En la playa de Bello Horizonte, entre las rocas que asoman cerca de la orilla, hay días en que la bajamar deja al descubierto unos restos de madera cubiertos de algas. Para un turista playero no dejan de ser una curiosidad que tal vez los lleve a recortar un trozo para llevarlo como souvenir, pero para los ojos expertos de un investigador de historias marítimas y de naufragios patrimoniales resulta mucho más. Tal el caso de Alfredo Köncke Miranda, un industrial metalúrgico que aplica todo su conocimiento y dedicación técnica a la investigación histórica sobre la navegación en nuestras aguas, especialmente hacia los pecios de la época de la dominación española.
Lo entrevistamos a Koncke en su domicilio, en su largo escritorio, rodeado de libros y objetos coleccionables de todo tipo y condición. Un auténtico entusiasta que vive rodeado de objetos relacionados con sus variadas investigaciones. Primero nos paseó por varias habitaciones donde conserva con prolijidad varias de sus colecciones, entre ellas de armas, municiones, etc. luego de réplicas en escala de aviones de la Segunda Guerra. Buzo amateur y meticuloso de la historia es miembro del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y Miembro fundador de la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial, (sitial Nº 2). Acreditado como investigador ante el Archivo Gral. De la Nación, Archivo Nacional de Brasil, Archivo de Indias, Sevilla; The National Archives, Londres; Biblioteca Nacional, Uruguay; entre otros.
Larga experiencia de buceo de investigación en varias zonas de nuestra costa en colaboración y conocimiento de la Comisión del Patrimonio, ha investigado en archivos y bajo las aguas sobre navíos de carácter histórico que yacen en la bahía de Maldonado como el Sea Horse, HMS Agamemnon y el Salvador y en otros ubicados en la bahía de Montevideo como la fragata Ntra. Sra. de Loreto. También lo hizo en naufragios representativos como el Duke of Clarens, Le Consolateur, Ntra Sra. De la Estrella, el HMS Bombay y el Falmouth.
Para conocer más sobre este último, el pecio del Falmouth, que es el que se encuentra en la playa de Bello Horizonte, pasamos a analizar su libro y sus hallazgos. Luego de exhibir una serie de fotos e informes técnicos sobre la madera encontrada, pasamos al tema que lo inquieta, la historia de este extraordinario navío de origen inglés que llegó con tripulación corsaria francesa y encalló en la costa del departamento de Canelones.
Navío Falmouth encalla en las costas de Canelones
La historia del barco, antes de haber encontrado restos que supuestamente le corresponden, no es nueva para este investigador. Antes bien la ha estudiado durante años e incluso escribió un libro sobre parte de la historia del navío: “El naufragio del Navío Francés el Falmuth”, publicado en el año 2005 por Torre del Vigía Ediciones. En la misma, gracias a haber encontrado el expediente original del naufragio, narra la historia del navío desde sus comienzos en que pertenecía a la Marina Real Británica pero fue capturado por una flotilla de corsarios franceses y entregado al Rey Luis XIV de Francia. Este lo cedió a la familia Danican, poderosos navieros de Saint Malo, junto con una patente de comercio y descubiertas que fue refrendada por Felipe V de España.
El 10 de noviembre de 1705 luciendo su nueva bandera el navío partió de Brest con destino a la Mar del Sur y el Océano Pacífico con la finalidad de negociar con mercaderías. Las dificultades de la navegación provocaron que la gente contrajera escorbuto, demorando más de cuatro meses en llegar a las islas Evangelistas, las que marcan el final noroeste del estrecho de Magallanes. Al verse imposibilitado de continuar la navegación por falta de gente y pertrechos, Danican resolvió regresar hasta el Río de la Plata a efectos de conseguir tripulantes y reaprovisionar el navío.
Luego de mil penalidades pudieron llegar, recién en julio de 1706, a las inmediaciones de la Isla de Flores, donde fondearon. Desde allí Danican envió una partida a Buenos Aires para pedir ayuda pero, como no tuvieron más noticias de la misma, el capitán optó por concurrir por sí mismo a Buenos Aires, para solicitarla. Dejó a bordo más de 40 tripulantes todos enfermos, un verdadero lazareto flotante cerca de la costa de la entonces desierta Banda Oriental.
