesús H. Duarte, maestro.
TE PUEDE INTERESAR