Los incendios que aquejaron a Río Negro y Paysandú a fines del año pasado permitieron al resto de Uruguay apreciar lo mejor de nuestros trabajadores rurales. Hombres, mujeres y niños no dudaron en salir a enfrentar el fuego para salvar sus comunidades, sus casas y su principal medio de vida: la tierra en la que viven y trabajan los trescientos sesenta y cinco días del año.
Esta gente no tuvo oportunidad de decidir si combatía el fuego o si llamar por teléfono para que otro lo haga por ellos. Tampoco tuvieron intención ni tiempo de escapar. La única alternativa disponible era hacerle frente a un fuego que afectaba por igual a propios y ajenos. No había lugar para esa indiferencia en la que hemos caído los citadinos (los puebleros, dijera José Hernandez), que no intervenimos cuando vemos robar a una señora mayor, por temor a que nos hieran o a que algún fiscal nos procese por justicia por mano propia… No era tiempo de especulaciones, era momento de trabajar mancomunadamente para defender sus tierras, sus familias y su modo de trabajo. Y lo hicieron muy valerosamente.
Hoy ya han transcurrido casi tres semanas de los hechos. Daría la impresión que las providenciales lluvias han colaborado en extinguir los rescoldos de los focos ígneos como también terminar con la seca, lo que permite a los afectados encarar la reconstrucción con algo más de tranquilidad. Algunos apicultores perdieron todo. Familias que se dedican a pastorear ganado debieron soltar sus animales para que no los devorara el fuego, logrando así salvar la mayoría de sus reses, pero perdiendo pasturas, alambrados y herramientas.
Todos tuvieron pérdidas. Todos también sufrieron una experiencia traumática que llevarán alojada en sus almas mientras vivan. Sin embargo, no los escuchamos protestando en los informativos de las 19 horas. Tampoco reclaman seguros de paro, porque la mayoría ni siquiera tienen derecho ya que son sus propios empleadores, una categoría en extinción en el Uruguay progresista y cómplice de la concentración y extranjerización de la tierra.
Lo que más sorprende es la insistencia de algún medio en difundir la teoría que estos incendios fueron intencionales. O en el caso del director nacional de Bomberos que afirmó desde Rivera que “cinco o seis focos posteriores a los que causaron el gran incendio fueron intencionales”.
El director de SINAE (Sistema Nacional de Emergencia) relativizo tal posibilidad.
El Intendente de Río Negro, Omar Lafluf, afirmó a medios de prensa que hubo dos focos iniciales: uno cuando tomó fuego un camión cargado de pinturas cerca de Algorta y otro que según los vecinos comenzó en una cantera de acopio de residuos de UPM y de ahí se disparó a Tres Bocas.
A semejantes conclusiones arribó el intendente de Paysandú, Nicolás Olivera, y rehusó en forma contundente la hipótesis de la intencionalidad política que pretendía introducir con torve intención el semanario Búsqueda.
Estos hombres y mujeres no saben hoy cómo van a salir adelante. Pero sí saben que no tienen otra opción que enfrentar al futuro con optimismo, creyendo en su recuperación. Hay que mirarlos a los ojos para darse cuenta de la fuerza espiritual de estos trabajadores, que a lo único que aspiran es a tener un pedazo de tierra decente que les permita deslomarse trabajando. Todo para que sus hijos tengan un futuro mejor.
Este no es el hombre nuevo ni el hombre viejo. Son fieles representantes de esa raza que forjó la Patria, la misma que acompañó al Protector de los Pueblos Libres hasta la redota. No nos podemos olvidar de ellos y no estaremos haciendo caridad. Todo lo contrario, la única manera de hacer nuestro país sostenible pasa por garantizar iguales oportunidades a todo aquel que desee trabajar la tierra, especialmente a estas familias que le dan un significado real y concreto al concepto de soberanía territorial.
Los recursos fiscales son limitados, pero sin dudas cualquier cálculo de retorno social concluiría que ayudar a que estos pequeños productores se hagan de tierra y maquinaria es la mejor inversión. Claro, todo depende del país al que aspiremos. Como artiguistas, no tenemos el mínimo grado de duda que el camino de la Patria es el camino de la defensa del trabajador rural.
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