Finalmente en agosto, luego de varios trámites burocráticos con evidente mala voluntad, el gobernador de Buenos Aires, decidió el envío de una partida para constatar el estado del buque y de las mercaderías. Al llegar se encontraron con la triste sorpresa de que el navío estaba varado sobre la costa y quedaba un solo hombre con vida. El resto había perecido de hambre y escorbuto. Como pudieron retiraron algunos efectos y regresaron a Buenos Aires para informar de la situación.
Al mes siguiente el gobernador Alonso Juan de Valdés Inclán, ordenó el envío de una partida para tratar de rescatar todo lo que se pudiera del navío. Köncke nos informa de lo valioso que significaba un navío en aquellos tiempos, todo servía, cuerdas, maderas, armas, todo era aprovechable y también contaba la valiosa mercadería que transportaba. Al regreso trajeron la noticia de que el casco había sufrido no solo las inclemencias de las tormentas sino también el desguace y la rotura del casco por el accionar de los Tapes.
En noviembre Danican accedió a concurrir al lugar del naufragio para ver si era posible reflotarlo. Los informes fueron contundentes en cuanto a determinar que el navío presentaba daños de tal magnitud que hacían impensable su rescate. En vista de ello el 2 de marzo de 1707 el Gobernador dio la orden de incendiar lo que quedaba del barco para evitar que los enemigos del rey de España se apoderaran de la artillería. Se envió una expedición al efecto la que llegó al sitio del naufragio para cumplir su cometido y consta en el expediente -que Koncke tuvo en sus manos- que el Falmouth ardió casi dos días hasta desaparecer bajo las aguas.
Llegado a este punto preguntamos sobre la historia previa del navío, la de su construcción en astilleros ingleses. Köncke investigó que la construcción data del año 1693 y que fue destinado a la Marina Real Británica. Intervino como tal en la Guerra de la Liga de Augsburgo o de los Nueve Años y en la de la Sucesión Española, hasta que fue capturado por corsario francés Capitán Renée Du Guay – Trouin en 1704.
Patrimonio Histórico Subacuático
Koncke se obsesionó con este naufragio. Pese a haber escrito un libro sobre el tema continuó investigando con frecuentes recorridas por la costa. Con el expediente en la mano, cartas náuticas y frecuentes recorridas por las playas de Canelones y Maldonado, habló con decenas de lugareños. Llegó a la conclusión de que el naufragio e incendio ocurrió frente a la costa de Canelones, entre Parque del Plata y Costa Azul. No pasaron quince días de esta conclusión cuando le avisaron que en la playa de Punta Pedro López, límite entre Costa Azul y Bello Horizonte, había aparecido un fragmento de madera de casi nueve metros de largo con toda la apariencia de ser muy antiguo.
Luego de comunicar el hallazgo a la Comisión del Patrimonio Histórico Artístico y Cultural de la Nación, para adelantar la investigación solicitó de su cuenta la datación de un pequeño fragmento de la madera, lo que fue aprobado por la Comisión. Punto favorable, el laboratorio de Estados Unidos al que encomendó la tarea mediante el análisis Radio Carbónico, dio como resultado una fecha concordante con la de la construcción del navío. Un posterior análisis Dendrológico llevado a cabo en nuestro país, determinó que es sumamente probable de que se trate de un fragmento del Falmouth. Lo actuado, sumado a testimonios recogidos en la playa, motivará sin duda llevar a cabo un proyecto de carácter científico para la ubicación de los restos del navío.
Köncke destaca que el poco desarrollo de actividades, excluyendo la pesca artesanal, en ese sector de la costa, ha permitido la preservación del sitio arqueológico. Su investigación, con aprobación de la Comisión del Patrimonio y colaboración de los arqueólogos subacuáticos del Cure devengará en el rescate del inmenso valor de contenido antropológico que se puede hallar en tales restos para su estudio “in situ”. Seguramente concitará el interés de las comunidades científicas tanto de Inglaterra como de Francia frente a un proyecto llevado a cabo por instituciones gubernamentales de Uruguay por la garantía que ello representa.
Por último recalca en el prestigio científico que obtendría nuestro país a través de una manera pragmática de valorizar el patrimonio Histórico Subacuático.
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