La pandemia aceleró el avance tecnológico y eso generó oportunidades para algunas empresas, pero también tuvo efectos negativos que hay que apuntar a contrarrestar, advirtió Enrique Topolansky entrevistado por La Mañana, quien desde hace más de dos décadas contribuye al desarrollo del ecosistema emprendedor uruguayo. En tanto, se refirió al rol del gobierno en la transformación digital y destacó la importancia de ayudar a las pymes a transitar ese proceso.
¿Qué oportunidades genera la aceleración en el uso de la tecnología que ocurrió durante la pandemia? ¿Cuáles son los efectos positivos y negativos?
La irrupción digital es algo que se venía dando desde hace aproximadamente 10 años y la pandemia la aceleró de una manera increíble. Por un lado, eso tiene efectos positivos, como todo lo que tiene que ver con servicios de telemedicina, acceso a la educación, plataformas de e-commerce, mercados financieros. Pero también hay un gran desafío que es qué pasa con aquellas cosas que requieren el vínculo humano. Yo creo que vamos hacia una deshumanización de la sociedad a un ritmo bastante acelerado. Todas las cosas que necesitan interacción, como puede ser el turismo, la gastronomía, la peluquería, entre otros, sufrieron un montón.
¿Qué rol deberían cumplir el Estado y las universidades en este contexto?
En este momento hay un gran desafío, tanto para las universidades como para el gobierno, que es pensar qué futuro queremos. A mí me inquieta mucho el tema de la deshumanización que se está dando. Si empezamos a dar ese debate, podremos construir un futuro en el cual las herramientas digitales estén al servicio de la gente y no la gente atada a ellas.
Nosotros, como universidad, hemos optado por darle al estudiante muchísima más flexibilidad, a los efectos de poder concurrir al aula si quiere, pero si por algún motivo no puede, tomar el curso totalmente a distancia. Esto permite ir desarrollando todas las habilidades que se necesitan en el futuro, pero también implica sacrificar “el pasillo”, es decir, el estar ahí con otras personas, intercambiar.
Una de las cosas más importantes que tiene que hacer el gobierno es administrar bien esta transición, porque cuando se da una disrupción digital, lo que termina pasando es que hay sectores que naturalmente ganan un montón, pero otros no pueden avanzar en las tecnologías. Entonces, el rol más importante es gestionar bien esta transformación para no dejar gente al margen de la sociedad, para que no se cierre todo de golpe y se genere gran cantidad de desempleo. Eso implica medidas de apoyo en la reconversión, ayudar a las empresas que hoy tienen posibilidades de pasarse a plataformas de e-commerce, con programas de transformación digital.
El economista canadiense Michael Spence dijo en una columna en Project Syndicate que “en sectores con una combinación de posibilidades tecnológicas, capital disponible y una alta demanda de soluciones nuevas y creativas, las condiciones serán sumamente favorables para la inversión y la formación de nuevas empresas”. ¿Qué se puede hacer en Uruguay para agilitar el proceso?
Yo creo que a través de instrumentos como la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) se pueden destinar líneas específicas de apoyo a empresas que quieran iniciar una transformación digital. Tanto la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) como la ANII deberían estar muy atentas apalancando eso.
Uruguay está en una posición recontra favorable por la infraestructura que tiene a nivel de fibra óptica en todo el país, por la gran cobertura de celular. A esto se le suma que viene muy bien en alfabetización digital. De todas formas, a pesar de todo eso y de que efectivamente hay oportunidades para las empresas de base tecnológica, la gran mayoría de las personas en Uruguay todavía no están preparadas, y hay que ayudar a que este cambio se dé gradualmente para no dejar a mucha gente herida por el camino.
¿Existen limitantes fiscales o regulatorias en lo que respecta a la conformación de nuevas empresas tecnológicas?
El gran problema es que la regulación que hay muchas veces no es acorde a lo que necesitan las nuevas empresas en la era digital. Hoy tenemos un mundo en el cual uno puede tener una empresa europea o americana operando desde acá, pero los sistemas regulatorios que tenemos, en general, no contemplan las nuevas posibilidades de negocio, y ni hablar si nos metemos en todo lo relacionado a las criptomonedas y el blockchain. Hoy existe una brecha muy grande entre lo que necesitan las nuevas empresas tecnológicas y las regulaciones que tenemos. Otro ejemplo es el teletrabajo. Hay muchas regulaciones que están quedando rápidamente obsoletas en los gobiernos en general, no solo en Uruguay, que la corren de atrás.
¿Cuál es la importancia de la aceleración en materia tecnológica que ha implicado la pandemia, para mejorar la productividad de las empresas?
La aceleración digital, en las empresas que fueron capaces de adoptarla, genera un aumento de la productividad, y sobre todo de las eficiencias en lo relativo al ahorro. Por ejemplo, el simple hecho de no tener que ir a la oficina, a la compañía le ahorra electricidad, calefacción, ese tipo de cosas. Hubo muchas empresas que simplemente lo que hicieron fue mandar gente para la casa y no tuvieron una gran ventaja en productividad. Ahora, otra cantidad de empresas, más que nada las de tecnología, tuvieron oportunidades increíbles, tanto de acceso a mercados en el extranjero, como de mejora de los procesos internos de gestión. No obstante, a otro tipo de negocios, como los shoppings, no les fue fácil adaptarse a estos cambios porque requieren que la gente vaya al lugar físico.
¿Qué se debería hacer para que las tecnologías tengan una disponibilidad más generalizada y no sean solo privilegio de un segmento reducido de la población?
Eso implica un cambio cultural que lleva mucho tiempo. Sí podemos acelerarlo, como lo que se ha hecho con el Plan Ceibal, que ha ido generando alumnos con capacidades digitales, y en la pandemia se empezó a utilizar con más profundidad. Ahí se están formando niños con alfabetización digital desde muy chiquitos, pero todavía les falta quizás 10 años para llegar al mercado laboral.
La gran pregunta es qué hacer mientras tanto, o sea, las herramientas están listas, pero la población no lo está. A través de programas, el Inefop está dando oportunidades para que las empresas y la gente puedan desarrollar esas habilidades. Es un tema de cómo regular el ritmo de cambio y a partir de ahí lograr administrar esa transición. Pero hay una franja de personas que hoy tienen 40-50 años, muchas de las cuales no van a poder dar el salto para llegar a la era digital.
Hay un autor que me gusta mucho, Yuval Noah Harari, que habla de “personas prescindibles”, es decir, aquellos que a través de la transformación digital pasan a estar obsoletos, por más que podrían estar trabajando por la edad. Es algo espantoso, pero tenemos que saber que vamos a un mundo en el cual probablemente haya un conjunto de gente que pase a ser prescindible.
¿Es posible lograr una difusión más amplia de la tecnología en la economía, en particular, en las pymes, que pueda contribuir a mejorar su situación?
Sí, tenemos que hacerlo, porque las pymes son el porcentaje más alto del tejido empresarial del Uruguay. Tenemos una obligación muy importante como sociedad que es ayudarlas en esta transformación. Desde la universidad, el gobierno, los programas de ANDE e Inefop, lo que tenemos que hacer es primero sensibilizar sobre esto, a partir de ahí formar y luego generar procesos de acompañamiento.
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