Hace algunas semanas ocurrió un terrible y lamentable hecho en la Argentina, en la provincia de La Pampa: un niño fue brutalmente asesinado por la madre y su pareja mujer. El padre había reclamado numerosas veces la tenencia del hijo, con una negativa respuesta automática de la Justicia. Por lo que se sabe, el padre ya conocía las situaciones de violencia que el niño sufría en el hogar en el que la madre vivía con su pareja femenina, y hacía tiempo que estaba reclamando en vano la tenencia ante la Justicia.
Lo que resulta urgente analizar es cómo la ideología de género ha llegado a incrustarse en la legislación, al punto en que ha impuesto una amenaza cotidiana a la vida de un niño de tan solo 5 años, priorizando la preeminencia de género, que parte de la presunción de inocencia de la mujer por el mero hecho de ser mujer, mientras que actualmente la voz del hombre es desoída y se presupone culpable ante el sexo débil. Tengamos en cuenta el dato nada insignificante que en este supuesto sistema “patriarcal”, en el 90% de los casos de separaciones, la tenencia de los hijos se les concede a las madres. ¿Acaso esto representa un sistema de opresión a la mujer?
Esta pregunta no encontrará una respuesta coherente porque la ideología de género ha oscurecido y contaminado todo: las legislaciones, los deberes de los Estados, los programas educativos, los medios de comunicación, la opinión de la gente y su mentalidad, el lenguaje y demás innumerables daños a los pilares de la sociedad tradicional, tal vez ya irreversibles…
El caso del niño de La Pampa desgraciadamente no es la excepción. Cabe preguntarse qué habrá estado pensando el juez que le negó al padre la tenencia de su hijo. ¿Acaso creyó que una unión homosexual de dos mujeres sería lo mejor para el niño? ¿Consideraría que la figura paterna no es tan importante como la materna? ¿Las mujeres, acaso solo por ser mujeres, tienen más credibilidad? ¿Acaso los hombres, solo por ser hombres, son violentos?
Una vez más se prueba por vía de la tragedia que la ideología de género es una mera ideología, no una corriente científica, ni un conjunto de hechos demostrados, sino un rejunte de ideas anticientíficas que plantean que las perspectivas de género son válidas y deben ser respetadas independientemente del sexo biológico. Las diferencias entre los géneros según esta ideología por lo tanto no dependen ya de la naturaleza, sino de una construcción social y cultural de los individuos y de su autopercepción. Es un peligroso condicionamiento, muy carente de fundamento.
El problema de ser anticientífica no es solamente que niega la realidad, sino que rápidamente nos lleva a encontranos con vacíos lógicos y legales. Por ejemplo, ¿qué sucede con la mujer trans que agrede a una mujer? ¿Eso sería violencia de género también? ¿O ahí sí se considera que es un ataque de una mujer a otra mujer, a pesar de que la fuerza física notoriamente es la de un hombre? ¿Qué pasa con los casos en los que un hombre agrede a una mujer trans? Así podría continuar haciendo preguntas de todas las posibles combinaciones resultantes de estas relaciones antinatura que no tienen ninguna respuesta coherente dada la infinidad de géneros que se postulan, y que cada vez son más.
Ha sucedido también que en certámenes deportivos mujeres trans compitieron con mujeres biológicas y obviamente vencieron las trans por su fuerza física. Y por si fuera poco, se han vulnerado los derechos de ambos sexos por los privilegios especiales que se concedieron a las personas con diversidad de género. Es famoso el caso reciente de un violador que dijo ser transgénero para ir a la cárcel de mujeres y allí, a sus anchas, violó a cuatro de ellas. Este sujeto ya había ido preso anteriormente por cometer violaciones y otros delitos sexuales. Tales atrocidades ocurren gracias a las ONG que defienden los derechos de que las personas vayan a la cárcel según la identidad de género con la que se identifican.
Está claro que igualmente hombres como mujeres pueden ser tanto agresores como víctimas de violencia. La violencia no tiene género, es algo inherente a las dinámicas humanas; convertirla en una cuestión de género es una falacia, una gravísima perversión ideológica.
A lo que deberíamos prestar atención es ver si con todas estas insensateces estamos privilegiando las orientaciones sexuales, las perspectivas de género y diversidades sexuales sobre la seguridad y el resguardo de las personas. Sería interesante ver si es más importante el derecho a ser tratado como “él” “ella” o “elle”, o el derecho a que cuiden nuestra vida, nuestra integridad física y moral, nuestra propiedad como la de cualquier otro ser humano. Probablemente el padre del niño de 5 años que fue asesinado opina lo mismo. La justicia está politizada, corrompida por las ideologías anticientíficas que hoy nos tiranizan.
Dejemos de hacer daño con las ideologías. Que hablen la ciencia, la moral y la justicia.
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