No tan olvidado como podía esperarse en una España actual, en donde la mal llamada “memoria histórica” intenta borrar, cuando no denostar, el recuerdo de aquellos cuyo pensamiento no ha sido afín a determinada tendencia política, Ramiro de Maeztu mantiene su soberana presencia en el mundo de las ideas.
Hondamente vinculado a Latinoamérica, (vivió parte de su adolescencia en Cuba y en su madurez fue embajador de España en Argentina), pudo comprender y asumir el concepto de “Hispanidad”, que había sido introducido por el Jesuita Zacarías de Vizcaya, con quien Maeztu tuvo asiduo contacto en Buenos Aires.
Nacido en Victoria en 1874, ensayista, político, e ideólogo, puede decirse que fue en el periodismo que Ramiro de Maeztu exhibió sus mejores armas, ejerciendo la profesión con vehemencia y valentía, no sólo en España sino durante su estancia de tres lustros en Inglaterra. Sin duda que esos años vividos en el exterior, que incluyeron prolongados viajes a Francia, Alemania, e Italia, en donde actuó como corresponsal de la Primera Guerra Mundial, contribuyeron a una visión europeísta y más ponderada de la problemática española.
Muchos de sus libros son recopilaciones de artículos publicados en distintos medios. “Hacia otra España” (1899), reúne notas en las que muestra una visión desoladora de la realidad española, para la que, sin dejar de señalar una férrea oposición al regionalismo separatista, propone una solución que conjuga socialismo con el llamado “regeneracionismo”, ideario surgido a partir del “desastre del 98”, en que España perdió sus últimos rescoldos de lo que fuera el Imprerio Español, en una guerra con Estados Unidos. Desastre que Maeztu vivió de manera intensa y personal, cuando su familia quedó en la miseria al perderse la hacienda de su padre, establecido en Cuba. Los años que siguieron, en que Ramiro se ganó la vida en la isla ejerciendo los más diversos y humildes oficios, sin duda sirvieron para su formación como intelectual sensible a las realidades sociales de su tiempo.
Su permanente búsqueda y análisis de las doctrinas y sistemas políticos, contrastados con la realidad, le fue llevando en su madurez hacia posiciones netamente tradicionales y a la reafirmación de su catolicismo. Maeztu explica en su autobiografía ese proceso sincero de revisión de sus principios diciendo: “Desde la teocracia al comunismo, ha recorrido mi pensamiento todas las farmacopeas”. Dirige entre tanto la revista “Acción Española” de tendencia conservadora, y escribe encendidos artículos en que defiende una alternativa política hispánica contrapuesta al comunismo soviético, muchos de los cuales integrarán “Defensa de la Hispanidad”, una de sus obras más conocidas.
En mayo de 1935 Ramiro de Maeztu leyó su discurso de ingreso a la Real Academia Española, un eslabón más en su quehacer literario, del que se destacan ensayos como “Don Quijote, Don Juan y la Celestina” editado en 1926.
Aun consciente del peligro que significaba su manifiesta posición política en una España convulsionada, en los albores de la guerra civil, mantuvo su propósito de no exiliarse, fiel a una voluntad de sacrificio y entrega apasionada a ciertos ideales, actitud que recuerda la de los antiguos caballeros defensores de su fe.
En julio de 1936 es detenido en Madrid por milicias republicanas y encarcelado con varios intelectuales opositores entre los que estaba Ramiro Ledesma Ramos, con quien hizo amistad. El 29 de octubre del mismo año, junto a muchos otros prisioneros, ambos fueron sacados de la cárcel por milicianos rojos del Frente Popular y llevados al cementerio de Aravaca en donde fueron fusilados.
Es posible que las balas asesinas hayan atenuado, en el caso de Maeztu, el total olvido intencional y programado que suele caer sobre los que son tildados de “fascistas”, con total prescindencia de la época en que les haya tocado vivir. Sus obras más importantes han sido varias veces reeditadas. Tanto en su ciudad natal como en Madrid, Valencia, Barcelona y Santa Cruz de Tenerife, hay calles que llevan su nombre, como también un Instituto de Educación Secundaria de la capital española, del cual casualmente fueron alumnos Doña Letizia Ortiz, hoy reina consorte, y el Sr. Pedro Sánchez, actual presidente en funciones.
Pero más allá de estos recordatorios, que por ahora se mantienen pese al afán revisionista y tendencioso al que están expuestos, lo importante es que la obra de Maeztu, despojada de todo aquello que puede entenderse como circunstancial y privativo de su tiempo, contiene un ideario pragmático, interesante, y de absoluta vigencia.
(*) Columnista especial para La Mañana desde Madrid
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