Casi desde el mismo momento en que tuvo lugar la masacre de Madrid se supo que la autoría de la misma beneficiaba con claridad a uno u otro de los dos principales partidos políticos en contienda electoral. Si ETA era la autora de los atentados, estos favorecerían las expectativas electorales del PP, que había luchado con notable eficacia contra la organización terrorista en todos sus años de gobierno, pero que también había utilizado el terrorismo etarra como arma de partido frente a su oponente principal, el PSOE, así como contra los partidos nacionalistas vascos y catalanes. Tras el encuentro secreto mantenido en vísperas electorales entre dos miembros de ETA y Josep Carod Rovira, presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, partido asociado al Partido Socialista de Catalunya en la coalición que gobernaba aquella comunidad, y en especial con el acuerdo subsiguiente de que ETA no matara en Cataluña, un atentado en Madrid significaba dar la razón al presidente del gobierno, José María Aznar, acerca de las veleidades proetarras de una parte del socialismo catalán, así como del apoyo del PSOE al Plan soberanista del lehendakari Ibarretxe para Euskadi. En cambio, si el autor de la masacre era algún grupo radical islámico, los votantes la verían como una respuesta islamista de guerra a la participación española, de la mano del PP, en la reciente invasión norteamericana de Iraq. El voto de castigo al PP beneficiaría en ese segundo caso al PSOE.
Lo que sucedió de forma característica entre el 11 y el 14 de marzo de 2004 es que el Gobierno español no sólo quiso que la autoría fuera aquella que le beneficiaba, sino que mintió de forma sistemática desde las instancias oficiales y haciendo uso de todos sus medios para hacer creer al electorado que las cosas habían sucedido tal como convenía a su partido político de procedencia, y no tal como habían ocurrido en realidad. Lo hizo desde el principio hasta el final; es decir, desde el día 11 hasta el 14, y utilizó para ello las más diversas formas de engaño apoyadas en su posición de poder, de suerte que un buen número de ciudadanos se vio obligado a sintonizar emisoras de televisión y radio extranjeras para enterarse de lo que estaba ocurriendo en su propio país. Tres días de sostenida mentira gubernamental hicieron que el electorado diera la espalda al PP. Entre millón y medio y dos millones de electores, según distintos cálculos, se movilizaron en contra de ese partido.
Miguel Catalán, profesor de Ciencias Políticas, Ética y Sociología de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, España (2005)
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